QR Code
https://iclfi.org/pubs/ai/4/china

En su intento por detener su declive, el imperialismo de EE.UU. está impulsando una guerra comercial a gran escala contra la República Popular China (RPCh), su principal competidor, y preparándose cada vez más para una potencial conflagración militar. Los imperialistas estadounidenses están decididos a aplastar por cualquier medio al estado obrero chino y revertir las conquistas surgidas de la Revolución de 1949. En ese marco, y con la amenaza de mayores aranceles de por medio, Trump trata de usar a México como un peón en su cruzada. El proceso de revisión del T-MEC ya inició y EE.UU. buscará una renegociación completa que imponga una “cláusula anti-China” —que prohíba a Canadá y México firmar un TLC con ese país—, así como modificar el capítulo sobre reglas de origen para cerrar el acceso a componentes chinos. EE.UU. quiere acabar con China mientras refuerza todavía más su yugo sobre México. ¿Por qué estaría en el interés de los trabajadores —y de la nación mexicana en su conjunto— sumarse a esta ofensiva?

Tenemos que luchar por romper la profunda dependencia económica respecto a EE.UU. y reclamar el control de México sobre su comercio exterior. Lo que previene esta lucha es el servilismo del gobierno de Sheinbaum. La presidenta ha hecho todo lo contrario: ha renunciado a inversiones chinas —que no son insignificantes—, ha llevado a cabo decomisos de mercancías chinas en aduanas y puntos de venta, y planea imponer aranceles del 50 por ciento a las importaciones provenientes de ese país en respuesta a la presión de Trump. El Plan México explícitamente llama a sustituir artículos chinos por productos manufacturados en Norteamérica y fortalecer a la región en los marcos del T- MEC en contraposición a China.

Algunos sectores de trabajadores ven con simpatía las medidas que restringen el comercio con la RPCh, porque temen que la sobrecapacidad china y el enorme volumen de importaciones provenientes del país asiático pongan en riesgo sus empleos. Los líderes sindicales utilizan este miedo justificado para movilizar a sus bases detrás del programa populista de conciliación a los imperialistas. Es cierto que las acciones de la camarilla gobernante del Partido Comunista Chino (PCCh) no tienen como propósito avanzar los intereses del proletariado internacional sino mantener sus privilegios, y que por eso buscan mantener las condiciones previas de hegemonía del imperialismo estadounidense que le permitieron a China un crecimiento formidable. Pero China y México tienen un enemigo en común en el imperialismo estadounidense: éste es el que amenaza la existencia de la RPCh y el que está poniendo en entredicho las condiciones de trabajo y de vida de millones de trabajadores y campesinos pobres en México.

Un verdadero gobierno antiimperialista propondría un trato al PCCh donde las dos partes ganen. México no sólo es el principal proveedor de productos a EE.UU., sino también el principal mercado para los productos estadounidenses. Trastocar esta situación golpearía severamente los planes imperialistas, incluyendo contra China. México necesita productos manufacturados y maquinaria barata e infraestructura que China puede proveer a cambio de materias primas y condiciones favorables para su inversión. Las empresas chinas y los proyectos de infraestructura deberían emplear a trabajadores locales sindicalizados y contratados con los más altos salarios. Y todo esto bajo un plan de desarrollo conjunto controlado por los sindicatos de ambos países, que establezca cuotas de producción y esté orientado a mejorar las condiciones de vida de las masas. Esto sería mil veces más efectivo para defender a México y China, contrarrestar los extendidos prejuicios antichinos y forjar la unidad antiimperialista entre las masas de ambos países, que andar dependiendo de las clases dirigentes de los países semicoloniales y la burocracia china. ¡Por la colaboración de México con la RPCh! ¡Defender a México y China contra Trump!