https://iclfi.org/spartacist/es/44/crisis
“Pero nunca olvidaremos que nuestro partido es ahora la mayor palanca de la historia. Alejados de esta palanca, cada uno de nosotros no es nada. Con esta palanca en las manos, somos todo”.
—León Trotsky, “La fundación de la IV Internacional” (octubre de 1938)
A continuación reproducimos la presentación del camarada Perrault, del Secretariado Internacional de la LCI, al pleno del CEI en abril.
En el punto anterior proyectamos que el próximo periodo será de ofensivas capitalistas reaccionarias. A medida que Estados Unidos destroza el orden mundial liberal postsoviético, la clase obrera y la pequeña burguesía en el mundo entero enfrentarán una drástica contracción en sus condiciones económicas y sociales. También discutimos cómo los actuales dirigentes de la clase obrera, ya sea en Occidente, China o el Sur Global, están saboteando activamente la necesaria lucha contra el imperialismo estadounidense. Contra este camino de capitulación, trazamos las líneas generales de un programa alternativo para unir al proletariado, hacer frente a la embestida que se avecina y abrir el camino hacia el poder obrero.
Pero aquí nos topamos con el problema que ha asolado al movimiento marxista desde la degeneración de la Comintern: la crisis de la dirección revolucionaria. ¿Cómo podemos hacer realidad nuestro programa para el próximo periodo? Sobra decir que la LCI, como organización internacional minúscula, no dispone de los medios para ejercer ningún tipo de influencia decisiva en la lucha de las masas. Sin embargo, esto no significa que podamos contentarnos con hacer declaraciones generales mientras nos sentamos a observar cómo se desarrollan los acontecimientos. Es esencial situar a nuestra pequeña internacional en el contexto político y comprender cómo podemos avanzar en nuestros objetivos más amplios partiendo de las condiciones objetivas actuales.
En palabras de Trotsky: “El deber primordial de un revolucionario es conocer las leyes que rigen los sucesos de la vida y saber encontrar, en el curso que estas leyes trazan, su lugar adecuado” (Mi vida, 1930). Esto es lo que intentaré hacer en este informe.
Hay un problema con la izquierda
Lo primero que hay que comprender al abordar nuestras tareas es que la LCI es una pequeña pieza de una gran matriz de organizaciones marxistas divididas. Como todo el mundo sabe, nuestra debilidad actual es en gran parte el producto de nuestra desorientación durante los últimos treinta años. En nuestra conferencia de 2023, dimos un brusco giro político. Pero no podemos borrar a corto plazo las consecuencias acumuladas de nuestros errores pasados. Es a causa de ellos que nos encontramos con un partido pequeño y envejecido, confinado en su inmensa mayoría a los países imperialistas occidentales, mayormente aislado de la izquierda y con muy poca capacidad material para incidir en la lucha de clases.
Sin embargo, cuando damos un paso atrás y miramos el panorama general, es obvio que el movimiento marxista en su conjunto no se encuentra en un mucho mejor estado. De hecho, no es un gran misterio que todo el movimiento ha estado en una profunda y continua crisis. Algunos partidos se han desintegrado, otros han visto numerosas escisiones que han dado lugar a más y más partidos con números cada vez más reducidos que no pueden explicar de forma convincente qué les distingue de los demás.
Es cierto que algunas organizaciones tienen a veces éxito en el reclutamiento. Pero la verdadera medida del éxito de una organización revolucionaria no es el número de miembros en un momento dado, sino su impacto en la lucha de clases. Y es en este aspecto donde la bancarrota de la izquierda es más evidente. En ninguno de los grandes conflictos de las últimas décadas los marxistas han tenido un papel decisivo a la hora de impulsar los intereses de los trabajadores y los oprimidos.
Es evidente que hoy los marxistas tienen mucha menos influencia en la clase obrera que en 1991, cuando colapsó la Unión Soviética. La verdad, que es bastante obvia, pero que todo el mundo niega, es que ninguna organización marxista se ha librado de la crisis que sacude al movimiento. Si alguna tendencia hubiera tenido una orientación singularmente correcta a lo largo de décadas, no sería un misterio y destacaría con bastante claridad.
Por qué no podemos ignorar a otros grupos
En general, la práctica de la izquierda es ignorar a otras organizaciones de tamaño similar o menor. Sin embargo, por muy agradable que sería pasar por alto a la izquierda e influir directamente en las masas, esto es imposible. No sólo no tenemos el peso social para tener una influencia amplia, sino que las organizaciones existentes, que a menudo son mucho mayores que nosotros, se erigen como barreras. No hay posibilidad de que reclutemos de forma lineal hasta el punto en que podamos imponernos como una fuerza decisiva en la izquierda.
Aun si fuéramos mucho más grandes, sería un error ignorar a las otras organizaciones. En primer lugar, porque sería totalmente irresponsable presentarse ante la clase obrera sin poder explicar de forma clara y convincente por qué no se unen dos organizaciones que parecen tener una política similar.
Pero lo que es más importante, existe una razón política para la actual desunión de la izquierda. No es producto de individuos equivocados o de prácticas organizativas erróneas, sino que refleja la crisis política de una época. No es posible divorciar la construcción de un partido de la tarea de aclarar y superar las razones políticas que están en la raíz de la desunión de la izquierda. Cuando se piensa al respecto, esto es obvio. Para construir con éxito un partido obrero revolucionario, se necesita entender por qué todos los demás hasta ahora han fracasado. Y no se puede hacer eso si se hace caso omiso de lo que hacen los demás.
Por todas estas razones, la perspectiva de la LCI es trabajar por un realineamiento político en la izquierda internacional. Debemos tratar de reagrupar a los elementos verdaderamente revolucionarios que hoy se encuentran dispersos en diversas organizaciones como resultado de la casualidad y la falta de claridad política. Nuestro objetivo no es, en última instancia, ganar a uno o dos miembros de otras organizaciones, sino emprender un auténtico proceso de fusión con fuerzas mucho más amplias.
¿Qué ha conseguido la LCI hasta ahora?
Aquí es legítimo preguntarse qué puede aportar a este proceso un pequeño partido como el nuestro. Ya he mencionado cómo nuestra prolongada crisis interna nos ha dejado en una posición débil. Sin embargo, a diferencia de todos los demás, hemos afrontado las razones de nuestra crisis. Que yo sepa, ninguna otra tendencia ha pasado por una profunda revisión y reevaluación de su trabajo en la misma medida en que lo hemos hecho nosotros. Todos mantienen la ilusión de que ellos, a diferencia de los demás, han tenido razón todo el tiempo. Pero, más allá de reconocer que estábamos equivocados, hemos tratado de explicar las razones políticas fundamentales de nuestra desorientación. Y —¡oh, sorpresa!—, resulta que nuestra desorientación está intrínsecamente relacionada con la del resto de la izquierda durante el periodo postsoviético.
El problema básico es bastante simple. La izquierda marxista ha sido incapaz de basar sus tareas en una comprensión correcta de la situación mundial. En nuestro documento “El declive del imperio de EE.UU. y la lucha por el poder obrero” (Spartacist No. 42, noviembre de 2023), explicamos cómo el orden postsoviético se ha caracterizado por la hegemonía de Estados Unidos, un hecho obvio para cualquiera que quiera verlo. Explicamos cómo la hegemonía de Estados Unidos y su alianza con las demás potencias imperialistas fueron condiciones necesarias para la era de la globalización. Por último, mostramos cómo el liberalismo era la ideología dominante del periodo y expresaba los intereses materiales del imperialismo estadounidense. La conclusión que se desprende de este análisis es que la tarea de los revolucionarios a escala internacional era luchar contra el sistema mundial dominado por Estados Unidos, y la forma en que esto se planteaba concretamente era en la lucha por liberar a la clase obrera de la influencia del liberalismo.
Al centro de nuestro análisis está el hecho de que la asociación del movimiento obrero con el liberalismo —cualquiera que fuera la forma específica que adoptara en cada país determinado— fue el principal factor que impulsó las divisiones dentro de la izquierda. En última instancia, esto se debe a que el liberalismo en este periodo reflejaba la lealtad al orden mundial estadounidense, que estaba saqueando el planeta. La única forma de unir al proletariado internacionalmente era en la lucha contra este sistema mundial y contra el liberalismo. Parafraseando a Lenin, la unidad con los liberales significa dividir a la clase obrera internacional.
Después de que publicamos el documento de nuestra conferencia de 2023, muchos izquierdistas nos preguntaron qué entendíamos por liberalismo y por qué armábamos tanto alboroto al respecto; en efecto, no es fácil entender algo cuando estás sumergido en ello. Hoy, sin embargo, cuando la fachada liberal del orden mundial se viene abajo, todo el mundo habla del liberalismo y de su fracaso. De repente, todos hacen afirmaciones similares a las nuestras. Dicho esto, estos comentarios son reacciones a la evidencia empírica que todos tenemos delante y no se derivan de un análisis materialista de la dinámica interna del orden mundial liderado por EE.UU.
Qué ha cambiado y qué no
Todo esto quiere decir que, en menos de dos años, la LCI fue capaz de identificar la tarea de los comunistas en un orden mundial que duró más de treinta. No se trata en absoluto de un gran éxito. Tuvimos muy poco tiempo para poner en práctica nuestra perspectiva para el periodo postsoviético, y ahora ya debemos reajustar.
Hoy nuestra tarea primordial ya no puede reducirse a arrancar al movimiento obrero del liberalismo. Tanto la clase obrera como la clase dominante se están apartando decididamente del liberalismo. Es cierto que, aquí y allá, el establishment liberal sigue oponiendo resistencia. Pero se trata de resabios de la época anterior que pronto serán barridos.
Esto no significa que volvamos al punto de partida. El hecho de que hayamos sido capaces de extraer lecciones de la época anterior nos da una importante ventaja sobre el resto de la izquierda. De manera crucial, entendemos que la oposición al imperialismo estadounidense sigue siendo la clave para la unificación política del proletariado mundial.
En el propio Estados Unidos, la clase obrera se verá exprimida en nombre de las ambiciones reaccionarias en el extranjero de la clase dominante. En los países imperialistas aliados de EE.UU. y en muchas de sus semicolonias, las clases dominantes siguen estando fundamentalmente atadas y subordinadas al orden actual —como se ve claramente en su culto a la OTAN y otras alianzas estadounidenses similares—. Hasta que esto cambie decisivamente, la lucha contra Estados Unidos será parte integral de la lucha contra la clase capitalista nativa de estos países. En cuanto a los países oprimidos y los estados obreros amenazados por la asfixia económica y la agresión militar, está de más decir que la lucha contra el actual sistema imperialista es esencial. Allí nuestras tareas consistirán en contrastar nuestra estrategia proletaria con la de los gobernantes de estos países, que se acomodarán a las exigencias de Estados Unidos impidiendo que las masas emprendan luchas revolucionarias.
En todas partes, la oposición al imperialismo estado unidense sigue siendo central. Es en esta gran lucha donde podemos unificar a la clase obrera a través de las fronteras. Y es esta lucha la que será esencial para forjar una vanguardia internacional unificada de la clase obrera.
Entendiendo la crisis que se avecina
Otra ventaja clave que tenemos es que podemos explicar la dinámica interna de la actual agitación que sacude al mundo. Y, a diferencia de los demás, podemos prepararnos conscientemente para lo que está por venir. Como dice el refrán: en el país de los ciegos, el tuerto es el rey.
Que yo sepa, nadie ha intentado aún explicar con seriedad lo que va a significar concretamente para la izquierda el fin del liberalismo. Para comprender la magnitud de la conmoción que se avecina, debemos entender hasta qué punto la izquierda está atada al statu quo y depende de él. Tanto en Occidente como en el Sur Global, la izquierda no se ha construido en oposición a los movimientos y las instituciones liberales. De hecho, ha funcionado y crecido principalmente sirviendo como flanco izquierdo del liberalismo. Sus actividades se han concentrado abrumadoramente en las universidades, en los movimientos sociales liberales y en la órbita de las ONG. Todos estos sectores están enfrentando un colapso catastrófico.
En todo Occidente se avecina una crisis en la enseñanza superior, un sector que se ha convertido en un gigantesco parásito que depende del dinero que extorsiona a un número cada vez mayor de estudiantes extranjeros. En la próxima era, a la burguesía no le interesará que tanta gente estudie materias que no son útiles para sus intereses estratégicos y tratará de reducir drásticamente el número de estudiantes. Como ya estamos viendo, esto irá de la mano de una represión de la actividad política radical en las universidades. Lo que Trump ha hecho a la Universidad de Columbia, recortando su financiamiento y exigiendo que aumente la represión del movimiento palestino, muestra lo que está por venir. Dado que las universidades son probablemente la mayor fuente de reclutamiento para los partidos de izquierda al nivel internacional, y que las carreras académicas son una fuente clave de influencia e ingresos para los radicales, estas conmociones tendrán un impacto profundo.
En el Sur Global, muchas organizaciones de izquierda se entremezclan con el sector de las ONG. Hoy todo este ecosistema se enfrenta al colapso. En un parpadeo Trump destruyó USAID, el mayor donante de ayuda al extranjero. Poco después, Keir Starmer imitó a su maestro y recortó el presupuesto británico de ayuda al exterior en un 40 por ciento, y esto vino de un gobierno lleno de abogados liberales y trabajadores de ONG. En Argentina, los grupos de izquierda a menudo se basan en el trabajo social para construir su influencia entre las masas; ahora, Milei está devastando el financiamiento de tales programas junto con cualquier otro legado de los gobiernos peronistas. Una vez más, todas estas señales son meros indicadores de lo que va a venir cuando aumenten las tensiones internacionales y se reduzcan los presupuestos.
Algunos de los partidos marxistas más grandes concentran gran parte de su actividad en el campo electoral. Por supuesto, es necesario participar en las elecciones. Pero una deriva hacia el electoralismo y la dependencia de las subvenciones estatales que esto conlleva son peligros mortales, sobre todo en un periodo de grandes sacudidas políticas. En Sudáfrica e India, los partidos comunistas son totalmente oportunistas, profundamente sumergidos en la política de coaliciones liberales y el parlamentarismo. Han participado directamente en crímenes despreciables contra las masas para satisfacer a sus socios de coalición y sus estrechos intereses electorales. A medida que el centro de gravedad político se desplace hacia la derecha, estos partidos serán echados a la calle y se encontrarán aislados, odiados tanto por la burguesía como por las masas.
Partidos como el KKE en Grecia adoptan una postura más ortodoxa. Pero éste también se ha vuelto cada vez más dependiente y orientado hacia las elecciones. Al mismo tiempo, ha traicionado posibilidades genuinas de dirigir la lucha de masas contra la opresión imperialista de Grecia, socavando su credibilidad y su influencia en la clase obrera.
Muchas organizaciones de izquierda conservan cuadros y, en algunos casos, una base de masas en el movimiento obrero. Sin embargo, esto no se traduce necesariamente en una influencia real entre el proletariado. Muchas de las organizaciones trotskistas francesas tienen un número significativo de cuadros en la industria, pero sus políticas están totalmente divorciadas del estado de ánimo dominante en la clase. Su impulso constante de lanzar a la vanguardia de la clase obrera a la ofensiva ha generado desmoralización y ha aislado a la izquierda. Y no ha ayudado el que la izquierda francesa se niegue en general a oponerse a pilares liberales como la Unión Europea, dejando el campo libre a la derecha, que se ha convertido en la fuerza dominante entre los trabajadores.
En otros casos, como en Gran Bretaña, la influencia de la izquierda en la clase obrera se concentra esencialmente en la burocracia sindical, que a su vez se asienta sobre un cascarón vacío a años luz de distancia de los sentimientos y las necesidades de sus afiliados obreros. En cuanto aumente la presión, estas posiciones se desmoronarán.
En lo que respecta a los movimientos liberales que han marcado el periodo postsoviético, ya sea por los derechos LGBTQI+ o de los migrantes, por las vidas negras o la ecología, se enfrentarán tanto a la hostilidad de una derecha desatada como al abandono total por parte del ala liberal de la burguesía, que había sido su base de apoyo social. Esto no quiere decir que estas causas hayan dejado de tener una importancia central, sino simplemente que estos movimientos atravesarán un periodo de profunda crisis y tendrán que reconstruirse sobre bases fundamentalmente diferentes y más duraderas. Una vez más, esto tendrá profundas consecuencias para los partidos de izquierda que han orbitado alrededor de dichos movimientos.
Todos y cada uno de estos ejemplos apuntan a que las organizaciones de izquierda se enfrentarán en el próximo periodo a conmociones existenciales para las que no están en absoluto preparadas. Es importante que nosotros mismos hagamos un balance de lo que está por venir, comprendamos que nuestro propio statu quo va a cambiar radicalmente y hagamos lo posible por prepararnos y preparar a otros.
¿A la defensiva, a la ofensiva o la abstención?
En cierto sentido, puede parecer sorprendente que la izquierda no haya reflexionado más sobre las consecuencias de las sacudidas que se avecinan. Después de todo, en general hay poca controversia sobre el hecho de que estamos entrando en un periodo de crisis aguda. Muchos, como nosotros, consideran que estamos en los primeros días de una devastadora depresión económica. También es imposible negar que en Estados Unidos y gran parte de Europa la derecha está a la ofensiva. Pero, para la mayoría de la izquierda, ninguno de estos factores apunta a un empeoramiento de su propia situación. De hecho, la mayoría ve el próximo periodo como una gran oportunidad para la izquierda revolucionaria. Nosotros no creemos que vaya a ser así en absoluto.
Por supuesto, no negamos que eventualmente la crisis dará lugar a ofensivas de la clase obrera y abrirá ventanas a los revolucionarios. Pero nuestra diferencia radica en las perspectivas de la lucha de clases a corto plazo, especialmente en Europa y Norteamérica.
No sacamos nuestro pronóstico de nuestros deseos, sino del resultado de la lucha en los últimos años. Desde el final de la pandemia, ha habido toda una serie de importantes batallas de clase en todo el mundo. En muchos casos, la clase obrera tuvo una clara oportunidad de revertir la marea de la reacción y emerger en la escena política como un factor decisivo. En todos los casos hemos luchado todo lo que hemos podido por este resultado. Sin embargo, el veredicto ha llegado ya y en ningún caso la clase obrera ha sido capaz de lograr una victoria decisiva.
En Francia y Gran Bretaña, las oleadas de huelgas acabaron en derrota. En Estados Unidos, la clase dominante compró esencialmente la paz social sobornando a la capa superior de la clase obrera. En Grecia, se permitió que la lucha de Tempe se evaporara en un movimiento apolítico. Los levantamientos en Irán, Kenia y Nigeria fueron aplastados. En Bangladesh, el gobierno de Yunus está ahora al mando y el impulso revolucionario de las masas ha sido sofocado por el momento. En cuanto a la lucha palestina, un enorme movimiento internacional se extendió por todo el mundo tras el 7 de Octubre, pero hoy este movimiento se ha derrumbado y Gaza se encuentra más aislada que nunca frente al genocidio israelí.
En la política, la elección del momento oportuno es crucial. El que la clase obrera no haya capitalizado las oportunidades que tuvo, obstaculizada a cada paso por su dirección, ha significado que la iniciativa ha pasado decisivamente a la clase dominante estadounidense. Ahora Trump está lanzando en toda regla una ofensiva dentro y fuera de EE.UU. Esto, a su vez, tendrá un impacto en la situación política en todo el mundo. Durante un tiempo, los trabajadores estarán a la defensiva, preocupados por su propio futuro y reacios a pasar a la ofensiva. Éstas son señales claras que nos llegan por todas partes de nuestros camaradas en la clase obrera. A medida que se intensifique la crisis económica, la LCI insiste en que la orientación debe ser a la defensiva. En Estados Unidos y en todas partes decimos: ¡Prepárense para el impacto!
La clase obrera debe defender sus condiciones económicas. Los sindicatos deben ser reforzados y llevados a una posición que les permita combatir eficazmente la ofensiva que se avecina. La lucha palestina debe reagruparse y reorientarse radicalmente. El movimiento trans, el movimiento de los migrantes, la lucha de los negros, todos deben hacer un balance de su actual aislamiento y forjar lazos con el movimiento obrero. Estar a la defensiva no significa detener la lucha. Significa luchar para defender las posiciones conquistadas por los oprimidos cuando están bajo ataque.
Sobra decir que esta postura no la ha adoptado nadie más. Mientras que nosotros pensamos que Europa está al borde de un fuerte giro a la derecha, el Partido de los Trabajadores Socialistas de Argentina considera que “Probablemente Europa, por la combinación de crisis burguesa, militarismo y ataques sea uno de los epicentros” de una “oleada de lucha de clases” (laizquierdadiario.com, 16 de marzo). Como muchos otros, éste considera que el crecimiento del voto por Die Linke (Partido de Izquierda) en Alemania es un signo del despertar político y la radicalización de la juventud. En Francia, su organización hermana, Révolution permanente, está redoblando sus llamados por una gran lucha democrática contra la V República.
Lo pasmoso es que todos estos pronósticos y perspectivas no parten de la creencia de que la clase obrera se está moviendo hacia la izquierda —saben que no es así—. Más bien, es una reacción a capas de la pequeña burguesía liberal que están en estado de shock ante su inminente perdición política. Por supuesto, debemos tratar de intersecar a estas capas. Pero queremos calmarlas y organizarlas para lo que está por venir, no lanzarlas a la batalla cuando un maremoto de reacción está a punto de tocar tierra.
Vemos tendencias similares en Estados Unidos. La izquierda ha hecho innumerables llamamientos a amplios movimientos para defender a los migrantes y otras víctimas de la ofensiva de Trump. Sin embargo, todos estos llamamientos pretenden resucitar los movimientos de la era liberal, una iniciativa desesperada y destinada al fracaso en el periodo actual. Toda lucha exitosa debe tomar como punto de partida el brusco giro a la derecha que se ha producido en EE.UU.
En cuanto a la recién proclamada Internacional Comunista Revolucionaria (ICR), también es extremadamente optimista. El curso central por el que abogan es la construcción de un partido revolucionario. Está bien, pero ¿qué significa eso? Significa unirse a la ICR. De acuerdo, y ¿qué camino deben seguir los sindicatos según la ICR? No tiene ninguna perspectiva más allá de uno que otro llamado grandilocuente a ocupar fábricas. Pero, ¿qué deben hacer los oprimidos ante una ola de reacción? Unirse a la ICR, por supuesto. ¿Cómo luchar contra la austeridad y la guerra? Unirse a la ICR. ¿Y qué hace la ICR? Lee libros, vende periódicos una vez a la semana y hace largos análisis del mundo. ¿Y qué tal buscar desempeñar algún tipo de papel decisivo en la lucha de clases? Eso no es para ellos. Primero deben tener diez mil miembros.
Una organización trotskista importante que se opone a la tendencia del optimismo fatuo es Lutte ouvrière en Francia. Nadie puede acusarla de ser optimista. Predice guerras y crisis y cree que no se puede hacer gran cosa al respecto. Para ella, la tarea consiste simplemente en aferrarse a las ideas del comunismo y esperar tiempos mejores (suena familiar). Sobra decir que, en un periodo de crisis aguda, cuando la clase obrera se enfrente a ataques devastadores, tendrá poco que decir de quienes predican abstractamente sobre el futuro y no ofrecen ningún camino concreto para salir del infierno al que se enfrenta hoy.
Un pronóstico es sólo una predicción. Es normal equivocarse. Hay muchas cosas en las que nos equivocaremos. El problema no es tanto equivocarse sino insistir en un camino que los acontecimientos han demostrado equivocado. Los acontecimientos de hoy ya muestran claramente que la clase obrera está a la defensiva. Sin embargo, la mayoría persiste en negar esta realidad. Esto sólo puede conducir al desastre. Pasar a la ofensiva en un periodo de reacción es siempre lo que causa las mayores pérdidas en las filas de la vanguardia. En cuanto a los abstencionistas, puede parecer un camino más seguro, pero la verdad es que en tiempos de crisis es una declaración de bancarrota.
En este momento, uno de nuestros deberes clave es advertir y orientar a los elementos de vanguardia de la clase obrera e intentar hacer entrar en razón a la izquierda. De momento, insistimos en las luchas defensivas. Pero será igual de importante reconocer cuando cambie la situación y reajustar el rumbo rápidamente. Como escribió Trotsky en una ocasión: “Ante los virajes abruptos de la historia, no hay nada más peligroso que aferrarse cómodamente a las viejas fórmulas rutinarias; ese camino conduce directamente a la decadencia” (“¿Partido Comunista Alemán o partido nuevo? [III]”, 29 de marzo de 1933).
Perspectivas para la LCI
Creo que es justo afirmar que la decadencia es exactamente lo que le espera hoy a gran parte de la izquierda. La combinación del colapso del orden mundial liberal —para el que no está preparada— y la desorientación política —pensar que abajo significa arriba y arriba significa abajo— producirá necesariamente una profundización de la crisis en los partidos marxistas. Es probable que veamos el colapso organizativo de muchos de estos partidos. En cualquier caso, podemos esperar que la situación en la izquierda empeore mucho antes de mejorar. Nada de esto es bueno para la clase obrera, ni para la LCI, dicho sea de paso.
No debemos esperar grandes avances en un futuro inmediato. Cualquier apertura que tengamos se verá atenuada por el contexto generalmente reaccionario. También debemos comprender que saber que se avecinan tiempos difíciles no nos hace en modo alguno inmunes a las conmociones que se avecinan. Como la izquierda de la mayoría de los países, nuestro partido se construyó en un periodo de relativa paz y libertades democráticas. No podemos saber exactamente cómo reaccionará cuando aumente la presión. Como la clase obrera en su conjunto, nuestros camaradas se verán afectados por los ataques de la burguesía. Con la clase obrera, resistiremos estos ataques. Pero lo haremos comprendiendo el curso general de los acontecimientos y armados con una visión clara de nuestro propio lugar en el curso del desarrollo histórico: como un polo de claridad proletaria entre la confusión y la crisis.
Para desempeñar este papel, proponemos tres grandes orientaciones en torno a las cuales organizar nuestro trabajo.
1. Clarificación política
En primer lugar, debemos continuar nuestro trabajo de clarificación política y preparación teórica. En un periodo de gran desorientación y agitación, es esencial ayudar al movimiento obrero a orientarse. Ya hemos empezado a hacerlo de diferentes maneras. Hemos publicado artículos teóricos clave sobre los países en los que tenemos secciones, así como sobre otros temas vitales como China, India, Palestina y la cuestión trans. Continuamos este trabajo en este pleno adoptando un enfoque fundamentalmente nuevo sobre la cuestión nacional en Irlanda.
También debemos seguir dedicando una cantidad sustancial de recursos a mantener correspondencia y debates con otras tendencias. Nuestra nueva publicación, Spartacist Letters, tiene por objeto proseguir los debates con otras organizaciones e individuos. Aunque este trabajo ha sido modesto, creo que constituye un ejemplo positivo de cómo llevar a cabo debates sustanciales y constructivos.
A medida que la izquierda se hunda más en la crisis, debemos hacer todo lo posible para limitar la pérdida de cuadros marxistas. No ayuda al movimiento obrero que las organizaciones se derrumben y desmoralicen a sus militantes a causa de escándalos, luchas burocráticas o conflictos personalistas. En el fondo, no son más que síntomas de una desorientación más amplia. Debemos ayudar a los elementos decididos a luchar por la revolución a comprender las razones fundamentales de los estragos al seno de sus organizaciones y a luchar por la clarificación política de las cuestiones esenciales.
2. Orientarnos hacia la clase obrera
Nuestro segundo objetivo debe ser orientarnos hacia el proletariado. Nuestras pequeñas raíces en la clase obrera nos dan una visión clave de su estado de ánimo y sus aspiraciones, y son esenciales para orientar a nuestro partido.
Este trabajo también nos proporciona un terreno importante en el cual poner a prueba nuestras ideas y construir nuestra influencia entre los obreros. En este trabajo podemos ver concretamente cómo la intervención de los revolucionarios puede tener un impacto en la correlación de fuerzas en el lugar de trabajo y en la lucha de clases. En los últimos años hemos adquirido mucha experiencia en este trabajo. Debemos seguir formando y reclutando cuadros proletarios, columna vertebral de toda organización revolucionaria.
El que la clase obrera esté virando a la derecha en muchos países no significa que debamos apartarnos de ella —¡todo lo contrario!—. Es más importante que nunca desarrollar nuestra influencia entre los trabajadores. Orientarse hacia la clase obrera está intrínsecamente ligado a la defensa de los más vulnerables de la sociedad. Con el abandono por parte de los liberales de la causa de los migrantes, las mujeres, los negros y el movimiento LGBTQI+, sólo la clase obrera puede constituir una muralla fiable contra la reacción. Es esencial construir alianzas sólidas entre los sectores oprimidos y el proletariado. Ésta debe ser una parte integral de nuestra orientación en el próximo periodo.
3. Orientarnos hacia el Sur Global
Por último, es crucial ampliar nuestros vínculos en el Sur Global. En muchas partes del mundo, la izquierda marxista es prácticamente inexistente. En muchas otras, las organizaciones que existen están aisladas nacionalmente. Esto suele ocurrir incluso cuando forman parte de tendencias internacionales. En general, la izquierda occidental, que domina muchas de las tendencias marxistas internacionales, dedica una proporción muy pequeña de sus recursos materiales y políticos al trabajo en el Sur Global. Sin embargo, es en el Sur Global donde se concentra gran parte de la clase obrera y donde existe mayor potencial para levantamientos proletarios.
En el último periodo, la LCI ha dado pasos importantes hacia el Sur Global. El primero y principal ha sido corregir nuestro enfoque sobre la cuestión nacional y situar la lucha contra el imperialismo en el centro de nuestra perspectiva. También hemos organizado muchos viajes, aumentado la cantidad de material que traducimos a otras lenguas y escrito una serie de artículos clave. Debemos redoblar estos esfuerzos. Ahora que hemos terminado en gran medida el trabajo de reorientación de nuestras secciones nacionales, debemos concentrarnos en extender nuestro alcance político más allá de las fronteras. Este esfuerzo no debe ser el de un puñado de especialistas, sino que debe ser retomado por todo el partido. Cada camarada debe aprender sobre otros países y ayudar al partido a ampliar su alcance internacional.
Cada una de estas tres orientaciones está íntimamente ligada a las demás. Impulsándolas todas en conjunto, pretendemos posicionar a la LCI para que desempeñe un papel clave en la reagrupación de los elementos de vanguardia en el periodo de agitación y caos que tenemos ante nosotros. Éstas son nuestras tareas actuales; son ambiciosas, pero están enraizadas en las condiciones actuales de la lucha de clases, en el estado general de la izquierda y en nuestras fuerzas—pequeñas, ¡pero resueltas!