https://iclfi.org/pubs/ai/3/trotsky
A continuación publicamos (ligeramente editadas) las presentaciones de Anacleto Juárez (miembro del Comité Central del GEM) y Julia Emery (miembro del Comité Ejecutivo Internacional de la LCI) al III Evento Internacional León Trotsky, llevado a cabo en Buenos Aires, Argentina, en octubre de 2024. Nuestras pláticas, así como el resto de nuestras intervenciones durante el evento, tenían como propósito discutir la relevancia del trotskismo para avanzar de manera concreta las luchas de la clase obrera hoy día.
MÉXICO:
¡Por la emancipación obrera y nacional!
La cuestión central de la revolución mexicana es la liberación del país de la opresión imperialista. La tarea fundamental de los comunistas en México, y en todo el mundo semicolonial, es forjar direcciones revolucionarias de la clase obrera que sean capaces de dirigir la lucha por la emancipación nacional y social. Esto es lo que concretamente significa la teoría de la revolución permanente de Trotsky. Un programa así debe estar dirigido a romper las ilusiones que tiene el proletariado mexicano y las masas campesinas empobrecidas en el populismo —ahora encabezado por Claudia Sheinbaum— y sus actuales direcciones sindicales, pues éstos contienen sus luchas contra el imperialismo y las sabotean a cada paso. En contraste, la izquierda mexicana, incluyendo a los autoproclamados trotskistas, ha respondido a los gobiernos populistas de Morena alineándose a uno de los dos polos que la ha plagado históricamente. Por un lado, están los que, con el argumento de luchar contra el imperialismo, terminan liquidándose en apoyo de los populistas, renunciando así a la independencia de clase. Por el otro, y en respuesta a esta capitulación a la burguesía nacional, están los que rechazan la lucha por la liberación del país como inherentemente nacionalista y, por lo tanto, reaccionaria. Lo que estos dos polos tienen en común es que dejan intacta la dirección de los populistas sobre el proletariado, y, por ende, no retan la dominación imperialista.
México está en una situación peculiar en el sistema imperialista. El país ha ganado autoridad en Latinoamérica por ser capaz de hacerle frente a los imperialistas. El triunfo abrumador de Sheinbaum contrasta con muchos países latinoamericanos donde ha habido una consolidación de la derecha. El grueso de la izquierda, incluso algunas organizaciones trotskistas, ha celebrado su triunfo como una victoria para los trabajadores y los pobres de México. Morena parece estar más fuerte que nunca, y ahora tiene la mayoría en el Congreso. Mientras las crisis sacuden el continente, como en Argentina, México parece no ser afectado, y, al contrario, está creciendo económicamente. El país está en relativa estabilidad. ¿A qué se debe esto? En el contexto del declive del imperialismo estadounidense, en la medida en que éstos retiran sus capitales de China los están llevando a México, aprovechando la mano de obra barata y calificada y demás condiciones que le son favorables. Esta relocalización de la industria está resultando en un boom de parques industriales, plantas automotrices, agribusiness, etc. México ahora es el principal socio comercial de Estados Unidos, y éste exige cada vez más sudor y sangre del pueblo mexicano. Todo esto ha ocasionado que la clase obrera del país crezca en número y poder.
Esta situación —incluyendo la sobreextensión del imperialismo en Ucrania e Israel— le ha permitido a los populistas tener un poco más de margen de maniobra con respecto a los imperialistas. Elevados por las luchas obreras y campesinas de las últimas décadas contra el neoliberalismo, los populistas han tomado algunas medidas tímidas de soberanía nacional y dado concesiones a obreros y campesinos, como lo son el aumento al salario mínimo y los programas sociales. El programa de Sheinbaum, como el de López Obrador, busca acuerdos que “beneficien” a los imperialistas y los obreros. Este intento de conciliar intereses irreconciliables tiene como finalidad aprovechar la inversión extranjera para desarrollar al país, y al mismo tiempo avanzar los intereses de la burguesía nacional y extraer un poco de beneficios para los trabajadores y los oprimidos, sobre quienes se apoyan. Es decir, se basa en la conciliación con los imperialistas y significa, en los hechos, que los trabajadores renuncien a sus aspiraciones y se sometan a los deseos de aquéllos y los de sus agentes locales. Así, el populismo es incapaz de llevar la lucha por la liberación nacional hasta sus últimas consecuencias porque está atado a los imperialistas y porque representa los intereses de una clase propietaria, y una lucha así pondría en peligro su existencia como clase.
Las dos fuerzas decisivas en México son la poderosa clase obrera y los imperialistas. La burguesía nacional, al no poder jugar un papel independiente, se encuentra maniobrando entre el joven y poderoso proletariado y el imperialismo yanqui. Con una situación internacional cada vez más inestable, Sheinbaum tendrá, por un lado, la constante presión por parte de los imperialistas para facilitar el saqueo del país y mantener las condiciones precarias del proletariado mexicano. En aras de conciliar a los imperialistas, se asegurará de que las masas trabajadoras no rebasen los límites aceptables por estos buitres. Por el otro lado, el proletariado, cuyas necesidades más básicas —como salarios suficientes, vivienda, salud y educación de calidad— no han sido satisfechas, seguirá presionando por resolverlas, peleando contra los imperialistas y sus lacayos nacionales. Morena no puede servir a dios y al diablo, y las crecientes presiones de ambos lados amenazan con resquebrajarlo. Esto provocará una reacción de los trabajadores y/o de la derecha pro imperialista.
Estas luchas del proletariado en defensa de sus condiciones de vida y trabajo han aumentado en el último periodo. En lo que va del año ha habido varias luchas importantes, como la huelga de los trabajadores de Audi en febrero y la de los mineros de Lázaro Cárdenas (LZC), Michoacán, que duró casi dos meses. Nuestra intervención buscó hacer de estas huelgas luchas antiimperialistas, ofreciendo a los trabajadores un plan de lucha concreto que vinculara cada lucha por mejoras económicas con la necesidad más amplia de atacar la raíz de las condiciones de explotación de los trabajadores y del país: la subyugación imperialista. Con base en ese programa antiimperialista luchamos por aglutinar estas luchas de tal forma que avanzaran la emancipación nacional del país. En Audi, llamamos a los obreros a enviar comités a VW para extender la huelga a esta planta del mismo patrón, y en LZC a extender la huelga al puerto (el segundo más importante del país) y a toda la ciudad, así como luchar por “¡Cancelar la deuda externa!”, “¡Abajo el T-MEC!” y “¡Expropiación sin compensación del sector minero-metalúrgico!”.
Denunciar a López Obrador y a la dirección sindical como traidores sin un plan para ganar es estéril y no ayuda a la clase obrera a romper sus ilusiones. Luchamos por un camino concreto para la victoria, el cual estaba contrapuesto al que era sostenido por la dirección sindical y con el cual dirigía la huelga. Buscamos que al luchar por implementarlo los obreros pusieran a prueba a su dirección mostrando en la acción que su programa era un obstáculo, ya que está basado en dañar lo menos posible los intereses imperialistas, no mellar su buena relación —de subordinación— con los mismos, y presionar a los obreros a rebajar sus demandas. Para asegurar la victoria, tenían que romper con este programa y, en última instancia, desafiar al gobierno de Morena. De hecho, en LZC, después de 2 meses sin hacer nada, el mismo Gómez Urrutia —secretario general del sindicato minero— intervino traicionando a los mineros huelguistas al negociar a espaldas de los obreros e imponerles un acuerdo entreguista, obligándolos a terminar su huelga.
¿Qué ha hecho la izquierda durante estas luchas? Contrario a ofrecer un programa concreto de lucha, la izquierda trotskista en México está totalmente aislada en la burbuja de la Ciudad de México, enfocada en la pequeña burguesía estudiantil. No está buscando ser un factor activo en las luchas del proletariado (la clave de la liberación nacional) que ofrezca un camino concreto de lucha basado en un programa antiimperialista. Más ampliamente la izquierda es casi totalmente marginal en las luchas del proletariado. Por ejemplo, el Movimiento de las y los Trabajadores por el Socialismo, camaradas mexicanos del PTS, se dedicó a alabar las luchas en Audi y LZC y a llamar por la solidaridad. Pero no hizo nada para desafiar el dominio político de las actuales direcciones sindicales y los populistas. Si bien levantaba todo tipo de críticas a la dirección del sindicato de Audi —y en el caso de LZC ni siquiera eso—, el hecho es que el MTS jamás expuso a la burocracia por su crimen principal: su conciliación al imperialismo y la lacaya burguesía nacional. Éste es un ejemplo de la incapacidad de la izquierda de ofrecer una estrategia antiimperialista, que fusione la lucha por la emancipación nacional con la social.
Las luchas que mencioné son sólo una probadita de los grandes combates que se avecinan. En resumen y en palabras de Trotsky:
“La IV Internacional reconoce todas las tareas democráticas del estado en la lucha por la independencia nacional, pero la sección mexicana de la IVa compite con la burguesía nacional frente a los obreros, frente a los campesinos. Estamos en perpetua competencia con la burguesía nacional, como única dirección capaz de asegurar la victoria de las masas en el combate contra los imperialistas extranjeros”.
ARGENTINA:
Las tareas de los trotskistas en la lucha contra Milei
Dado que el propósito de los marxistas es intervenir en las luchas actuales para avanzar los intereses de los trabajadores, voy a centrar esta breve presentación sobre la lucha por el poder obrero en la época postsoviética en lo que está ocurriendo actualmente en Argentina.
La cuestión estratégica aquí es la lucha contra el sometimiento imperialista del país. La situación es típica de lo que enfrentan los trabajadores en muchos países. El imperialismo estadounidense ha estado a la ofensiva durante los últimos 30 años, mientras que el movimiento obrero ha sufrido de muchos años de pasividad, con una dirección que ha supervisado una derrota tras otra. Los movimientos de protesta contra las depredaciones del imperialismo han sido dirigidos por fuerzas que no son revolucionarias y que impiden sistemáticamente la posibilidad de una lucha exitosa. ¿Cuál es la tarea de los trotskistas frente a este problema?
Al nivel internacional, la izquierda está desorientada y dividida y es incapaz de influir en el curso de los acontecimientos. En Argentina esto se expresa de la manera siguiente: en el último año, Milei ha tenido éxito en la aplicación de su plan motosierra, y la clase obrera y otros oprimidos están en una situación cualitativamente peor. Argentina tiene las mayores fuerzas trotskistas del mundo, pero a pesar de esto no ha habido una respuesta seria del movimiento obrero, y los trotskistas no son vistos por la clase obrera como una alternativa viable a sus direcciones actuales. ¿Cómo se explica esto?
Como sabemos, son los peronistas los que tienen un férreo control sobre la clase obrera organizada, y han demostrado que no tienen ninguna intención de organizar la lucha necesaria. ¿Cómo responde la izquierda a este problema? Por un lado, están los oportunistas que liquidan su propia bandera en nombre de la unidad contra el imperialismo y Milei. Esto incluye, por ejemplo, a los grupos que votaron por Massa hace un año y que argumentan que ahora no es el momento de criticar a los peronistas; que el enemigo es Milei. Por otro lado, la mayoría de los grupos trotskistas están siguiendo un curso sectario. En nombre de la independencia de clase, denuncian a los peronistas como traidores o como burgueses, lo cual es cierto, pero en lugar de combatir esta dirección frontalmente en los sindicatos, dan vueltas alrededor del problema. Llaman a organizarse por separado del grueso de la clase obrera en asambleas “autoconvocadas”, asambleas barriales, sindicatos combativos o paralelos, etc., dividiendo así a los trabajadores. Lo que tienen en común las respuestas oportunistas y las sectarias es que abandonan la lucha por la dirección de los sindicatos y dejan a los trabajadores bajo la dirección de los peronistas, garantizando que no se moverán contra Milei.
Esto es típico del problema de la izquierda en el periodo post-soviético, tanto en Argentina como en otros lugares. Enfrentados a dirigentes nacionalistas o liberales, los comunistas o bien se liquidan, o bien se organizan paralelamente al movimiento obrero. Ambas cosas son un rechazo del leninismo. Lenin luchó por una ruptura revolucionaria con los socialchovinistas y los centristas. Esto no se puede hacer si los trotskistas capitulan directamente ante los peronistas. Pero tampoco se puede hacer si los trotskistas se niegan a estar con los trabajadores peronistas, en sus sindicatos, presentando un plan de lucha comunista, en contraposición a la perspectiva de los peronistas.
Por lo que he visto durante mi tiempo en Argentina este año, la respuesta de los trotskistas es —por ejemplo en las luchas actuales de los docentes, no docentes y estudiantes— simplemente declarar todo el apoyo a las luchas existentes y llamar a más combatividad. Tienen algunas críticas de los peronistas, pero no avanzan una estrategia para ganar la lucha. Todo el mundo exige un “plan de lucha”. Pero, ¿cuál es el plan? Más asambleas para hablar de un “plan”... Tal vez otro paro nacional de 24 horas, lo cual sabemos no cambiará la situación. Es claro que la estrategia actual de una movilización masiva cada tres meses y paros aislados en varios sectores no puede derrotar a Milei. Exigir en abstracto un “plan de lucha” significa dejar la iniciativa a los peronistas, y esperar que ellos propongan el “plan”. De esta manera, los trotskistas no son una alternativa a los peronistas.
Los oportunistas tanto como los sectarios piensan que presionar a los peronistas para que sean un poco más combativos, sin desafiar su programa completamente derrotista, puede cambiar la marea. Pero el problema de los peronistas no es que no sepan cómo ser más combativos. De hecho, lo que ya estamos viendo es que una parte de los peronistas, bajo la presión de sus bases, está empezando a adoptar un tono más combativo. A menos que la izquierda se reoriente urgentemente, estos peronistas canalizarán la ira hacia otro callejón sin salida. El problema con los peronistas es su programa, que se basa en mantener la unidad con un ala de la burguesía, lo que hace que siempre acaben conciliando con el imperialismo. Por eso, incluso los peronistas militantes siempre terminan saboteando la lucha.
Lo que se necesita es una perspectiva para movilizar a la base de los sindicatos peronistas para defender las condiciones de vida básicas de los trabajadores, en contra de sus dirigentes traidores. Los peronistas tienen una contradicción: son los responsables de la crisis económica en Argentina, y esto explica por qué muchos votaron por Milei. Pero al mismo tiempo, muchos de los logros que el peronismo aportó a la población en el pasado se ven amenazados bajo Milei, y la base de los peronistas tiene muchas razones para luchar. Los revolucionarios tienen que explotar esta situación, poniendo a prueba las ilusiones de los trabajadores en sus dirigentes y mostrando que éstos no son capaces de lograr su propia demanda de “la Patria no se vende” a los imperialistas.
Por eso, hace unos meses, llamamos al FIT-U y a la CGT/CTA a hacer un frente único contra el saqueo nacional, con reivindicaciones claras y sencillas, ligadas a la perspectiva de un gobierno del FIT-U y de los sindicatos. ¿El objetivo? Proponer una alternativa al círculo vicioso de peronistas y gobiernos neoliberales, ninguno de los cuales puede resolver los problemas económicos del país, y desenmascarar a los dirigentes peronistas frente a las masas. Pero la mayoría de los grupos trotskistas con los que hemos hablado rechazaron esto. Señalaban que los dirigentes peronistas son traidores (lo cual es cierto); pero la tarea es precisamente luchar por sustituirlos por una dirección socialista en los sindicatos.
La situación que enfrenta la izquierda argentina no es muy diferente del problema en otros países: hace décadas que la izquierda subordina los intereses de los trabajadores a alianzas con fuerzas liberales o nacionalistas. En los países imperialistas, la izquierda se ha liquidado en un movimiento liberal tras otro. En países como Estados Unidos y Francia, la respuesta de la izquierda al ascenso de los populistas de derecha ha sido aferrarse a las mismas fuerzas liberales que han sido responsables de hacer bajar el nivel de vida durante años, como el Partido Demócrata y el Nuevo Frente Popular. Esto es un rechazo total del combate de Lenin por consolidar una vanguardia comunista, luchando por una ruptura con los dirigentes actuales.
Si criticamos a la izquierda, no es porque pensemos que sólo nuestra pequeña organización, la Liga Comunista Internacional, es capaz de dirigir las luchas obreras, sino porque nosotros mismos hemos padecido durante muchos años los mismos problemas que vemos en el resto de la izquierda: íbamos y veníamos entre el oportunismo y el sectarismo. A veces nos poníamos a la cola de movimientos de protesta liberales y después nos corregíamos, y para mantener nuestra bandera pura y limpia ofrecíamos fórmulas marxistas ortodoxas desde fuera, sin ofrecer ningún camino a seguir. En 2023 emprendimos una importante reorientación, que se explica en este número de Spartacist [No. 42, noviembre de 2023], y creemos que las cuestiones que hemos debatido están planteadas hoy para todos los grupos de izquierda. Cualquiera que tome en serio la lucha por el socialismo tiene que enfrentar la cuestión de: ¿cuál es el propósito de una organización marxista en esta época? Nuestro documento “El declive del imperio de EE.UU. y la lucha por el poder obrero” trata de responder a esta pregunta analizando lo que ha estado frenando al movimiento obrero en el periodo postsoviético y proporcionando un programa para lo que hay que hacer ahora.