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https://iclfi.org/pubs/ai/2/icr
Traducido de IMT founds RCI: The GRANT leap forward (inglés), Workers Hammer No. 252

El siguiente artículo ha sido traducido de Workers Hammer No. 252 (primavera de 2024), periódico de nuestros camaradas de la Spartacist League/Britain. La conferencia de fundación de la ICR a la que hace alusión tuvo lugar en junio de este año. Al igual que sus camaradas británicos, la sección mexicana de la ICR, la antes llamada Izquierda Socialista, ha dado un giro brusco a la izquierda, cambiando su nombre por el de Organización Comunista Revolucionaria.

En junio de este año, la Corriente Marxista Internacional (CMI) fundará la Internacional Comunista Revolucionaria (ICR). No todos los días se proclama una nueva internacional, y mucho menos una que promete ser la primera auténtica internacional de la clase obrera desde la Comintern de Lenin. ¿Qué hay detrás de esta transformación radical de la CMI? ¿Ha develado la tendencia fundada por el difunto Ted Grant el secreto del leninismo en la nueva época?

Para responder a esta pregunta, debemos analizar la base política de este salto adelante, elaborada centralmente en el “Manifiesto de la Internacional Comunista Revolucionaria”, un documento que la CMI describe como un hito histórico de la “mayor importancia para el movimiento comunista mundial”. En este manifiesto, la futura ICR afirma tener de manera única las “ideas correctas”. Veamos, pues, qué ideas justifican exactamente tan audaces afirmaciones.

El manifiesto de la ICR contiene mucho análisis, pero más allá de hacer llamados abstractos al comunismo, no ofrece ningún camino a seguir en los principales conflictos que sacuden el mundo. Sorprendentemente, el manifiesto no incluye ningún programa para la liberación de Palestina, a pesar de que Gaza está siendo bombardeada y aniquilada por hambre. ¿Y qué hay de las tareas actuales de los trabajadores en relación con la guerra de Ucrania, el conflicto más importante en Europa desde la Segunda Guerra Mundial? Nada, ni una palabra.

Por otra parte, y de forma un tanto extraña, el manifiesto se toma la molestia de explicar que no hay peligro de fascismo porque

“amplias capas que antes se consideraban de clase media (profesionales, trabajadores de cuello blanco, maestros, profesores universitarios[!], funcionarios, médicos[!] y enfermeras) se han acercado al proletariado y se han sindicado”.

Pero, ¿cómo luchar contra el auge de la reacción derechista, una cuestión candente en todo el mundo? No hay nada. Pero no hay de qué preocuparse, seguro que los profesores universitarios y los médicos vendrán al rescate.

Sobre la lucha por la liberación de los negros, la liberación de las mujeres y la liberación de las personas trans, el manifiesto afirma la perogrullada de que “la lucha contra todas las formas de opresión y discriminación es una parte necesaria de la lucha contra el capitalismo”, para luego dejar claro que “nuestra actitud es esencialmente negativa. Es decir: nos oponemos a la opresión y la discriminación de cualquier tipo”. En otras palabras, no tienen nada positivo que decir sobre cómo avanzar concretamente cualquiera de estas luchas hoy en día.

¿Y qué tal la lucha contra el imperialismo? ¿Seguramente el manifiesto por una nueva internacional dice algo sobre cómo liberar a la mayoría de la población mundial de la bota del capital financiero extranjero? Más allá de la consigna vacía “¡Abajo los ladrones imperialistas!”, ni una palabra. De hecho, ni siquiera se menciona la opresión nacional.

El punto no es que la CMI/ICR no diga nada sobre todas estas cuestiones en general (más sobre lo que sí dicen más adelante). Más bien se trata de que responder a la pregunta “¿qué hacer?” ante la crisis mundial no constituye la base de su Internacional Comunista Revolucionaria. Esto plantea la pregunta: ¿cuál es entonces la base para fundar esta nueva internacional?

Respondiendo a la pregunta “¿Ha llegado el momento de crear una Internacional Comunista Revolucionaria?”, el manifiesto explica:

“Las últimas encuestas en Gran Bretaña, Estados Unidos, Australia y otros países nos proporcionan una indicación muy clara de que la idea del comunismo se está extendiendo rápidamente. El potencial del comunismo es enorme. Nuestra tarea es hacer realidad este potencial dándole una expresión organizativa”.

Ésta es la clave de la gran transformación de la CMI. Artículo tras artículo repiten que millones de jóvenes se sienten atraídos por el comunismo, y que “no necesitan ser convencidos. Ya son comunistas” (marxist.com, 11 de marzo). En otras palabras, la razón principal para fundar la ICR es un movimiento coyuntural hacia la izquierda entre ciertas capas de la juventud pequeñoburguesa de los países imperialistas. Esto no es una base sólida. En La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Lenin explicaba:

“El pequeño burgués ‘enfurecido’ por los horrores del capitalismo es, como el anarquismo, un fenómeno social propio de todos los países capitalistas. Son notorias la inconstancia de este revolucionarismo, su esterilidad y la facilidad con que se transforma rápidamente en sumisión, apatía, fantasía, incluso entusiasmo ‘furioso’ por tal o cual corriente burguesa ‘de moda’”.

Es evidente que la audacia de las pretensiones de la ICR sólo es superada por la vacuidad de su contenido.

Sus lecciones sobre Corbyn y las nuestras

Es importante comprender que la reorientación radical de la CMI no ha surgido de la nada, sino que es una reacción impresionista y oportunista a los cambios en el panorama político, sobre todo en Gran Bretaña. Fue la sección británica de la CMI, Socialist Appeal (SA), la primera que empezó a agitar en favor del comunismo. Y fue en el centro londinense donde se marcó el tono internacional.

Como dejan claro los documentos de la ICR, es en gran parte debido a la desilusión en Corbyn, Syriza, Sanders y similares que la CMI se ha vuelto hacia la bandera supuestamente impoluta del “comunismo”. Para explicar el giro actual de la CMI debemos fijarnos en sus acciones durante los años de Corbyn y, más específicamente, en las lecciones que ha extraído de esta experiencia.

Para empezar, decir que SA, que pronto será el Revolutionary Communist Party (RCP), estaba metido hasta el cuello en el movimiento de Corbyn sería quedarse muy corto. Toda su existencia siempre estuvo definida por el Partido Laborista, así que cuando Jeremy Corbyn fue elegido líder, fue un sueño hecho realidad. Los titulares de Socialist Appeal incluían “¡Terminar la revolución de Corbyn!” (15 de julio de 2016), “¡Vota por Corbyn! ¡Lucha por el socialismo!” (22 de agosto de 2016), “Nos enfrentamos a la lucha de nuestras vidas: ¡movilízate por la victoria de Corbyn!” (30 de octubre de 2019). El objetivo era claro: apoyar a Corbyn y empujarlo hacia la izquierda.

Incluso después de las desastrosas elecciones de Corbyn en 2019, cuando traicionó a la clase obrera al hacer campaña por un segundo referéndum sobre el Brexit, en un artículo titulado “Después de las elecciones: Continuar la revolución de Corbyn”, el líder de la CMI, Alan Woods, explicaba que “no es el corbynismo el que ha fracasado, sino el blairismo, el liberalismo y el centro” (18 de diciembre de 2019).

Sin embargo, en los años posteriores a la derrota de Corbyn, el laborismo de izquierda ha estado en constante retroceso. Sir Keir Starmer ha purgado al ala izquierda del laborismo y ha hecho especial hincapié en expulsar a Socialist Appeal. En el fondo, son estos golpes objetivos y no una reevaluación crítica de su curso anterior lo que ha empujado a SA a reorientarse radicalmente. Sólo recientemente han empezado a denunciar a Corbyn con el fin de argumentar que “un papel especialmente pernicioso lo ha desempeñado la llamada izquierda” (manifiesto de la ICR).

Aunque tales afirmaciones son evidentemente ciertas, las conclusiones prácticas que el RCP extrae de ellas son erróneas. Por ejemplo, ha cerrado la puerta a cualquier tipo de planteamiento táctico al laborismo, la izquierda laborista o las elecciones en el momento actual. En su lugar, el RCP se dedica a un radicalismo vacío totalmente desconectado de las luchas y la conciencia de la clase obrera británica.

Hay que decir que Socialist Appeal no fue el único en vitorear a Corbyn mientras estuvo en la dirección del Partido Laborista. Toda la izquierda hizo lo mismo, incluido Workers Hammer. Sin embargo, a diferencia de SA, reconocimos nuestros errores y tratamos de sacar lecciones políticas clave de ellos (ver Workers Hammer No. 247, invierno 2021-2022). En lugar de simplemente denunciar al laborismo, cambiar nuestro nombre y agitar banderas rojas, entendimos que en el fondo el fracaso de los presuntos revolucionarios a lo largo de los años de Corbyn fue no luchar por una escisión con el laborismo de izquierda.

Esto no podía hacerse simplemente denunciando a Corbyn, sino mostrando la necesidad de romper con su programa, que, al poner siempre la unidad con la derecha por encima de los principios, era un obstáculo para derrotar a los blairistas. Éste es el significado de la táctica del frente unido: tomar parte en la lucha conjunta con los reformistas y demostrar en la acción la necesidad de una ruptura con el oportunismo.

Sin embargo, en lugar de esto, toda la izquierda “marxista” se liquidó en el frente unido y se negó a presentar una estrategia fundamentalmente diferente para luchar contra los blairistas. Esto no sólo subordinó a los elementos más combativos del partido a la estrategia perdedora de Corbyn y su equipo, sino que también traicionó la tarea de ganar una fracción del Partido Laborista al comunismo.

Lejos de reconocer esta realidad e intentar comprender en qué estuvo mal su perspectiva estratégica dentro del laborismo, el nuevo RCP acaba de pasar la página. Ahora encarna irónicamente la peor caricatura de los sectarios ultraizquierdistas denunciados por SA no hace tanto tiempo.

Lecciones de la ola de huelgas

Después de Corbyn, el acontecimiento más importante que dio forma a la izquierda británica fue la oleada huelguística de 2022-2023. Aquí también podemos entender la trayectoria general de la CMI/ICR observando los salvajes zigzags de su sección británica.

En el punto álgido de las huelgas, SA apoyó a la secretaria general de Unite, Sharon Graham, orgullosa lacaya de la OTAN y una de las principales figuras responsables de la derrota de la oleada huelguística (ver “Sharon Graham or Lenin? You can't have both” [¿Sharon Graham o Lenin? Es una o el otro], Workers Hammer No. 250, verano de 2023). La tarea urgente a lo largo del conflicto era construir una oposición de izquierda dentro de los sindicatos basada en organizar una confrontación real con el odiado y débil gobierno tory. Pero en lugar de esto, SA, como la mayoría de los otros grupos de la izquierda, simplemente pidió más coordinación entre los sindicatos, o algunos días más de huelga aquí y allá, mientras se mantenía en bloque con un ala de la burocracia.

Nada simboliza mejor este pacto de no agresión con las cúpulas sindicales que la negativa de SA a levantar la consigna básica “Nunca cruces un piquete de huelga”. Esta consigna no sólo era esencial para la construcción de las huelgas, sino que iba directamente en contra de la estrategia de posar para la foto de los dirigentes sindicales. El oportunismo de SA sobre esta cuestión fue tanto más evidente porque sus camaradas de la Canadá inglesa organizaron toda una campaña en torno a la consigna “Los piquetes de huelga significan no cruzar”, mientras que en Gran Bretaña rechazaron por completo nuestros llamados a levantar esa consigna.

Ahora que la oleada huelguística ha sido derrotada, el RCP ha denunciado a Sharon Graham y por fin ha mencionado su apoyo al “régimen respaldado por la OTAN en Ucrania” (The Communist, 10 de abril). En consonancia con el nuevo giro a la izquierda del RCP, el artículo proclama: “Lo que se requiere, en cambio, es construir una dirección comunista revolucionaria que sea combativa y democrática, basada en la militancia de las bases sindicales”. Esto es ciertamente correcto, formalmente hablando; la pregunta es: ¿cómo se avanza esta perspectiva concretamente?

Nunca se construirá una dirección revolucionaria en los sindicatos ondeando banderas rojas y proclamando la necesidad de acciones radicales, sin importar los obstáculos que se interpongan en el camino. Pero así es justo como el RCP entiende la “dirección revolucionaria”. El artículo del 5 de abril en The Communist sobre los resultados de la votación indicativa del NEU [Sindicato Nacional de la Educación] es sintomático. El artículo no sólo niega el hecho muy real de que el sentimiento en el sindicato es de mayor desmoralización que el año pasado, sino que su “audaz perspectiva y estrategia combativa que vincula nuestra lucha para defender la educación a la lucha contra el capitalismo” consiste en una serie de amplias demandas políticas sin ningún puente con la situación real a la que se enfrentan los maestros. Por supuesto, es necesario “¡derrocar a los tories y al sistema podrido que defienden!”. La pregunta que dejan sin respuesta es cómo lo hará el sindicato mientras invita a altos directivos a sus reuniones, y mientras los profesores se sienten totalmente impotentes ante la aplastante carga de trabajo, las escuelas decrépitas y el empeoramiento del comportamiento moldeado por dos años de confinamientos y decadencia social.

Cuando el contexto social en Gran Bretaña era explosivo, SA planteaba reivindicaciones mínimas y apoyaba a los burócratas de izquierda. Ahora que el ambiente es sombrío y desmoralizado, el RCP denuncia a todos los burócratas sindicales y llama a la acción radical. La continuidad entre el viejo curso y el nuevo es que ninguno hace nada para impulsar la lucha de clases o construir una oposición seria a la burocracia.

¿Esquema piramidal o leninismo?

Un partido revolucionario se construye guiando la lucha de clases, ayudando a los trabajadores y los oprimidos a superar los obstáculos que frenan el avance de sus intereses. El movimiento pro Palestina en Gran Bretaña está atascado porque sus dirigentes tienen un pie con el movimiento y el otro con Starmer. Lo mismo puede decirse de la apenas existente oposición a la campaña de la OTAN en Ucrania. Es impotente porque se basa en parlamentarios laboristas de izquierda que han callado por la intimidación de Starmer. En los sindicatos, las bases están sufriendo mientras los dirigentes sindicales se niegan a organizar una lucha real.

En todos estos casos, la tarea de los revolucionarios es romper las cadenas que frenan al movimiento y mostrar concretamente que avanzar en las diversas luchas requiere librarse de las garras de los laboristas timoratos. Ésta es la esencia del leninismo y debe ser el propósito de todas las tácticas.

Durante décadas, el enfoque de la CMI consistió en empujar a los partidos reformistas y los burócratas sindicales hacia la izquierda, sin luchar nunca por hacer avanzar una escisión revolucionaria. Ahora, sin reconocer ni un solo paso en falso anterior, la ICR proclama que construirá un partido revolucionario mediante el crecimiento exponencial de sus propias fuerzas. El problema es que proponen hacer esto sin responder seriamente a ninguno de los argumentos que atan a los obreros y los oprimidos a sus líderes reformistas, incluyendo a partidos estalinistas como el KKE griego, al que ahora parecen tan aficionados.

¿La solución para Palestina? Intifada hasta la victoria. ¿La solución para Ucrania? Revolución. ¿Para la opresión de las mujeres y de los negros? Abolir el capitalismo. ¿Contra la dominación de Modi? Huelga general. ¿Contra Starmer? Comunismo. Éstas no son respuestas. Son consignas vacías que pueden atraer a una cierta cantidad de jóvenes... durante un tiempo, pero son totalmente inútiles para hacer avanzar realmente la lucha de clases.

En lugar de enfrentarse directamente a los problemas que han plagado a la CMI y a toda la izquierda marxista en las últimas décadas, la ICR ha girado bruscamente a la izquierda, gritando al vacío su ira contra el capitalismo. Pero como no pueden dar respuestas a las cuestiones a las que se enfrenta la clase obrera, han optado por construir su partido mediante un vulgar esquema piramidal. La fórmula es sencilla: fomentar una energía frenética y presionar a cada nuevo miembro para que reclute a otro cada varios meses. De este modo, la ICR pasará de miles a decenas de miles y a millones. No hace falta ser marxista para saber cómo acabará esto. Como todo plan de este tipo, acabará colapsando bajo su propio peso.

Partiendo de nuestra propia experiencia de sectarismo, colapso y reorientación, sólo podemos instar a los camaradas de la ICR a que enfrenten las duras realidades de su pasado y presente, enraizándose en las lecciones del movimiento marxista (ver Spartacist No. 42, noviembre de 2023). La ICR no ha inventado nada nuevo, excepto una campaña publicitaria pegajosa. Sólo hay que mirar los escritos de Lenin y Trotsky con los ojos abiertos para ver que la trayectoria de la ICR ha sido seguida y analizada una y otra vez:

“Pero, lo mismo que el reformismo de la época precedente, el sectarismo transforma las tendencias históricas en factores omnipotentes y absolutos. Los ‘ultraizquierdistas’ detienen su análisis justo donde éste comienza. Oponen a la realidad un esquema prefabricado. Ahora bien, las masas viven en la realidad. Y por esto el esquema sectario no tiene la menor influencia en la mentalidad de los obreros. Por su misma esencia, el sectarismo está consagrado a la esterilidad”.

—León Trotsky, “Los ultraizquierdistas en general y los incurables en particular”, 28 de septiembre de 1937