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Traducido de Palestine needs a real victory (inglés), Workers Hammer No. 255
El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Hammer No. 255 (enero de 2025), periódico de nuestros camaradas de la Spartacist League/Britain.

Por más de un año, los palestinos resistieron heroicamente la embestida genocida de Israel. Cuando el alto al fuego entró en vigor el 19 de enero, los gazatíes salieron a las calles desafiantes y eufóricos. Todo el poderío de las fuerzas armadas israelíes no pudo aplastar su determinación, y Hamás no ha sido derrotado. Esto, en sí mismo, constituye un éxito innegable.

Aunque la sensación de triunfo y alivio es totalmente comprensible, no debe impedir una evaluación sobria del resultado global de la guerra. En medio de las legítimas celebraciones, también encontramos muchos análisis ilusorios que presentan la guerra como un desastre absoluto para Israel y un triunfo para Palestina. David Hearst, editor en jefe de Middle East Eye, escribe que “tras 15 meses de brutalidad, Israel ha fracasado en todos los frentes”. El problema con estas evaluaciones no es sólo que son erróneas, exagerando el éxito de la resistencia y escondiendo los reveses bajo la alfombra, sino que son profundamente desorientadoras.

Es necesario apoyar incondicionalmente a la resistencia palestina en su lucha contra el estado sionista. Habiendo dicho esto, apoyar la liberación palestina no significa ser porristas ciegos. Es claro que la difícil situación de los palestinos, sobre todo los de Gaza, dista mucho de haber terminado. De hecho, el 26 de enero, el presidente Trump amenazó con “limpiar” Gaza. Así pues, es esencial aprovechar este respiro, por breve que sea, para extraer lecciones y preparar la siguiente fase del conflicto, de modo que pueda desembocar en una victoria real y decisiva sobre el sionismo.

Un balance sobrio

Muchos han evaluado el resultado de los últimos 15 meses de guerra tomando en cuenta el objetivo declarado de Israel de eliminar a Hamás. Es evidente que Israel fracasó en este frente. Sin embargo, esto sólo ofrece una imagen parcial. Para tener una apreciación más completa, debemos examinar la situación estratégica general de la región.

Más allá de la conmoción inicial que el 7 de Octubre supuso para la sociedad israelí, la violencia y la duración del conflicto se vieron alimentadas por un cambiante equilibrio de fuerzas en el Occidente Asiático. Durante años, el Eje de la Resistencia, que incluye a Irán, Hezbolá, los hutíes, Hamás y Siria (antes de la caída de Assad), había estado ampliando sus capacidades militares. En el contexto del relativo declive del poderío mundial de Estados Unidos, esto tenía implicaciones explosivas. Para muchos en los círculos dirigentes israelíes, era más importante reafirmar el dominio regional que destruir definitivamente a Hamás.

Así pues, aunque la presión de la administración entrante de Trump fue importante para obligar a Netanyahu a comprometerse con la propuesta de alto al fuego, negociada meses atrás, el otro factor clave fue el sentimiento entre los dirigentes políticos de Israel de haber asestado golpes decisivos al Eje de la Resistencia. Para evaluar la realidad de esto, debemos observar en qué situación deja el conflicto a los principales miembros de esta alianza.

Hamás sigue en pie y, por el momento, parece beneficiarse de un fuerte apoyo popular por haber liderado el esfuerzo de resistencia contra Israel. Seguramente seguirá constituyendo una amenaza para la seguridad de Israel. Pero en este momento sus capacidades están muy reducidas y necesitará muchos años para adquirir la fuerza necesaria para lanzar una operación como la del 7 de Octubre. Además, sin duda será un enorme desafío gobernar las ruinas que hoy conforman Gaza. Queda por verse cómo evolucionará políticamente la población en las condiciones inhumanas en las que se encuentra. Hamás afrontará este reto con un núcleo de soldados probados, pero con muchos de sus líderes políticos más capaces asesinados.

Hezbolá tampoco ha sido aplastado, pero ha sufrido golpes debilitantes. Todo su alto mando ha sido asesinado y gran parte de su capacidad ofensiva ha quedado destruida por los bombardeos de Israel y la invasión del sur del Líbano. Pero aún más devastadores son los golpes políticos autoinfligidos. Las raíces de Hezbolá en el sistema confesional libanés implican que su apoyo popular se restrinja a la secta chiíta, y a tener un enfoque militar conservador de “paciencia estratégica” a la hora de enfrentarse a los israelíes y los estadounidenses. Además, su fracasada, sangrienta y costosa intervención en Siria no hizo sino distanciarla de más capas del mundo árabe y musulmán.

El resultado está claro: una y otra vez Israel llevó a cabo provocaciones y crímenes inimaginables pero sólo causó respuestas muy moderadas por parte de Hezbolá. Esta evidente conciliación y parálisis política asestó un duro golpe al movimiento y sin duda tendrá consecuencias en su posición dentro del Líbano y en el mundo árabe en general.

Los hutíes salen de esta fase del conflicto en una posición bastante fuerte. Más que nadie en el mundo musulmán, han asestado serios golpes militares y estratégicos a Israel. A pesar del poderío combinado de Estados Unidos, Israel, Gran Bretaña y otros aliados, los hutíes nunca se acobardaron y mantuvieron la capacidad de perturbar gravemente el comercio en el Mar Rojo y golpear directamente a Israel. Podemos estar seguros de que la pausa en las hostilidades en Gaza llevará a que los imperialistas redoblen esfuerzos para aplastar a los hutíes. Sin embargo, su programa religioso-nacionalista (por ejemplo, su infame consigna de “maldición a los judíos”) y la base sectaria de su dirección obstaculizarán su capacidad de resistencia.

El colapso de Siria, más que ningún otro acontecimiento, ha supuesto un duro golpe estratégico para el Eje de la Resistencia. A largo plazo, una Siria más volátil será un problema para Israel. Pero, por el momento, la crisis ha permitido a Israel destruir gran parte del equipo militar sirio y ha abierto la puerta a una ocupación sionista aún mayor del territorio sirio. El colapso de este miembro fundamental del Eje de la Resistencia también ha cortado las líneas de suministro entre Irán y el Levante.

La posición de Irán es un tanto contradictoria. En el plano militar, ha podido demostrar que dispone de capacidades avanzadas, que pueden causar daños significativos a Israel. Además, los mejores intentos de Netanyahu de arrastrar a EE.UU. a una guerra contra Irán han fracasado, y las instalaciones nucleares iraníes están intactas. Sin embargo, al nivel político, Irán se encuentra más aislado y dividido; perdió un aliado clave en Assad y también causó frustración entre sus aliados por su moderación.

Como explicamos en “¿Por qué nadie detiene a Netanyahu?” (suplemento de Spartacist, 4 de octubre de 2024), la dirección iraní se debate entre seguir una vía de conciliación o entrar en un conflicto frontal con Estados Unidos. Esta última opción no sólo tendría un costo enorme, sino que además dejaría a Irán aislado en una región que, en su mayor parte, odia su régimen clerical chiíta.

La realidad estratégica global es mucho más heterogénea que la descrita por quienes afirman que Israel ha sufrido una derrota en todos los frentes. Además, el objetivo histórico del proyecto sionista —ampliar sus fronteras según el mito bíblico— también ha avanzado. Israel no sólo ha ocupado más territorio, ha intensificado su ofensiva en Cisjordania y ha dejado Gaza inhabitable, sino que también ha sido capaz de movilizar a su población en un frenesí genocida sin precedentes hasta la fecha.

El mito del colapso israelí

Cualquier éxito que Israel haya tenido ha venido con un alto costo en términos de pérdidas militares, gastos financieros e influencia diplomática. Pero es absurdo afirmar que Israel está cerca de la derrota final.

Un mito persistente es que Israel es un enemigo frágil que se derrumbará bajo presión, al igual que la dominación blanca en Sudáfrica, el dominio colonial francés en Argelia y el régimen pro estadounidense de Vietnam del Sur. La brutal represión colonial es el común denominador en todos estos ejemplos. Pero la sociedad israelí está mucho más aislada económica y socialmente de la población nativa que los regímenes coloniales blancos de Argelia y Sudáfrica, que dependían de la mano de obra de los súbditos nativos. Israel tampoco es un simple régimen títere como el de Vietnam del Sur, que tenía poca base de apoyo en el país. Más bien, Israel ha sido capaz de construir un estado-nación con una economía relativamente avanzada, lo que lo convierte en un enemigo más formidable y duradero que otros estados coloniales.

Esto no significa que Israel sea invulnerable, pero habla en favor de conocer cuáles son los fundamentos reales de su poder y cómo socavarlos. No se trata de conceptos intangibles, como la fuerza de sus mitos nacionales y la opinión pública mundial. El poder sionista reside en hechos materiales. Debe mantener la cohesión interna, el apoyo inquebrantable del imperialismo estadounidense y las divisiones regionales. Sólo minando decisivamente estos tres pilares podremos abrir verdaderamente el camino hacia la libertad palestina.

Perspectivas para la liberación palestina

El peor error cometido por el Eje de la Resistencia es pensar que puede simplemente sobrevivir a Israel. La inmensa presión sobre la sociedad israelí desde el 7 de Octubre y su creciente aislamiento internacional no han hecho que Israel sea menos peligroso. Más bien, como una bestia herida, el estado sionista sólo se está volviendo más violento, frenético e impredecible a medida que siente que su fuerza flaquea. Palestina no puede permitirse simplemente sobrevivir; necesita una estrategia que pueda conducir a la plena liberación de la forma más rápida y eficaz posible. Para ello debemos tomar en cuenta qué ha funcionado y qué no en los últimos 15 meses.

El genocidio israelí ha provocado movimientos de solidaridad sin precedentes con el pueblo palestino. Aunque éstos han conseguido el apoyo y la atención de las masas, no se han traducido en gran éxito político o militar. La razón principal es que el movimiento pro palestino ha sido incapaz en general de conectar con el descontento de la clase trabajadora en casa. Más bien, se percibe como una causa algo distante que requiere principalmente indignación moral.

Para dotarlo de verdadera fuerza, incluida la capacidad de detener el envío de armas y mercancías a Israel, el movimiento debe dejar de dirigir sus energías a presionar a gobiernos o instituciones plenamente comprometidos con Israel. Debe mostrar a la clase obrera de todos los países cómo su propia opresión a manos del imperialismo está relacionada con la lucha palestina. Esto no sucederá a través del lloriqueo liberal o la prédica religiosa de los actuales líderes del movimiento. Es urgente que el movimiento palestino internacional se reoriente y garantice una perspectiva más proletaria y antiimperialista en la próxima fase de su lucha.

En cuanto a las tensiones dentro de Israel, éstas han aumentado considerablemente. Sin embargo, no se han traducido en ninguna manifestación significativa de solidaridad con los palestinos ni con nadie de la región. Cualquiera que fuera la intención del 7 de Octubre, su consecuencia fue unir a la sociedad israelí en una manía genocida. No se puede plantear que Palestina abandone la lucha armada; las impotentes negociaciones diplomáticas no llevarán a ninguna parte. Pero la lucha debe librarse de forma que exacerbe las fisuras dentro de Israel. Cada muerte de un civil israelí contribuye más a fomentar el apoyo a la opresión palestina que a debilitar a Israel. Militar y estratégicamente, estos ataques son contraproducentes.

La guerra es la continuación de la política por otros medios: una estrategia religiosa-nacionalista empleará tácticas militares que empujen la confrontación a lo largo de líneas nacionales y religiosas. Dada la abrumadora superioridad militar de Israel, Palestina no puede esperar ganar mediante una confrontación directa con toda la nación israelí. Las apelaciones sentimentales al ala liberal sionista de la clase dominante no son una mejor opción. Por el contrario, una estrategia de internacionalismo proletario orientaría sus acciones hacia escindir a la nación israelí sobre líneas de clase, paralizando su aparato militar y fracturándola desde dentro. Los socialistas de la resistencia deben elaborar esta estrategia, poner en práctica sus tácticas y demostrar que es más eficaz.

Uno de los roles más lamentables en el genocidio de Gaza lo han desempeñado los regímenes musulmanes aliados de Estados Unidos. Aunque murmuraron palabras de desaprobación bajo la presión de sus poblaciones, no movieron ni un dedo para apoyar a los palestinos, los libaneses, los hutíes o los iraníes. Un objetivo central de la resistencia debe ser fomentar y organizar la lucha contra estos traicioneros peones del imperialismo.

En la mayoría de los casos, la oposición dentro de los países musulmanes es religiosa o liberal pro imperialista. Es muy evidente que ninguna de estas plataformas puede unificar la región contra Israel y Estados Unidos, y mucho menos proveer derechos democráticos y desarrollo económico. Para expulsar al imperialismo y liberar a Palestina, es necesario desatar el sentimiento popular a favor de un cambio democrático y social detrás de la dirección de la clase obrera, la única fuerza en la región que tiene un interés genuino en plenos derechos democráticos para todas las naciones y las religiones y que no se beneficia en modo alguno de conciliar al imperialismo estadounidense.

Estas lecciones clave deben discutirse y debatirse. El optimismo desmesurado no ayudará a los palestinos en lo más mínimo. Ahora es el momento de reagrupar a los elementos más decididos del movimiento pro palestino y de la izquierda socialista en un partido de combate capaz de llevar a Palestina a una verdadera victoria. ¡Adelante hacia una Palestina roja y libre!