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El aeropuerto de la Ciudad de México (AICM), el principal del país, tiene un peso económico y una importancia estratégica gigantescos. No sólo es esencial para el transporte de millones de personas cada año. Además, y sobre todo, es vital para el traslado de mercancías en México y América Latina, así como de insumos que los imperialistas necesitan para sus cadenas de producción. Ésta es la razón por la que EE.UU. lo considera una pieza clave para sus intereses y, de hecho, dicta todo lo que pasa en él —desde procedimientos de seguridad hasta la operación internacional—. Incluso las aerolíneas mexicanas dependen de los imperialistas para acceder al mercado aéreo mundial.

El saqueo de México ha significado privar al país de los recursos para mantener en buen estado los aeropuertos —por no hablar de desarrollar una verdadera industria aeronáutica—. Al mismo tiempo, las exigencias de la integración con EE.UU. a raíz del T-MEC han causado una monstruosa saturación del AICM, generando superganancias para las compañías extranjeras y nacionales a costa de que los trabajadores sean sometidos a peores condiciones de trabajo y una explotación cada vez mayor. Los salarios bajos, las jornadas agotadoras, la falta de personal, la inestabilidad laboral e infraestructura sin mantenimiento adecuado son la norma.

La ofensiva de Trump empeorará estas condiciones. Su administración ya castigó a México imponiendo restricciones a las aerolíneas del país para ingresar a EE.UU. Esta medida es una respuesta a la decisión del gobierno mexicano de mover las aerolíneas cargueras al AIFA y de reducir franjas horarias para las compañías estadounidenses en el AICM. Este chantaje atenta contra la soberanía más básica del país —decidir sobre sus aeropuertos—. Los patrones buscarán echar en los hombros de los trabajadores el precio de este ataque, exprimiéndolos más. La prohibición de vuelos de aerolíneas mexicanas provocará despidos. A medida que los golpes de EE.UU. arrecien lo más probable es que Sheinbaum acceda a las exigencias de la Casa Blanca, como ha sucedido en otros frentes. Mayor saturación del AICM por el regreso de las cargueras imperialistas provocará aceleración del ritmo de trabajo, imposición de horas extras, etc.

Los trabajadores necesitan prepararse y defender sus condiciones de vida y trabajo, lo cual significa defender al país de las imposiciones de Washington. La condición para que lo hagan efectivamente es mandar al demonio el chantaje de que deben atenerse a las medidas de Sheinbaum para lidiar con Trump y evitar cualquier acción independiente que perturbe la relación de México con los imperialistas. Sheinbaum pretende conciliar la soberanía nacional y condiciones decentes para los trabajadores con el yugo de EE.UU., con las ganancias millonarias de sus compañías y el pago de deudas agiotistas, como la que dejó la cancelación del aeropuerto en Texcoco. Tal estrategia es incapaz de detener la mano de la Casa Blanca, desarma a los obreros y garantiza que se mantenga el robo a manos llenas.

Los trabajadores sólo pueden confiar en su fuerza para hacer retroceder a Trump. No obstante, aunque la situación en el país empeora, muchos compañeros en el AICM piensan que la mejor forma de conservar el empleo es preocuparse sólo por sí mismos y no meterse en problemas con los patrones. Aunque el descontento con las condiciones de trabajo está bastante extendido y los obreros pueden ver que las medidas de Trump son malas noticias, aquellos trabajadores con ganas de hacer algo sienten que es imposible luchar por mejorar la situación. Tal estado de ánimo, por supuesto, no es culpa de ellos, sino de las direcciones sindicales.

Los líderes de los sindicatos aeroportuarios han sacrificado durante décadas una conquista tras otra, han permitido que los patrones dividan a sus propias bases y aceptado que haya puestos de trabajo que no estén sindicalizados. Uno de los resultados más dañinos de su política es la enorme cantidad de trabajadores eventuales —algo impensable hace 30 años—. Esto es una poderosa arma de los patrones para evitar y sofocar cualquier lucha. Los trabajadores eventuales están bajo constante amenaza de perder el empleo, y no se involucran en luchas por mejoras por el miedo a ser echados. A su vez, esto genera recelo entre los trabajadores de planta, quienes tampoco ven factible luchar solos. Para enfrentar esta división, los sindicatos deberían pelear por basificar a los eventuales, lo cuál fortalecería al sindicato para así luchar por mejores condiciones para todos. Esto socavaría el divide y vencerás de la patronal. Pero nada de esto pasa por la mente de dichos líderes, quienes están más preocupados de no perturbar la “operación normal” del aeropuerto y no causarle problemas al gobierno.

De cara a la actual ofensiva trumpista, la mayoría de las direcciones sindicales simplemente han guardado silencio y las pocas excepciones, como ASPA, se limitan a repetir la perspectiva del gobierno de buscar el “diálogo” para resolver la situación y proteger los empleos. Fue con esta política que recientemente sabotearon una serie de luchas que pudieron cambiar la marea en favor de los trabajadores. Bajo el argumento de la difícil situación del país y el “mal” estado de las empresas, la dirección de ASSA permitió que Aeroméxico inflamara la división entre los sobrecargos con contrato A y B, manteniendo las diferencias de pago entre éstos por trabajo igual, y evitó la huelga a cambio de un aumento inferior a lo que pedían sus miembros. Mientras tanto, el SINACTA tiene a los controladores aéreos trabajando “bajo protesta” desde hace ya más de medio año contra la falta de personal y jornadas de 14 horas. Esta inacción sólo ha desmoralizado a los trabajadores y los ha puesto en una condición mucho peor respecto a los imperialistas y el gobierno.

Los trabajadores tienen toda la razón de estar enfurecidos con sus dirigentes después de tantas traiciones. Muchas veces, los representantes sindicales no se esfuerzan siquiera en presentarse ante ellos o tomar acciones serias para acudir en su auxilio ante los abusos de las empresas. No sorprende que muchos trabajadores se cuestionen siquiera para qué tener un sindicato y terminen viendo al gobierno o a los propios representantes de la empresa como un mejor medio para avanzar sus intereses. Es crucial entender que los sindicatos son indispensables para organizar la fuerza de los obreros en el lugar de trabajo contra los patrones. Todas las traiciones han sido producto de la política con la que son dirigidos. Los sindicatos en el AICM hoy son como un martillo cuya cara está siendo usada para sacar clavos. No es que el martillo no sirva, sino que no se le está dando el uso correcto.

Los trabajadores deben reconstruir la confianza en sí mismos y en sus organizaciones luchando para que los sindicatos abandonen su actual pasividad y se involucren en luchas defensivas. En este periodo en el que hay un clima mundial reaccionario, en el que los ataques imperialistas avanzan y en el que hay apatía y desmoralización, los trabajadores militantes pueden empezar por formar núcleos que retomen cuestiones básicas de defensa. Deben considerar qué cuestiones, por modestas que sean, atraerán el mayor apoyo posible —oposición a los despidos, mejor equipo de protección personal y herramientas de trabajo, transporte seguro de la casa al trabajo para el turno nocturno, etc.— y buscar movilizar a las bases para obtenerlas. Esto puede tener un gran impacto entre todos los trabajadores. Les mostraría concretamente que necesitan actuar como fuerza colectiva y animarlos a luchar por que se respeten sus conquistas y conseguir más. A su vez, apuntaría a la necesidad de llevar a cabo acciones unificadas de todos los sindicatos del aeropuerto para enfrentar en conjunto los embates de las compañías aéreas.

Pero no se trata de una cuestión de mera combatividad, aunque ésta ciertamente es necesaria. Se trata de que estos núcleos se forjen alrededor de una estrategia completamente diferente, una que esté dispuesta a traspasar los límites aceptables para los patrones extranjeros y nacionales, retando así la paz social que Morena intenta mantener. Es esta perspectiva la que puede trazar un camino para enfrentar los obstáculos que paralizan la capacidad de lucha de los sindicatos, como las innumerables divisiones entre sus miembros, la competencia entre los distintos sindicatos, la falta de democracia real para los trabajadores y la enorme cantidad de compañeros no sindicalizados. Los trabajadores del aeropuerto tienen un enorme poder social debido a su trabajo estratégico. Es este poder al que los patrones y los imperialistas temen. Hay una buena razón por la que los gobernantes tienen tipificado el delito federal de “ataque a las vías de comunicación”. Y es este mismo poder social el que los trabajadores pueden desencadenar para hacer la diferencia si cambian el rumbo de sus organizaciones.

Los trabajadores aeroportuarios mexicanos tampoco están solos. Tienen un poderoso aliado en las entrañas mismas de la bestia imperialista: los trabajadores aeroportuarios y aeronáuticos estadounidenses, quienes también están sufriendo los ataques de Trump. Los obreros de Boeing, por ejemplo, se han ido a huelga en dos ocasiones para luchar contra el deterioro de sus condiciones de trabajo, que han convertido a las aeronaves que fabrican en un peligro con alas. Mientras tanto los controladores aéreos en Estados Unidos han denunciado pésimas condiciones laborales, saturación y falta de equipo de trabajo adecuado que sólo significan un riesgo para pasajeros y trabajadores, como se ha visto en repetidas ocasiones en los últimos meses. La lucha por forjar la más amplia solidaridad con estos trabajadores sería un mensaje más contundente contra Trump que cualquier declaración de Sheinbaum o cualquier argumento legalista de la Secretaría de Relaciones Exteriores. Los trabajadores deben tener siempre muy presente que nuestros amigos no están en Palacio Nacional, sino en los aeropuertos y las fábricas de EE.UU.