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La reciente visita a México de Marco Rubio, secretario de Estado de EE.UU., dejó dos cosas claras: 1) A Sheinbaum ya no le está alcanzando; mucha retórica sobre soberanía pero cada vez menos margen de maniobra frente a Trump. 2) Las grandes decisiones del país no se toman en Palacio Nacional sino en la Casa Blanca. El optimismo de los populistas es fatuo; los ataques de Trump ya han causado severos estragos. Los aranceles han provocado la pérdida masiva de empleos, golpeando especialmente a las industrias automotriz y siderúrgica, y causado el cierre de fábricas enteras. Con la amenaza de aún más aranceles pendiendo sobre sus cabezas cual espada de Damocles, el gobierno mexicano ha aceptado —según Trump— la exigencia de eliminar las barreras “no arancelarias” contra las compañías estadounidenses. Esta medida apunta directamente contra el sector energético nacionalizado y el litio. Las políticas antiinmigrante de Trump han traído decenas de miles de deportaciones, una caída en las remesas y el engrosamiento del desempleo en México. Y esto es tan sólo el comienzo.

En el artículo “Obreros, campesinos: ¡Hay que defendernos de Trump” (El Antiimperialista No. 3, marzo de 2025) advertimos que eran urgentes luchas defensivas para poner un alto a los imperialistas. Expusimos qué haría un genuino gobierno antiimperialista ante esta embestida: movilizar y fortalecer a las organizaciones obreras y campesinas, atacar la propiedad imperialista en respuesta a los despidos, mantener las riquezas del país aquí, expropiar los bancos y repudiar la deuda para enfrentar la extorsión financiera, reforzar las relaciones comerciales con China. ¿Y qué ha hecho el gobierno de Sheinbaum desde entonces? Contemporizar con los imperialistas, congratularse por exiguas prórrogas a los aranceles, desmovilizar las luchas de los trabajadores, defender el T-MEC como instrumento para el desarrollo del país, sumarse a la campaña contra China, colaborar con las agencias de seguridad imperialistas y, eso sí, innumerables mañaneras hablando sobre independencia nacional. Si analizamos cómo han cambiado las cosas en los últimos seis meses, cómo el país y los trabajadores se encuentran en una mucho peor posición frente a Trump, es evidente que el gobierno de Sheinbaum no ha pasado la prueba y que necesitamos otra dirección —una obrera e independiente— de la lucha contra los imperialistas.

Los populistas en la cuerda floja

Sheinbaum ha insistido por meses que hará respetar nuestra soberanía y sobre esa base llegar a acuerdos con EE.UU. Habla de un trato “preferencial” que ha conseguido a través del diálogo. Sin embargo, hasta ahora, los ataques de Trump han pasado sin dificultad alguna. La estrategia del gobierno mexicano está destinada al fracaso porque busca conciliar los intereses de la clase dominante estadounidense con el desarrollo de México y el bienestar del pueblo, los cuales están evidentemente contrapuestos. El plan general de los populistas es mantener —tanto como sea posible— las condiciones del T-MEC y, en esa medida, preservar las cadenas de producción y distribución, captar inversión extranjera masiva, y conseguir nulos o bajos aranceles y exportaciones ventajosas. Conciliando a los imperialistas, pretenden fortalecer la industria nacional (PEMEX y CFE en particular), desarrollar infraestructura, mantener y extender los programas sociales, etc. Pero esto cada vez más se revela como un sueño guajiro.

La concepción populista de que se puede conseguir bienestar y desarrollo a través de un proceso lineal, pacífico y gradual se basa en la estabilidad que experimentó México en el periodo reciente. En la última década, una gran ola de inversión extranjera amparada por el tratado de libre comercio llegó al país, conforme los capitales imperialistas abandonaban China. Esto fortaleció la posición de AMLO frente a EE.UU. y le permitió dar concesiones a los oprimidos, como los programas sociales y el aumento al salario mínimo, que son la base de las masivas ilusiones en los populistas. Pero hoy, los imperialistas han dado un golpe de timón. Trump está destruyendo las condiciones del periodo previo, buscando revertir el declive de la hegemonía estadounidense, para lo cual tiene que aumentar el saqueo del Sur Global, extorsionar a sus aliados imperialistas y confrontar a China. Respecto a México, su principal semicolonia, necesita quitar toda traba al control de su producción, sus recursos, sus exportaciones y su mercado. El ritmo al que Trump aplique sus medidas puede variar, tener sus altibajos, pero la tendencia a largo plazo no va a cambiar. Y ésta no depende de las ocurrencias de Trump sino de las necesidades más amplias del imperialismo estadounidense (ver “Por qué los imperialistas de EE.UU. necesitan el trumpismo”).

Los populistas se jactan de que la 4T ha sacado de la pobreza a millones de personas. Dejando a un lado el sesgo tramposo de sus criterios, no se puede negar que algunas de sus medidas sí han traído alivio a muchos y significan la diferencia entre morir de hambre o sobrevivir. Pero los programas sociales y otras medidas benéficas para los oprimidos tienen cimientos muy endebles: no se basan en el fortalecimiento de las organizaciones obreras y campesinas o en incursiones contra los imperialistas para arrebatarles los recursos que tanto se necesitan, sino en condiciones mundiales muy particulares y una profunda dependencia de la economía mexicana respecto a EE.UU. Con la crisis que se avecina, es muy probable que el gobierno ponga sobre la mesa el desmantelamiento de los programas sociales y una mutilación aún mayor de los servicios públicos. ¡Los pobres de la ciudad y el campo no pueden dejar pasar un ataque más contra la educación, la salud y la seguridad social, ni dejarse arrebatar los programas sociales!

Sheinbaum encadena la lucha contra Trump a la burguesía nacional, la cual está atada a los imperialistas por sus intereses, negocios e inversiones. En la medida que los ataques de Trump arruinen más la economía, asusten la inversión extranjera y asfixien el presupuesto, los populistas se verán forzados a aceptar tratos cada vez más rastreros. Como ya lo anticipaba el primer secretario de Hacienda de este gobierno, seguramente la burguesía mexicana tendrá que solicitar préstamos al FMI para rescatar sus negocios y paliar la crisis, endeudando aún más al país. El imperialismo yanqui tendrá mano libre para imponer condiciones más despiadadas y Morena será desgarrado por la presión. A falta de una opción revolucionaria, el descontento será canalizado hacia la derecha —una solución a la Milei— o a una nueva opción populista que administre la terrible austeridad.

Para luchar contra la opresión imperialista hay que voltear a la clase obrera y ponerla en movimiento, rompiendo con el chantaje de la “unidad nacional” de Sheinbaum que la encadena a la perspectiva populista. La defensa del país empieza por luchar ahora por defender las condiciones de trabajadores, campesinos, mujeres, indígenas, etc. El proletariado debe acaudillar al pueblo para evitar que Washington y sus lacayos mexicanos le arrebaten más de lo que ya han hecho. Por ejemplo, los aranceles y las restricciones de exportación a productos agroalimentarios, las deportaciones y la austeridad están condenando al desahucio al campesinado pobre. Una alianza obrera y campesina sólo podrá forjarse si los trabajadores luchan por arrancar los recursos de manos de los imperialistas y los ponen a disposición de los campesinos pobres para sacar al campo del atraso. Un movimiento decidido que luche por esto, o que apunte a rechazar el pago del FOBAPROA, o que se erija en defensa de lo que queda del sector energético nacionalizado, o que tenga como fin luchar por servicios de educación y salud gratuitos y de calidad podría galvanizar al pueblo. Hay que empezar por rechazar los chantajes de Trump y exigir: ¡Ningún acuerdo entreguista! ¡Abajo la diplomacia secreta!

Los dirigentes sindicales a la cola de los populistas

El movimiento obrero se encuentra paralizado, con un sentimiento de impotencia frente a Trump. ¿Por qué estamos en esta situación? En el primer semestre de este año, hubo una serie de conflictos que bien podían haber sido la chispa para una lucha más amplia en defensa del país. Los maestros, los mineros, los obreros automotrices, las sobrecargos y otros buscaban obtener salarios más altos, mejorar sus condiciones de trabajo y defender sus prestaciones. Sin embargo, sus luchas fueron abortadas o acabaron en derrotas. ¿Qué pasó? Los líderes sindicales de Audi y de las sobrecargos de Aeroméxico frenaron las luchas por aumentos salariales esgrimiendo la supuesta mala situación de esas compañías. A los maestros del SUTIEMS y de Chapingo el gobierno les recitó la cantaleta de que el presupuesto no alcanzaba y sus dirigentes levantaron sus huelgas sin conseguir sus demandas. Gómez Urrutia justificó pírricas utilidades para los mineros de Lázaro Cárdenas diciendo que ArcelorMittal no tenía ganancias.

La situación actual pide a gritos luchas defensivas. Pero en todo momento el gobierno de Morena se ha erigido como un obstáculo enorme a que siquiera se originen estas luchas o ha impedido que tengan una verdadera victoria aquellas que sí surgen. En vez de estar buscando desembarazarse de esta carga, las direcciones sindicales actuales centran sus energías en reforzar las ataduras al Morena y promover la colaboración de clases con la burguesía mexicana en estos tiempos difíciles. Hace unos cuatro meses, dirigentes de la CTM, la CROM, la CROC, los telefonistas, los mineros y otros sindicatos se reunieron con las cúpulas empresariales para firmar un pacto cuyo fin es institucionalizar el “diálogo social”. Se trató, una vez más, de alinear a las organizaciones obreras detrás de la “unidad nacional” de Sheinbaum y su plan de “acción” frente a los imperialistas, aspirando a lo más a influir en la renegociación del T-MEC. (Para entender por qué esta estrategia sólo nos subordina más a EE.UU., ver “¡No se puede defender a México apoyando el T-MEC!”, El Antiimperialista No. 3, marzo de 2025.)

La lucha de la CNTE de mayo-junio fue el punto álgido del primer semestre del año, una oportunidad dorada para cambiar la marea a favor de los oprimidos. Los maestros habían detenido ya la reforma de Sheinbaum que pretendía poner el financiamiento del ISSSTE sobre los hombros de los trabajadores del sector público. Pero no conformes con eso, se movilizaron para echar abajo la Ley del ISSSTE del 2007 y abolir las odiadas Afores. Esta lucha apuntaba directamente contra el capital financiero imperialista, ya que son los bancos, en su mayoría extranjeros, los que obtienen grandes ganancias a costa de los fondos para el retiro de los trabajadores. Sin embargo, tras casi un mes de plantón en el Zócalo de la Ciudad de México, el magisterio puso fin a su movilización sin haber visto satisfechas sus demandas.

Los maestros no pudieron ganar a otros trabajadores a su lucha, a pesar de que ésta estaba también en su interés objetivo. Algunos cuantos sindicatos apoyaron de palabra, pero se rehusaron a movilizar a sus bases en acciones concretas. La mayoría simplemente fue indiferente. Los dirigentes de estos sindicatos tienen una enorme responsabilidad por el revés que sufrió la CNTE y por no hacer nada contra el robo que sufren sus propias bases. Pero también es cierto que el programa de la dirección de la CNTE fue incapaz de vincular sus demandas con las aspiraciones de sectores más amplios de la población. Así, un gran número de personas, incluyendo muchos trabajadores, estaban molestas por los constantes bloqueos y marchas que paralizaban cada día la ciudad. Sheinbaum atizó este descontento al lanzar una rabiosa campaña de desprestigio contra la CNTE, acusando al magisterio de querer más presupuesto a costa de programas sociales y servicios públicos, así como de privar a los niños de educación.

La manera de unificar a la población tras de sí, y extender su lucha al poderoso proletariado industrial, era a través de una decidida lucha antiimperialista: es el imperialismo de EE.UU. el que saquea los recursos que tanto necesita el país, el que exige ataques a las condiciones de trabajo, el que devasta el campo y lanza a la ruina a los pequeños comerciantes, el que impone una salvaje austeridad que los populistas implementan, etc. Sin embargo, la CNTE enfocaba su lucha como una cuestión estrecha entre los maestros y el gobierno mexicano. Aunque podía lanzar todo tipo de acusaciones correctas contra los populistas, la CNTE no ofreció una dirección de la lucha antiimperialista contrapuesta a éstos. Al final, los maestros no pudieron vencer las divisiones fomentadas por Morena y terminaron aislados y desgastados. Para añadir insulto a la injuria, el gobierno de Sheinbaum sembró discordia entre la CNTE al difundir que le había dado concesiones a la Sección XXII a cambio de levantar el paro.

Nosotros intervinimos en la lucha con nuestras modestas fuerzas para tratar de dotarla con un programa de acción antiimperialista, alrededor del cuál se pudiera cohesionar una dirección determinada a implementarlo. Explicamos que una lucha resuelta por arrebatarle a los imperialistas los recursos de las pensiones podía cohesionar a los obreros y retar la conciliación de Morena (ver “Se necesitaba extender la huelga”). Buscando hacer esto concreto, impulsamos mociones en asambleas por un frente único contra las Afores que aglutinara a todos los trabajadores del país. Lamentablemente, este llamado no fue retomado. Si bien la CNTE no ha sido aplastada, hoy sí se encuentra en peor situación frente al gobierno que hace unos meses.

¿Qué debemos hacer?

Los imperialistas están haciendo recaer sobre los trabajadores y el pueblo mexicanos el costo de los aranceles y demás medidas. Los patrones utilizan cada vez más el chantaje de que si los obreros no aceptan sus condiciones las empresas podrían cerrar. Es cierto que hay riesgo de perder empleos si se lucha, pero si no se hace nada ciertamente se perderá mucho más y las condiciones de vida se desplomarán drásticamente. Y, sin embargo, no parece haber respuesta por parte del movimiento obrero organizado.

El ejemplo más escandaloso es el proyectado cierre de la planta de Nissan CIVAC que va a dejar en la calle a unos 2 mil cuatrocientos trabajadores y devastará a comunidades enteras en el estado de Morelos. Hasta ahora la respuesta de los dirigentes del Sindicato Independiente de Trabajadores de Nissan Mexicana se ha limitado a declaraciones vacías sobre negociar las mejores condiciones de liquidación para los trabajadores. Por otro lado, Pedro Haces, diputado morenista y dirigente de la CATEM —que tiene la representación del contrato colectivo en la planta de Nissan Aguascalientes—, se ha dedicado a sostener reuniones con representantes de la empresa para abordar el proceso del cierre de la planta en Morelos y la transición de operaciones a la otra planta. ¿Que tal llevar a cabo acciones conjuntas de los trabajadores de ambas plantas en oposición a los cierres y por mejores condiciones de trabajo en contra del mismo patrón? ¡Ni les pasa por la cabeza!

El proletariado debe batirse a través de sus organizaciones de defensa colectiva que son los sindicatos. Pero al frente de éstos se encuentran burócratas traidores que no sólo le ponen el pie a cada paso a los trabajadores sino que implementan los recortes, los despidos y los paros técnicos. Una lucha que atente realmente en contra de los imperialistas trastocaría la paz social y la unidad nacional de Morena. Y estos dirigentes no están dispuestos a ello. Se aferran al plan de Sheinbaum de otorgar todavía más concesiones a los imperialistas con tal de no perder inversiones en espera de una “solución” diplomática. Los militantes sindicales más conscientes deben forjar núcleos revolucionarios dentro de los sindicatos que le disputen la dirección a estos líderes entreguistas de la manera más urgente.

Los ataques están diezmando a la clase obrera y cada vez será más difícil responder. ¡Pero aún hay tiempo! El proletariado no está en la lona y aún tiene un enorme poder social en sus manos. Es fundamental luchar contra las muchas divisiones dentro de la clase obrera promovidas por los patrones y reforzadas por las actuales dirigencias sindicales: entre sindicalizados y no sindicalizados, basificados y eventuales, hombres y mujeres, académicos y administrativos, etc. En la medida en que la situación económica empeore, esas divisiones crecerán y reforzarán la mentalidad individualista del “sálvese quien pueda”. Esta tendencia debe ser resistida o nos hundiremos todos. Los trabajadores deben flexionar su músculo para defender al país, proteger colectivamente sus empleos y las conquistas en sus contratos colectivos y evitar el desplome de la calidad de vida. Pero para que esto suceda es necesario romper con la estrategia populista que nos está atando de manos. ¡Por un partido de los trabajadores que luche verdaderamente por la liberación nacional y social!