https://iclfi.org/pubs/wv-es/20
El siguiente artículo fue escrito por María Palacio, miembro de un sindicato de la ciudad de Nueva York.
El imperialismo estadounidense está en pie de guerra, buscando exprimir al Sur Global y obligar a sus líderes a doblegarse. Después de décadas de soportar el peso del estrangulamiento económico estadounidense, Venezuela sigue siendo una espina clavada en el costado de la clase dominante estadounidense. Desde que la Revolución Bolivariana de Chávez tomó el control de industrias clave, los imperialistas han querido derrocar a Venezuela, y su incapacidad para hacerlo sólo ha avergonzado a Washington. Por lo tanto, está tratando de crear histeria para generar apoyo a una intervención militar. Trump ha ordenado el bombardeo de barcos pesqueros, ha enviado agentes encubiertos al país, ha tomado dos buques petroleros y ha anunciado un bloqueo de todo el petróleo sancionado.
No importa lo que se diga sobre los narcotraficantes y la represión del gobierno venezolano, la verdadera razón por la que Estados Unidos está presionando para derrocar a Maduro es para abrir Venezuela al saqueo imperialista. La situación se ha agravado aún más a medida que diferentes países latinoamericanos siguen firmando acuerdos con China, que ahora es el segundo socio comercial más importante de la región. Estos acuerdos vulneran los intereses de los imperialistas, que no pueden arriesgarse a que la situación se les vaya de las manos, ya que están políticamente debilitados por el genocidio israelí de los palestinos y la guerra entre Ucrania y Rusia. El imperialismo estadounidense también tiene otros objetivos. Sus ataques contra Venezuela son también un medio para asfixiar a Cuba, que depende en gran medida del petróleo y la ayuda venezolanos. Tendría el efecto de “matar dos pájaros de un tiro”, con el objetivo de revertir los logros de la Revolución Cubana que llevaron a la expropiación de la propiedad imperialista en la isla.
Seamos claros: el derrocamiento del régimen de Maduro por parte de Estados Unidos daría a los imperialistas la ventaja que necesitan desesperadamente para fortalecer su hegemonía y aplastar a América Latina. También les daría la ventaja para aplastar a los trabajadores en casa. La defensa de Venezuela contra todas las formas de intervención estadounidense es vital para la defensa de los trabajadores aquí en EE.UU. El mundo, incluida la clase obrera internacional, observa con ansiedad cómo se desarrolla la situación y se pregunta qué va a pasar a continuación. En Estados Unidos, el estado de ánimo general de la clase obrera es de desesperación, ya que hemos sido sometidos a una dura explotación.
Bajo Trump, hemos visto una ola constante de ataques contra nuestras condiciones de vida y de trabajo. Algunos líderes sindicales están tratando de mostrarse combativos, afirmando que luchan contra Trump, pero lo hacen en colaboración con el Partido Demócrata. Éste es el mismo partido que creó la agotadora crisis económica y social en primer lugar, allanando el camino para que Trump volviera a la Casa Blanca. En conjunto esto ha hecho que la idea de otra guerra sin fin sea incomprensible para los trabajadores. Y no ha hecho más que profundizar la desmoralización de nuestra clase.
Por qué una guerra contra Venezuela sería mala para los trabajadores
En la clase obrera estadounidense habemos quienes queremos luchar. Nos horrorizan estos acontecimientos y sabemos que una victoria de Trump en Venezuela no sería buena para el pueblo venezolano ni para los pueblos de América Latina y Estados Unidos. La presión y la pesadilla que se está viviendo tienen un efecto aún mayor en aquellos de nosotros que somos hispanos y tenemos familia en nuestro país de origen. Pero con la actual posición debilitada de la clase trabajadora y la influencia de la clase dominante para moldear las opiniones sobre Venezuela, ¿cómo convencemos a nuestros compañeros de trabajo, que no se han movilizado mucho en su propia defensa, para que defiendan a Venezuela? Para convencer a los trabajadores de que se pongan en pie de lucha es necesario mostrarles cómo la caída de Venezuela ante Trump tendría un impacto directo y negativo en nuestra realidad cotidiana.
En primer lugar, debemos empezar por lo que la clase dominante necesita para invadir Venezuela y derrocar a Maduro. Toda guerra requiere soldados. Y todos sabemos que la clase dominante nunca envía a sus hijos a morir como carne de cañón en la guerra de los ricos. Reservan ese lujo sólo para la clase trabajadora y los oprimidos. La mayoría de los trabajadores enviados a la guerra regresan horriblemente mutilados o con daños psicológicos, si es que logran salir con vida. Luego se les deja abandonados a su suerte, mientras los halcones de la guerra se benefician de la devastación de los venezolanos y los trabajadores estadounidenses arrastrados a la guerra.
Toda guerra necesita financiamiento, y los principales contribuyentes (involuntarios) son, una vez más, la clase trabajadora. Ya llevamos tiempo siendo exprimidos hasta la sequedad. La mayoría de nosotros ni siquiera vivimos cerca de donde trabajamos porque nos hemos visto obligados a abandonar nuestros barrios por los altos precios, por no hablar del escandaloso costo de los alimentos, mientras que los sistemas de educación y salud se están pudriendo. La guerra con Venezuela sólo empeoraría nuestra situación económica actual, ya que la clase dominante nos haría pagar por sus conquistas agotando los programas sociales de los que dependemos y perjudicando nuestros bolsillos.
El uso de la “guerra contra las drogas” por parte de la clase dominante es un precedente peligroso. Desde los años 80, la clase dominante ha inundado nuestros barrios con drogas y ha castigado principalmente a las masas negras, que han sido detenidas y encarceladas. Al mismo tiempo, los barrios negros y de clase trabajadora han sido devastados y transformados en guetos. Esto se intensificará aún más en medio de despidos masivos y un aumento del desempleo, ya que la clase dominante no tiene nada que ofrecer a las masas negras excepto guetos y prisiones. Otro estallido de la “guerra contra las drogas” en nuestros barrios no es algo tan lejano, especialmente cuando estamos viendo ahora sus inicios. Se está haciendo en nombre de la lucha contra el crimen, para la que Trump está ansioso por movilizar a la Guardia Nacional.
La agresión contra Venezuela también está relacionada con nuestra situación política, ya que una victoria de los amos neocoloniales sólo conducirá a una mayor usurpación de nuestros derechos políticos y de nuestra capacidad para realizar labores sindicales, como organizar las luchas de la clase trabajadora. Casi todas las guerras de Estados Unidos en el extranjero incluyen la supresión de derechos y una mayor represión contra la población en casa. El fortalecimiento del estado de vigilancia, el espionaje y el castigo a los militantes sindicales son las tácticas represivas habituales. Más recientemente, hemos sido testigos de la brutal represión de los manifestantes anti-ICE y pro palestinos que luchan contra la reacción antiinmigrante y el genocidio. Estos actos no son accidentales, sino lo que el imperialismo estadounidense requiere domésticamente para seguir pisoteando al resto del mundo. Un golpe de las masas venezolanas al imperialismo estadounidense debilitaría el control de la clase dominante sobre la clase trabajadora en EE.UU. y podría inspirar a los trabajadores a luchar en defensa de ellos mismos. Si eso ocurriera, sin duda mermaría la confianza de la clase dominante en que pueda salirse con la suya victimizando a las masas.
El imperialismo estadounidense es el principal enemigo
Si bien los trabajadores estadounidenses claramente debemos tomar lado con Venezuela y el gobierno de Maduro, eso no significa dar apoyo político al régimen. Muchos trabajadores no quieren ver una invasión de Venezuela, pero tampoco están de acuerdo con las medidas autoritarias de Maduro. Es cierto que el régimen es represivo y que hay que oponerse a su represión de las masas venezolanas. Pero es crucial defender al régimen contra los imperialistas porque si Estados Unidos se sale con la suya, tanto las masas venezolanas como la clase trabajadora estadounidense pagarán un alto precio.
Esto no significa que no se deba acabar con el régimen. Se debe acabar con él, pero sólo a manos de la clase obrera revolucionaria venezolana. Tal resultado inspiraría a las masas latinoamericanas y a la clase obrera estadounidense a hacer lo mismo. Esto es especialmente importante en países donde la clase dominante nativa trabaja en coalición con el imperialismo estadounidense, drenando la riqueza y dejando a las masas oprimidas en la indigencia. La propagación exitosa de la lucha por toda la región crearía las grietas necesarias para acabar con el imperialismo de una vez por todas.
Si Estados Unidos derriba a Maduro, se producirá un realineamiento de la derecha en América Latina. Bolivia, Ecuador, Argentina y Chile ya están gobernados por derechistas títeres de EE.UU. Este realineamiento podría provocar una gran desestabilización de la región, ya que las marionetas de los imperialistas les permiten saquear la tierra y al pueblo. La intervención imperialista en Venezuela tiene precisamente ese objetivo: apoderarse de los yacimientos petrolíferos y otras industrias pesadas y ponerlos en manos de los oligarcas y los imperialistas. Esto sería desastroso para las masas trabajadoras y oprimidas de Venezuela. Sus condiciones volverían a ser las mismas que antes del levantamiento del Caracazo de 1989, lo que provocaría que más personas huyeran a países como Colombia, México y Estados Unidos, creando más tensiones.
No es que no hayamos visto esto antes. Los imperialistas estadounidenses siempre fabrican oposición a los líderes extranjeros que, según ellos, cometen crímenes contra la humanidad. Podemos fijarnos en las guerras de Afganistán, Irak, Libia y Siria, para empezar. Es cierto que los líderes de estos países eran represivos. Pero la línea de los imperialistas de llevar la “libertad” a los pueblos oprimidos no era más que un disfraz para eliminar a los líderes que se interponían en su camino. ¿El resultado? Todos estos países quedaron en ruinas y generaciones enteras fueron subyugadas, mientras que las condiciones de la clase trabajadora estadounidense se deterioraron. Por eso es necesario defender a Venezuela y a Maduro contra el imperialismo estadounidense, el principal enemigo de la clase trabajadora y los pueblos oprimidos del mundo.
Qué hacer en los sindicatos
En este momento, los militantes de la clase trabajadora deben tratar de transmitir estos argumentos a nuestros compañeros de trabajo para convencerlos de que defender a Venezuela está en su propio interés. Esto puede parecer básico, pero es esencial para contrarrestar la pasividad de los sindicatos bajo líderes que, en su gran mayoría, han guardado silencio sobre la agresión estadounidense o han dicho a los trabajadores que lo que es bueno para el imperialismo es bueno para ellos. Desarrollar una actitud antiimperialista en la clase es lo que se requiere para transformar la política sindical y, en última instancia, a los propios sindicatos.
El sentimiento antiguerra puede ir en muchas direcciones diferentes. Algunos burócratas sindicales ya están tratando de canalizar dicho sentimiento hacia los demócratas, que no están interesados en la paz ni en salvar a Venezuela, sino que son los que impusieron las peores sanciones al país. Los llamados pacifistas tampoco van a detener a los imperialistas. En las protestas contra la guerra, los obreros combativos deben dirigir su trabajo hacia la movilización de los contingentes sindicales que se posicionen abiertamente del lado de Venezuela contra Estados Unidos. Cada pequeño paso que se dé o cada argumento que se plantee sólo contribuirá a aumentar el sentimiento en nuestras filas de defender a Venezuela y a señalar a los trabajadores de EE.UU. la necesidad de acciones sindicales contra la guerra y a favor de una alianza antiimperialista con la clase obrera y el resto de los trabajadores de América Latina.

