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La huelga de la sección 271 contra el gigante ArcelorMittal era una oportunidad perfecta para transformar una lucha económica y por mejores condiciones laborales en una lucha más amplia contra el saqueo y la miseria impuestos por los imperialistas. Los mineros tienen un inmenso poder social. Extendiéndose a los trabajadores del puerto y de la ciudad y a toda la población de LZC que sufre los atropellos de la opresión imperialista, la huelga pudo haber ganado y alterado la relación de fuerzas. Era necesario que la huelga atacara la raíz de la superexplotación de los mineros —la subyugación de México a los imperialistas—, avanzando así los intereses del proletariado y el pueblo mexicano en su conjunto.

Esto no ocurrió debido a la descarada traición perpetrada por la dirección sindical. Gómez Urrutia no puso un pie en LZC durante la huelga porque estaba ocupado apoyando a Morena y Sheinbaum en las elecciones y festejando su victoria. Cuando intervino fue para vender la huelga a través de un acuerdo fraguado a espaldas de los obreros. Un sector de los mineros quiso seguir luchando, pero la dirección del sindicato se opuso a ellos, les retiró los fondos de huelga y los amenazó con que perderían el trabajo. La dirección sindical se puso, efectivamente, del lado de los patrones. Así, los obreros terminaron cediendo y levantaron los piquetes.

Gómez Urrutia y AMLO se jactaron del papel que jugaron al imponer el traicionero acuerdo a los obreros. Éste es un reflejo de su programa populista que busca conciliar a los imperialistas y avanzar los intereses de la burguesía nacional. Es cierto que la combatividad y el poder de los mineros obligó a la patronal a dar concesiones. Sin embargo, no se tocó la verdadera fuente del problema (la opresión imperialista) y las causas que dieron origen a la huelga no se resolvieron. Existe división y desmoralización en las filas de la sección 271, mientras los patrones están envalentonados y amenazan con llevar la producción al Bajío no sindicalizado y otras represalias. Era posible cambiar la marea, pero eso no se logró; la posición del sindicato —y de la clase obrera de todo el país— respecto a los imperialistas y el gobierno de López Obrador se ha debilitado.

La lección central de esta huelga es que se necesitaba una dirección distinta, contrapuesta e independiente de AMLO/Morena. Como señalamos previamente, la dirección del sindicato no tiene una estrategia basada en la lucha contra el imperialismo y no está dispuesta a confrontar al gobierno de Morena. Para las próximas elecciones del 21 de agosto se necesita una plataforma que guíe a los militantes sindicales a fortalecer su organización, unifique a los trabajadores para defender sus intereses y prepare las próximas luchas. Es necesario que los mineros comiencen ya a forjar núcleos que asimilen las lecciones correctas, con el fin de echar a los burócratas y tomar las riendas de su sindicato. Una dirección revolucionaria es fundamental para luchar por los intereses de todo el proletariado en el camino hacia el poder obrero.

De cara a las elecciones, proponemos los siguientes puntos:

  • ¡Nacionalización de las industrias minera y metalúrgica sin indemnización!
  • ¡México fuera del T-MEC! ¡Repudiar la deuda externa!
  • ¡Control sindical de la contratación y la capacitación! ¡Sindicalizar a los subcontratados!
  • ¡Abrir los libros contables!
  • ¡Control sindical de la salud y la seguridad!
  • ¡Ninguna represalia contra ningún minero!
  • ¡Unificación del sindicato con base en la democracia proletaria!