https://iclfi.org/pubs/ai/4/sindicatos
El siguiente artículo, traducido del francés, fue presentado por la LCI a la Reunión de Fuerzas Internacionalistas en París, en mayo de 2025.
Al nivel internacional, los sindicatos son ahora una sombra de lo que solían ser. En todas partes están dirigidos por traidores que han supervisado innumerables concesiones y derrotas. Sin embargo, a pesar de la necesidad apremiante de una dirección combativa que pueda defender verdaderamente a la clase obrera, la influencia de los partidos revolucionarios sobre la clase obrera es débil y/o se está debilitando.
Este fracaso no se puede explicar por una simple falta de fuerzas, sino por la negativa o la incapacidad de construir una oposición consecuente a la burocracia sindical. Sin embargo, las Tesis sobre la táctica del III Congreso de la Comintern eran claras:
“La Internacional Comunista repudió las tendencias sectarias ordenando a los partidos afiliados, por más pequeños que fuesen, que colaboraran en los sindicatos, participaran de ellos a fin de vencer a su burocracia reaccionaria desde adentro y de transformarlos en organizaciones revolucionarias de las masas proletarias” (énfasis añadido).
—“Tesis sobre la táctica”, impreso en Los cuatro primeros congresos de la Internacional Comunista (Córdoba: Ediciones Pasado y Presente, 1973)
En el fondo, si las llamadas organizaciones revolucionarias han fracasado, es porque están aplicando estrategias erróneas en su trabajo en los sindicatos. En este sentido, la LCI no ha sido una excepción. Pero, por nuestra parte, en los últimos años hemos sacado lecciones de nuestros errores.
Las siguientes tesis se basan en nuestra experiencia de intervención en las oleadas de huelgas que han sacudido recientemente varios países, en particular Boeing en Estados Unidos. Pero igual de importante es nuestra experiencia en conflictos más pequeños y en las luchas cotidianas en un contexto de creciente reacción internacional.
Necesitamos una estrategia revolucionaria
El punto de partida del trabajo revolucionario en la industria es que la clase obrera necesita un programa marxista para guiar sus luchas. Un programa revolucionario es esencial, independientemente de que se trate de un periodo reaccionario, un periodo de huelgas económicas o uno de grandes luchas políticas. Sin embargo, la mayoría de las organizaciones marxistas rechazan explícitamente la lucha por una dirección revolucionaria de los sindicatos.
Cuando se trata de la guerra, todo el mundo entiende que un ejército debe estar dirigido por un estado mayor que busque derrotar al enemigo. Un alto mando que busca apaciguar el conflicto en lugar de ganarlo no sólo hace la victoria difícil, si no es que imposible, sino que despliega tácticas que maximizan las pérdidas y minimizan las conquistas.
Lo mismo ocurre con la lucha de clases. Las direcciones obreras que buscan la coexistencia con el capitalismo conciliarán en todas las etapas de la lucha. Maximizan las derrotas y no hacen nada para promover los intereses estratégicos de los trabajadores. Por el contrario, una dirección revolucionaria, lejos de sacrificar los beneficios inmediatos, emplea tácticas que pueden maximizar las victorias parciales mientras avanza los intereses históricos de la clase obrera.
El peligro del oportunismo
El problema más común en el trabajo sindical es la conciliación a la burocracia sindical. En su forma más derechista, esta política toma la forma de apoyo abierto a las direcciones sindicales no revolucionarias. Este apoyo se justifica generalmente con el falso argumento de que una dirección “de izquierda” alienta a los trabajadores a luchar.
Como capa intermedia, cercana a los capitalistas en sus aspiraciones pero dependiente de los trabajadores para su influencia, la burocracia sindical no desempeña ningún papel independiente en la lucha de clases. La postura política que adopta refleja la presión de la burguesía o de su base obrera. Pero, fundamentalmente, la burocracia busca conciliar el capitalismo. Cuando se inclina hacia la izquierda, no lo hace para fomentar la militancia de la clase obrera, sino para mantenerla contenida, en la medida de lo posible, dentro de los canales aceptables para la burguesía.
Esto no significa que nunca sea principista formar un frente único con un ala de la burocracia sindical. Pero cualquier bloque temporal debe formarse sobre la base de una línea de clase real (por ejemplo, en una huelga o contra la unidad nacional), y nunca debe atribuir un papel progresista a la burocracia. El objetivo de tal bloque no es cesar las hostilidades, sino demostrar en la acción por qué es necesario un programa revolucionario.
Crítica de izquierda
En muchos casos, la conciliación a la burocracia sindical adopta una forma indirecta. Se lanzan duras críticas contra las direcciones de los trabajadores, pero estas críticas se quedan en el plano táctico y no tienen como objetivo sustituir a estos traidores por una dirección revolucionaria de los sindicatos.
Este enfoque limita el papel de los revolucionarios a ejercer presión sobre la dirección actual. La presión desde la izquierda puede obligar a la burocracia a adoptar una postura y unas tácticas más militantes, o incluso empujar a los trabajadores a superar temporalmente a su dirección. Pero a menos que se ofrezca una estrategia fundamentalmente diferente, en torno a la cual puedan agruparse los elementos de una nueva dirección, el movimiento está condenado a permanecer en manos de la burocracia. Llegado el momento, los burócratas serán capaces de sabotear la lucha, por mucha presión que se les haya ejercido anteriormente.
Criticar las tácticas de la dirección sindical sin buscar construir una nueva dirección basada en una estrategia revolucionaria es atacar los síntomas de la enfermedad sin tocar su causa.
Ultraizquierdismo antisindical
Una política sectaria hacia los sindicatos es tan perjudicial como una oportunista. Aunque a menudo se disfraza con una retórica radical, la consecuencia práctica es la misma: la ausencia de una alternativa a la burocracia.
Algunas organizaciones asocian las políticas pro capitalistas de las direcciones sindicales con los propios sindicatos. Al hacerlo, niegan lo que todo trabajador con conciencia de clase entiende intuitivamente: incluso el sindicato más reaccionario es un baluarte contra los patrones y un punto de apoyo para la acción colectiva. El resultado de esa posición ultraizquierdista reaccionaria es abandonar a los obreros cuando su organización es atacada por el estado o los patrones, lo que lleva a estos “marxistas” a perder toda credibilidad ante los ojos de los trabajadores.
Abstencionismo radical
Una expresión menos reaccionaria, pero igualmente estéril, de la política sectaria es denunciar a la burocracia sindical con palabrería revolucionaria sin ofrecer ninguna respuesta a los problemas concretos a los que se enfrentan los trabajadores. En el mejor de los casos, este enfoque es totalmente estéril.
Las grandes proclamas sobre la necesidad de la revolución le pueden dar a uno una imagen de gran revolucionario, pero no contribuyen en nada a avanzar la conciencia de clase. La única forma de aumentar verdaderamente la influencia de las ideas revolucionarias es mostrando cómo éstas son esenciales para avanzar la lucha de los trabajadores.
Aventurerismo
Es fácil para una organización que no tiene influencia real en una industria plantear demandas radicales sin tener en cuenta el contexto político o los obstáculos para su implementación. El resultado es estéril y, por lo general, irrelevante. El resultado es mucho más peligroso cuando quienes ejercen influencia real empujan a los trabajadores a la ofensiva cuando las condiciones son desfavorables.
La consecuencia práctica de criticar a la burocracia basándose únicamente en su falta de radicalismo es impulsar constantemente por acciones más radicales. En ausencia de una comprensión revolucionaria más amplia de la situación política, el resultado es una caricatura, con pequeños grupos de trabajadores aislados pasando a la ofensiva o manteniéndose en huelga cuando no tienen ninguna posibilidad de victoria. Esta política desmoraliza a la vanguardia y puede conducir a consecuencias catastróficas mucho peores que una simple política de conciliación.
Una dirección revolucionaria debe guiar la lucha de clases tanto cuando está a la ofensiva como cuando está a la defensiva, ¡no llamar a la ofensiva en todas las circunstancias!
Economicismo
La presión del trabajo en la industria tiende a reducir los horizontes políticos a los problemas más inmediatos. La tarea de los revolucionarios no es sólo ofrecer a los trabajadores una perspectiva más amplia de su opresión, sino también mostrarles que una comprensión general de las relaciones de clase, el contexto político y las condiciones internacionales es vital para que la lucha tenga éxito, por modesta que ésta sea.
La concepción economicista del trabajo sindical, por el contrario, se adapta a la conciencia política de las capas más atrasadas de la clase obrera. Por ejemplo, en respuesta a las tensiones raciales, la respuesta economicista es abogar por la unidad contra los patrones en abstracto. Lo que no se dice es que los trabajadores tienen un interés vital en luchar activamente contra la opresión racial. De este modo, el economicismo busca “mantener la unidad” no sobre la base de una mayor conciencia de clase, sino según el mínimo común denominador. Por lo tanto, se mantienen los antagonismos que dividen a los trabajadores.
El programa mínimo y el máximo
El trabajo revolucionario en la industria es necesariamente concreto. Debe abordar los problemas más acuciantes a los que se enfrentan los trabajadores en su vida cotidiana. Esto no convierte este trabajo en reformista; superar los obstáculos que mantienen a la clase obrera dócil y dividida requiere una comprensión marxista de la sociedad capitalista.
Es poniendo en práctica el programa marxista contra la burocracia pro capitalista —el principal obstáculo para la conciencia de clase— que el trabajo sindical se convierte en trabajo revolucionario. La síntesis entre el programa mínimo y el máximo se logra precisamente cuando se emplea una concepción revolucionaria amplia para guiar las luchas inmediatas del proletariado. Todos los errores enumerados en este documento tienen como común denominador romper este vínculo vital.
Para conocer cómo la LCI pone en práctica estos principios, ver: https://iclfi.org/pubs/ai/topics/huelga.