https://iclfi.org/spartacist/es/2025-mundo
¿Hacia dónde se dirige el mundo? ¿Estamos presenciando “una cadena mundial de movimientos de masas, insurrecciones, levantamientos y revoluciones”, como afirma la Internacional Comunista Revolucionaria (ICR)? ¿O es que “la tierra de Lincoln... está siendo transformada por Trump y sus arrogantes sátrapas en la tierra de un aspirante a führer”, como cree el Partido Socialista por la Igualdad? Quizás sea un poco de ambas cosas, y “en los próximos meses, podríamos ver un proceso combinado de guerras, revoluciones y contrarrevoluciones que podría dar lugar a una situación mundial prerrevolucionaria o incluso revolucionaria” (Corriente Comunista Revolucionaria Internacional). Si los trotskistas tienen opiniones contradictorias sobre hacia dónde nos dirigimos, no son los únicos. Por todas partes se pueden ver comentarios sobre “el auge del fascismo”, “el colapso del dólar”, “las burbujas bursátiles”, “la revolución de la inteligencia artificial” y “la guerra mundial”. No hay un entendimiento coherente, y todo es vertiginoso.
Si hay tanta confusión es porque el mundo se acerca rápidamente a un momento decisivo y, como la calma que precede a la tormenta, estamos recibiendo muchas señales contradictorias. Pero la pregunta sigue siendo: ¿hacia dónde nos dirigimos? Para responder como marxistas, no podemos limitarnos a saltar de un titular a otro o a mirar las últimas encuestas de opinión. Tenemos que comprender la dinámica interna de los acontecimientos mundiales y distinguir las corrientes dominantes de las contracorrientes secundarias. Este método no descarta que haya errores o imprevistos, pero es la única forma de evitar dejarnos llevar por el impresionismo.
En la Liga Comunista Internacional creemos que estamos en los albores de un periodo reaccionario de ofensiva capitalista, en el que las condiciones de vida de los trabajadores serán atacadas a una escala que no se ha visto en décadas. Esto no quiere decir que vaya a ser una batalla de un solo lado y que debamos limitarnos a quedarnos al margen y darnos por vencidos. Todo lo contrario. Se requerirán una determinación férrea, acciones defensivas y una preparación seria. Cuanto más fuerte sea la resistencia, más rápido podrá pasar a la ofensiva la clase obrera. Pero para hacerlo de manera eficaz, los trabajadores avanzados y el movimiento socialista necesitan una comprensión correcta del ritmo y la dirección de los acontecimientos.
Desgraciadamente, como sugieren los ejemplos mencionados antes, la mayoría de los izquierdistas tienen una visión del mundo totalmente alejada de la realidad, sobre todo en lo que se refiere al estado de ánimo dominante en la clase obrera. En su mayoría están volteando hacia la izquierda, agitando a favor de huelgas generales y levantamientos, justo cuando el mundo se está moviendo hacia la derecha. Para evitar un doloroso choque con la realidad, los comunistas deben quitarse las anteojeras partidistas y estudiar y debatir seriamente la situación mundial actual.
PARTE I: LAS PRINCIPALES TENDENCIAS DE LA POLÍTICA MUNDIAL
Para entender lo que está pasando, tenemos que empezar desde arriba. El principal factor que configura la política mundial es la creciente brecha entre el papel dominante que desempeña Estados Unidos en la escena mundial y el declive de su poder económico. El dominio indiscutible de Estados Unidos en las décadas de 1990 y 2000 garantizó un orden mundial opresivo pero estable. Ahora que la fuerza centrípeta de Estados Unidos se está debilitando, estallan cada vez más conflictos regionales, la economía mundial se tambalea y los gobernantes estadounidenses están acabando con las viejas reglas en un intento desesperado por mantener su posición. Aquí es donde entra en escena Donald Trump.
¿Qué diablos está tramando Trump?
Durante el último año, Trump ha sacudido la política mundial, atacando tanto a amigos como a enemigos. Pero, ¿hay alguna lógica en sus acciones o son totalmente incoherentes? Muchos comentaristas le han dado vueltas a esta cuestión. Lo complicado es que la respuesta es ambas cosas. Trump es un idiota que obviamente no tiene un plan coherente, pero es un idiota con un fuerte instinto de clase. Entiende que Estados Unidos tiene una gran reserva de poder duro y que necesita hacer algo drástico para detener su declive. Así que, como cualquier buen magnate inmobiliario, está chantajeando e intimidando para obtener cualquier ventaja que pueda. Ataca y luego observa la reacción. Si muerde más de lo que puede masticar, da marcha atrás. Si percibe debilidad, redobla la apuesta. Este enfoque es caótico, pero ha sido eficaz para sacar concesiones a los países dependientes del Sur Global, así como a los aliados de EE.UU. Sin embargo, ha resultado inútil para hacer frente a Rusia y China, que cuentan con los medios materiales para plantar cara a las amenazas estadounidenses.
El problema de Trump es que, a pesar de todo el poder del estado de EE.UU., no puede remodelar la economía mundial a su antojo. Tampoco puede revertir décadas de relativo declive económico, al menos no a corto plazo. Esto explica por qué tantas cosas siguen igual a pesar de las payasadas de Trump. Fundamentalmente, son las fuerzas objetivas, la economía y el resultado de las guerras, las que impulsan la historia. A menos que recurra a una guerra nuclear, no hay nada que Trump pueda hacer para revertir la victoria de Rusia en la guerra de Ucrania. Tampoco está actualmente en condiciones de asfixiar la economía china con aranceles.
Otto von Bismarck dijo una vez: “Un estadista no puede crear nada por sí mismo. Debe esperar y escuchar hasta que oiga los pasos de Dios resonando a través de los acontecimientos; entonces debe saltar y agarrar el borde de su manto”. Trump no pierde el tiempo esperando; toma cada opción a su alcance. Pero se avecinan grandes conmociones y, mientras la historia avanza bruscamente, Trump estará al timón del estado más poderoso del mundo. Como tal, la corriente política que representa, el beligerante populismo de derecha de una clase dominante imperialista en decadencia, probablemente desempeñará un papel dirigente en la reconfiguración del orden mundial.
China no está tomando el control
¿Qué pasa con China? ¿No desempeñará un papel clave en las próximas convulsiones del sistema global? China, y su papel en la escena mundial, es uno de los factores más importantes y, sin embargo, más malentendidos de la política mundial. La mayoría ve a China como una superpotencia en ascenso decidida a suplantar a Estados Unidos. Algunos piensan que esto conducirá al progreso, mientras que otros se horrorizan ante esta perspectiva. Ambos están fundamentalmente equivocados. Si bien es cierto que el auge económico y social de China ha sido fenomenal y que el país desafía el dominio de Estados Unidos en una serie de ámbitos, el Partido Comunista de China (PCCh) no busca la confrontación con el sistema imperialista estadounidense. Más bien, vive bajo la idea ilusoria de que puede continuar su desarrollo gradual dentro de este sistema hostil.
No es necesario un análisis completo del estado chino (ver “La naturaleza de clase de China”, Spartacist No. 43, septiembre de 2024) para darse cuenta de que algo no cuadra en la narrativa de una China agresiva y en ascenso. Si China fuera la joven y dinámica aspirante al trono de la dominación mundial, ¿por qué es EE.UU. y no China el que chantajea y ataca a todos los países del planeta? ¿Por qué China no ha construido una alianza para enfrentar a Estados Unidos? ¿Por qué no está inundando Irán, Venezuela y Palestina con modernos sistemas de armamento para repeler la agresión imperialista? No, en lugar de todo esto, el PCCh continúa hablando sin cesar sobre la cooperación beneficiosa para todos y la preservación del orden multilateral, mientras que su principal garante, Estados Unidos, lo está destrozando.
Los defensores del PCCh y los partidarios del BRICS suelen argumentar que China está actuando con inteligencia al no desafiar directamente a EE.UU. Sostienen que China está construyendo, de forma lenta pero segura, las bases de un nuevo orden económico multipolar. Esta opinión es errónea por dos motivos. En primer lugar, niega que exista una relación fundamentalmente antagónica entre el régimen social de China, establecido por una revolución anticapitalista, y la economía capitalista mundial. A largo plazo, las relaciones económicas capitalistas, tanto nacionales como internacionales, no favorecerán el “socialismo con características chinas” del PCCh, sino que lo socavarán y lo destruirán. El segundo error es pensar que Estados Unidos simplemente cavará su propia tumba, garantizando el ascenso de China. Esto minimiza el peligro que representa un imperio estadounidense en decadencia. Si se le deja actuar a su antojo, EE.UU. propagará la miseria, el caos y la guerra a una escala incalculable. China no puede aislarse de esto. Su propio desarrollo, y el de la humanidad, exige ponerle fin al imperio estadounidense lo antes posible.
Si se observa la situación mundial con un mínimo de objetividad, es obvio que China está desempeñando un papel conservador, cauteloso ante las crisis y los conflictos, mientras que Estados Unidos es el principal agente de la disrupción y el caos. Este no es el comportamiento de una potencia imperialista en ascenso, sino el de un estado obrero gobernado burocráticamente, como lo era la Unión Soviética. Sin duda, China desempeñará un papel importante en el próximo periodo de turbulencias políticas mundiales. Pero debido a su naturaleza política conservadora, el PCCh seguirá a la sombra de Trump, reaccionando a los acontecimientos en lugar de darles forma.
¿Revoluciones de la generación Z?
Para la mayoría de la izquierda, la creciente ola de reacción se ve acompañada de una ola igualmente creciente de luchas populares. La ICR habla de un “septiembre rojo” y de un “giro dramático en la situación mundial”. Este análisis optimista se basa en gran medida en la ola de levantamientos en el mundo semicolonial que se han denominado como las revoluciones de la generación Z. En los últimos meses, países como Nepal, Indonesia, Madagascar, Marruecos, Perú y Tanzania han sido testigos de explosiones de descontento.
Cada movimiento ha tenido su propia dinámica política. Pero todos ellos han sido causados fundamentalmente por el deterioro de las condiciones de la juventud en un mundo en el que la movilidad social y el desarrollo son perspectivas lejanas. Anteriormente, el orden estadounidense fomentaba ilusiones de progreso económico y democrático, al tiempo que utilizaba la migración y el dinero a las ONG como válvulas de escape. Todo eso se ha terminado. Sin perspectivas de un futuro viable, el estallido social se ha convertido en la única salida.
Los recientes levantamientos han enfrentado represión masiva (Indonesia, Marruecos, Perú, etc.), y en el caso de Madagascar dieron pie a un nuevo régimen liderado por el ejército. Por ahora, no parece que se haya producido un giro brusco hacia la izquierda en estos países. Y a escala de la política mundial, las revoluciones de la generación Z siguen siendo una subtendencia que no ha detenido el movimiento general hacia la reacción imperialista.
La razón principal es que estos estallidos populares no han encontrado vehículos políticos que puedan canalizar sus energías en una dirección progresista. En su gran mayoría, la izquierda no ha sido capaz de ofrecer dirección a estos levantamientos masivos. En Nepal, el levantamiento estuvo dirigido, de hecho, contra los diversos partidos comunistas que han gobernado el país. En Sri Lanka, el levantamiento masivo de 2022 acabó llevando al poder a una coalición liderada por comunistas, pero ésta ya ha traicionado las aspiraciones de las masas al doblegarse ante el FMI.
Los problemas causados por la falta de dirección en estos levantamientos se ven agravados por el hecho de que la clase obrera organizada no ha desempeñado un papel importante. De hecho, a pesar de los estallidos sociales en Asia, África y América Latina, la clase obrera industrial del Sur Global, que es la abrumadora mayoría del proletariado mundial, aún no ha mostrado signos de mayor combatividad. Esto se debe en gran parte al empeoramiento de las perspectivas económicas de los trabajadores industriales. Si el proletariado flexionara sus músculos en países como China, México o Indonesia, esto daría mucho más peso social a la lucha y podría cambiar drásticamente la política mundial.
Estas observaciones no minimizan en modo alguno el potencial revolucionario del Sur Global, incluidos los países periféricos para la economía mundial. Mientras el mundo se hunda más profundamente en el caos del decadente imperio estadounidense, la presión sobre estos países aumentará, alentando lo que muy probablemente será la corriente revolucionaria más importante del próximo periodo. Los recientes levantamientos fueron en gran medida espontáneos y políticamente amorfos. Pero a medida que la represión y las soluciones reformistas no logren contener la ira popular, los elementos más avanzados sacarán las lecciones.
La tarea de los marxistas es acelerar este proceso ayudando a los combatientes revolucionarios del Sur Global a aprender de los fracasos del pasado y a cohesionarse en torno a una estrategia antiimperialista unificada (ver “En defensa de la revolución permanente”, Spartacist No. 42, octubre de 2023). Esto requiere un trabajo serio, a largo plazo y sistemático. Desafortunadamente, la práctica demasiado común en la izquierda revolucionaria es vitorear levantamientos populares, llamar por algún tipo de comités obreros independientes y luego pasar a pastos más verdes tan pronto como la oportunidad se desvanece. Tales métodos difunden ilusiones y cinismo; no hacen nada para organizar la lucha revolucionaria en el Sur Global.
El populismo de derecha en Occidente
¿Qué pasa con Occidente? ¿Estamos al borde de dictaduras fascistas o la revolución está a la vuelta de la esquina? Ninguna de las dos cosas, al menos por el momento. Una vez más, debemos dejar de lado el impresionismo histérico y fijarnos en las tendencias políticas reales. En todo Occidente vemos cómo el centro político se derrumba bajo los golpes de una derecha populista desatada. La fuerza de este movimiento proviene del hecho de que, en general, es la única fuerza política que se opone firmemente al statu quo liberal de las últimas décadas. De hecho, la mayoría de las principales fuerzas de izquierda, aunque a veces radicales en su retórica, están plenamente comprometidas con apoyar al centro contra la derecha. Esto no sólo no detiene a la derecha, sino que también hará que la izquierda se venga abajo con el colapso de la democracia liberal.
Los distintos países se encuentran en diferentes etapas de este proceso. En Estados Unidos e Italia, el populismo de derecha ya está en el poder. Sin embargo, al nivel internacional y nacional, estas fuerzas siguen enfrentándose a la oposición política de los remanentes de la era anterior, lo que dificulta sus acciones pero no supone un verdadero desafío. En Gran Bretaña, Francia y Alemania, los gobiernos centristas de Starmer, Macron y Merz son cascarones vacíos, despreciados tanto por la derecha como por la izquierda. Deben recurrir a medios cada vez más represivos y burocráticos para mantener su posición. Pero con cada maniobra sólo alejan más a las masas y alimentan el ascenso de la reacción.
Luego están países como Canadá, Australia e Irlanda, que creen que resistirán los vientos trumpistas. En Canadá, las agresivas medidas económicas de Estados Unidos han fortalecido temporalmente al centro liberal. En Irlanda y Australia, la esperanza es que estas naciones insulares se aislen de las grandes corrientes de la política mundial. El problema es que todos estos países dependen fundamentalmente de Estados Unidos en lo económico y lo militar, y a pesar de sus palabras desafiantes, sus élites acabarán doblegándose. Los comunistas no pueden dejarse llevar por una falsa sensación de seguridad. Es sólo cuestión de tiempo para que el centro liberal se derrumbe también en estos países.
...¿Y el auge de la izquierda?
Pero, ¿qué pasa con la izquierda? Muchos de los países mencionados anteriormente también han experimentado un repunte de la izquierda: la victoria de Zohran Mamdani como alcalde de Nueva York, la elección de Catherine Connolly como presidenta de Irlanda, el surgimiento del Partido Verde y Your Party en Gran Bretaña, así como las recientes huelgas en Francia, Italia y Grecia. Para muchos, estos acontecimientos confirman que el auge de la izquierda es al menos igual que el de la derecha. Lamentablemente, esta opinión es errónea y se basa en una interpretación falsa de la dinámica política.
En la medida en que ha habido un giro hacia la izquierda, éste se ha producido abrumadoramente entre las capas de la clase media liberal y los estudiantes. Su impulso ha sido el miedo al auge de la derecha y la indignación por el hecho de que los liberales tradicionales están traicionando los valores que decían defender. No se basa en un aumento orgánico de la conciencia y la combatividad de la clase obrera. En general, la clase obrera no se está moviendo hacia la izquierda, más bien constituye una parte importante de la base de los partidos populistas de derecha. Otros sectores están desmoralizados, lo que también beneficia a las fuerzas reaccionarias. Dado que la clase dominante también se está moviendo hacia la derecha, las fuerzas progresistas de izquierda se encuentran sin un peso social decisivo que las respalde.
Además, la mayor parte de la izquierda se presenta como la defensora más coherente y combativa del imperialismo liberal, y no como una fuerza que aspire a conducir a la clase obrera hacia el socialismo; Catherine Connolly, el Partido Verde en Gran Bretaña y Die Linke en Alemania son ejemplos típicos de ello. Incluso en el partido Your Party, que se constituirá próximamente y que tiene el potencial de adoptar un programa obrero radical, la mayoría de sus partidarios y dirigentes siguen muy atados al liberalismo británico tradicional. En todos estos casos, la tarea de los socialistas es luchar por una ruptura política con el liberalismo y una orientación clara hacia la construcción de vínculos con la clase obrera.
En Estados Unidos, con Trump en la Casa Blanca y el Partido Demócrata en caos, la dinámica es ligeramente diferente. La victoria de Mamdani contra MAGA y el establishment del Partido Demócrata tiene muchos paralelismos con los movimientos de izquierda en otros países. Sin embargo, hay al menos dos diferencias importantes. La primera es que Mamdani surgió del tradicional sistema bipartidista del imperialismo estadounidense. Aunque muchos en el Partido Demócrata se oponen a él, éste no cruza ninguna línea roja para la clase dominante. Figuras como Barack Obama ya se han acercado a Mamdani, tratando de incorporarlo al establishment. En segundo lugar, la campaña de Mamdani no se basó realmente en la defensa del antiguo statu quo liberal. Planteó unas reivindicaciones económicas mínimas y, en su mayor parte, se mantuvo al margen de cuestiones sociales como la migración, la opresión de los negros y la cuestión trans. Como tal, Mamdani, a diferencia de los políticos rezagados de Europa, puede ofrecer una visión del futuro del Partido Demócrata: más intervencionista en lo económico, menos liberal en lo social.
Lo fundamental es comprender que Mamdani no está ascendiendo en la cresta de un sentimiento combativo entre la clase obrera de Nueva York. La mayoría de los trabajadores están aterrorizados o desmoralizados y algunos siguen apoyando a Trump. Por ahora, los trabajadores siguen preocupados sobre todo por mantenerse a flote mientras todos los aspectos de la vida empeoran. Esto es especialmente cierto entre los trabajadores migrantes y negros. Y aunque los sentimientos de la clase media y los jóvenes estudiantes son importantes, los marxistas entendemos que sin el apoyo de la clase obrera no puede haber una base viable para la política radical de izquierda. Por lo tanto, comprender los sentimientos de la clase obrera y ajustar las intervenciones de manera acorde debe estar al centro del trabajo comunista en el periodo actual.
Sin duda, muchos señalarán las recientes huelgas en Italia y Francia como contraargumento a lo expuesto anteriormente. Es cierto que ambos países han vivido importantes jornadas de huelga, en el caso de Italia las más significativas en décadas. Sin embargo, se trata de excepciones que confirman la regla. Fundamentalmente, las tendencias en Italia y Francia no son diferentes de las del resto de Europa. El centro se está derrumbando, la derecha está en el poder o en ascenso, la mayor parte de la clase obrera se está moviendo hacia la derecha y las clases medias liberales están entrando en pánico.
En Francia, la tradicional huelga y manifestación de un día se complementó con una agitación radical por parte de los partidarios progresistas urbanos de Mélenchon para “bloquearlo todo”. Pero la izquierda sigue a la defensiva, la reaccionaria Rassemblement national está más cerca que nunca del poder y los trabajadores no se han repuesto de la derrota de la lucha contra la reforma de las pensiones en 2023. En este contexto, la agitación ultraizquierdista a favor de una huelga general sólo refuerza a la derecha y a la burocracia sindical, que puede presentarse como agente responsable de la estabilidad en contraposición a una izquierda desconectada de la realidad.
En cuanto a Italia, la huelga general en defensa de Palestina fue una demostración de fuerza. Pero muchos trabajadores resienten el hecho de que estos mismos líderes sindicales no hayan librado una lucha seria contra los ataques de los patrones y el gobierno de Meloni. Además, las huelgas de octubre no parecen haber alterado radicalmente la dinámica política en Italia, y Meloni sigue firme en el poder. Desgraciadamente, tanto en Francia como en Italia, las recientes movilizaciones han sido coherentes con las fuertes tradiciones sindicalistas de estos países y parecen más los últimos estertores del viejo orden que los primeros signos de un despertar de la clase obrera contra la derecha populista.
El fascismo no está a la vuelta de la esquina
¿Significa nuestro análisis que el fascismo es inminente e inevitable? No. Aunque el fanatismo reaccionario y las fuerzas populistas de derecha están en aumento, esto no es lo mismo que el fascismo, que consiste en movilizaciones paramilitares para aplastar al movimiento obrero y los oprimidos. La violencia racista de matones reaccionarios está a la alza, pero se trata principalmente de incidentes aislados, no de movimientos masivos organizados como los del siglo XX. En cuanto al aumento de la represión estatal y el autoritarismo, como las redadas de ICE en Estados Unidos, éstos apuntan a una tendencia peligrosa, pero aún no a la destrucción física de todas las formas de oposición política que acompaña a un régimen fascista.
Dado que la violencia fascista se dirige contra el movimiento obrero organizado y los sectores oprimidos y las minorías, que constituyen gran parte del proletariado, ésta se enfrentará a la resistencia de la clase obrera. No hay nada inevitable en el ascenso del fascismo. El objetivo de nuestro análisis no es ser derrotista, sino insistir en que para detener al fascismo y la reacción se necesita una estrategia que parta de las condiciones reales, no de las que desearíamos que existieran.
Aquí debemos insistir en que lo que sí es inevitable es el colapso del centro liberal. Ninguna maniobra electoral ni represión burocrática salvará al viejo orden. Los gritos frenéticos sobre el peligro del fascismo no son más que intentos desesperados de movilizar a la izquierda en torno a la política del statu quo. Como una persona que se ahoga, el centro liberal se aferrará a la izquierda en un intento desesperado por mantenerse a flote. El movimiento obrero debe responder dando una patada en la cara al liberalismo, sin dejarse arrastrar por él.
La única pregunta real para los comunistas es cuán rápido el colapso del liberalismo podrá conducir al surgimiento de una nueva tendencia revolucionaria de la clase obrera. Acelerar este desarrollo debe ser el foco de nuestros esfuerzos. Esto requiere dejar de desempeñar el papel de apéndice de izquierda del liberalismo. Pero también requiere involucrarse en acontecimientos políticos concretos, no simplemente gritar consignas revolucionarias al viento. Sólo entonces los marxistas podrán empezar a reconstruir su propia influencia independiente entre la clase obrera y socavar el dominio de la derecha.
PARTE II: CONMOCIONES EN EL HORIZONTE
Ahora que hemos aclarado algunas de las principales tendencias en la política mundial, podemos centrar nuestra atención en el futuro. La situación actual es muy delicada. Múltiples volcanes amenazan con hacer erupción en cualquier momento y remodelar el orden mundial. Una orientación correcta en el periodo que se avecina requiere un análisis de estos diversos puntos de tensión, de cómo es probable que evolucionen y del impacto político que pueden tener.
China: el gigante dormido
La mayor fuente de tensiones geopolíticas a largo plazo es el conflicto entre Estados Unidos y China. Dicho esto, no parece que vaya a estallar todavía. La guerra arancelaria entre Estados Unidos y China ha puesto de manifiesto lo fuerte que se ha vuelto la posición de China (un hecho minimizado en nuestro análisis reciente). China no sólo domina la producción industrial mundial, sino que también tiene un control absoluto sobre las tierras raras, que son fundamentales para el complejo militar-industrial estadounidense. Esto ha obligado a Estados Unidos a retroceder parcialmente en su guerra económica contra China y ha dejado claro que Estados Unidos tampoco está en condiciones de provocar una guerra convencional. Estados Unidos puede encontrar, y probablemente lo hará, una forma de eludir el control de China sobre estos puntos críticos para la economía. Pero este proceso tomará años.
Si China tuviera la intención de derrotar a Estados Unidos, tendría sentido que aprovechara su ventaja y paralizara toda la cadena de suministro de las fuerzas armadas estadounidenses. Sin embargo, como ya hemos visto, el PCCh es una burocracia conservadora que no tiene tales intenciones. En cambio, ha optado por estabilizar su relación con Estados Unidos acordando un tratado comercial de un año. Veremos cuánto tiempo se mantiene este acuerdo. Mientras tanto, le da tiempo a Estados Unidos para abordar las deficiencias de su cadena de suministro y le da vía libre para atacar a los países más débiles, acontecimientos que bien podrían volverse en contra de China en el futuro (ver “China: No hacer nada es perder”, Spartacist No. 44, junio de 2025).
Venezuela en la mira
La amenaza más inmediata es contra Venezuela, que ha sido el blanco de una enorme concentración militar. Una guerra total entre Estados Unidos y Venezuela sacudiría profundamente a toda América Latina. Si Estados Unidos logra derrocar al presidente Maduro, esto podría conducir a un importante reajuste político en el continente, revirtiendo los avances democráticos logrados en las últimas décadas y trayendo de vuelta los días de las dictaduras militares derechistas pro estadounidenses. La caída de Maduro también apretaría significativamente el cerco alrededor del estado obrero cubano.
Si bien la agresión militar contra Venezuela, ya sea limitada o total, es una posibilidad clara, hay razones por las que Estados Unidos podría querer evitarla. En primer lugar, una guerra con Venezuela sería muy impopular en el propio Estados Unidos. Sin duda, habría una enorme oposición a una invasión terrestre a gran escala. Una guerra no sólo amenazaría con convertirse en otro atolladero, sino que nada garantiza que sea un éxito. La agresión militar podría fácilmente ser contraproducente y unir a la población venezolana en apoyo al régimen, al tiempo que alimentaría una oposición masiva a Estados Unidos en toda América Latina.
Sin duda, algunas personas en el Departamento de Estado esperan que la simple amenaza del poderío militar estadounidense sea suficiente para provocar el colapso del régimen de Maduro. Durante las últimas décadas, el régimen establecido por Hugo Chávez y ahora encabezado por Maduro ha frenado y amortiguado la energía revolucionaria de las masas venezolanas. Esto, junto con las brutales consecuencias de las sanciones económicas de Estados Unidos, ha debilitado de manera constante el apoyo popular al régimen, lo que lo ha hecho cada vez más frágil y represivo. Sin embargo, para la clase obrera, una capitulación del régimen de Maduro sin luchar sería el peor de los escenarios. Supondría una victoria aplastante para los gusanos venezolanos con un costo mínimo para el imperialismo estadounidense y desmoralizaría profundamente a las masas de toda América Latina.
No podemos saber qué decidirá hacer Estados Unidos. Desafortunadamente, en este caso Trump tiene toda la iniciativa y pocas restricciones inmediatas sobre lo que puede hacer. Pero una vez que el genio salga de la lámpara y se inicie un conflicto militar, las consecuencias podrían ser impredecibles y el resultado podría muy bien no ser favorable para Trump. Pase lo que pase, los revolucionarios deben mantenerse firmes en la defensa de Venezuela y de cualquier otro país al que EE.UU. tenga en la mira.
Ucrania en un punto de inflexión
En lo que respecta a la guerra de Ucrania, nos encontramos ante una situación totalmente diferente. Aquí la iniciativa está firmemente en manos de Rusia, y Putin no tiene ningún reparo en jugar todas sus cartas. Los inútiles intentos diplomáticos de Trump se han agotado. No ha podido engañar a nadie sobre el hecho de que Rusia está ganando. Las recientes negociaciones sólo han confirmado que el conflicto se decidirá por la fuerza de las armas, no por la diplomacia.
El ritmo de los avances rusos ha ido aumentando en los últimos dos años, y ahora nos encontramos en un importante punto de inflexión en el conflicto. La caída de la ciudad de Pokrovsk no sólo representa la pérdida de un importante centro logístico, sino que también abre potencialmente el camino para el colapso de todas las posiciones de Ucrania en el Donbás, el epicentro de la guerra. La caída del Donbás dejaría el camino libre para que Rusia avance hasta el río Dniéper, la arteria económica clave de Ucrania. Es posible que la llegada del invierno y la resistencia ucraniana retrasen esto un par de meses más. Pero los signos son claros y es sólo cuestión de tiempo para que las líneas ucranianas se derrumben bajo la implacable ofensiva rusa.
Los acontecimientos actuales están causando que Ucrania tenga pérdidas catastróficas e irreparables de personal y equipo. También están preparando el terreno para una aguda crisis política en Kiev, lo que socava aún más el esfuerzo bélico. Las consecuencias de la derrota de Ucrania no sólo se sentirán en el propio país, sino que provocarán un terremoto político en toda Europa. Los gobiernos alemán, francés y británico han invertido una enorme cantidad de capital militar, económico y político en Ucrania, y su colapso sacudirá los cimientos del establishment político. La conmoción también se sentirá en Estados Unidos, pero Trump saldrá beneficiado al tener una distancia ligeramente mayor que sus homólogos europeos con respecto a todo el asunto.
Sólo después del colapso militar ucraniano la diplomacia desempeñará un papel más decisivo. La cuestión será si EE.UU. y Rusia son capaces de llegar a un acuerdo que al menos congele la línea de fractura entre el bloque pro estadounidense y Rusia, o si el conflicto continuará. En el primer escenario, podríamos ver cómo se impone en Europa un orden reaccionario basado en un pacto ruso-estadounidense. Ese resultado sería ideal para Rusia, que en este momento no tiene ni la ambición ni el peso económico para buscar el dominio de Europa. El principal obstáculo para llegar a un acuerdo es que EE.UU. no ha estado dispuesto a tragarse su orgullo, aceptar la derrota y reducir su influencia en Europa Oriental. Estados Unidos también se enfrenta a una fuerte oposición de Ucrania y la UE a cualquier acuerdo sustancial con Rusia.
De continuar las hostilidades militares, esto dejaría a Europa en una situación de extrema inestabilidad y podría acabar provocando un enfrentamiento militar entre Rusia y la OTAN, cuyo resultado podría ser catastrófico. Lamentablemente, debido a las cobardes capitulaciones al nacionalismo por parte del movimiento obrero en Ucrania y Rusia (a lo que no ha contribuido en absoluto el movimiento socialista internacional), la posibilidad de una solución obrera al conflicto parece muy remota en la actualidad. Esto podría cambiar rápidamente bajo los golpes de una crisis aguda, pero el futuro cercano parece sombrío. Más que nunca, los comunistas deben trabajar para construir un polo revolucionario en la región, uniendo al proletariado a través de un programa antiimperialista común (ver “Ukraine War: Where Do You Stand Now?” [Guerra en Ucrania: ¿Cuál es tu postura ahora?], Workers Vanguard No. 1184, abril de 2025).
Israel prepara la próxima masacre
Desde el 7 de Octubre, Israel ha intensificado de manera continua su campaña de terror genocida contra los palestinos. Debido a las divisiones y las vacilaciones políticas del Eje de la Resistencia, Israel ha podido enfrentarse a los miembros del Eje por separado y en el momento que ha elegido. Esto le ha permitido a Israel mantener su esfuerzo bélico durante dos años a pesar de estar sobreextendido. Ahora, el alto al fuego negociado por Estados Unidos permite a Israel hacer una pausa, mientras se prepara sin duda para su próxima ola de carnicería.
Podemos resumir el resultado para el Eje de la Resistencia de la siguiente manera: Hamás ha recibido un duro golpe, pero ha resistido; Hezbolá ha actuado como un tigre de papel y ahora se lame las heridas; el colapso de Assad ha supuesto una derrota estratégica, y los hutíes han salido con su reputación fortalecida. En cuanto a Irán, el miembro principal de la alianza, logró mantenerse firme durante la guerra de 12 días con Israel y Estados Unidos. Sin embargo, su posición en la región se ha debilitado y se enfrenta a crecientes tensiones internas.
A pesar de la valiente actitud de la Resistencia, muchos se preguntarán: “¿Ha valido la pena todo esto?” Tras los resultados de los últimos dos años, existe presión para sacar conclusiones derrotistas y hacer concesiones a EE.UU., Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Hay que oponerse a estas actitudes a toda costa. Israel y Estados Unidos continuarán su matanza en la región hasta que se les obligue a parar. ¡Resistir no es opcional! El reciente conflicto ha confirmado este hecho y ha demostrado que la conciliación y la vacilación sólo conducen a más masacres de Israel. La causa palestina no sólo es justa, sino que también es una cuestión de supervivencia para toda la población árabe en el occidente asiático.
Debemos tener claro que el conflicto sigue activo y que los palestinos siguen siendo asesinados; éste sólo ha reducido su intensidad y va a volver a estallar. Debemos asegurarnos de que cuando eso ocurra se hayan sacado las lecciones políticas y militares correctas (ver “¡Muerte al plan!”, suplemento de Spartacist, 9 de octubre). Esto no sucederá automáticamente; los comunistas deben ayudar a extraer estas lecciones y transmitirlas a los elementos de vanguardia de la lucha antisionista, tanto en el mundo árabe como en otros lados.
Desenmarañando Asia del Sur
Asia del Sur se ha visto sacudida por una creciente inestabilidad. Sri Lanka, Bangladés y Nepal han sido testigos de levantamientos populares en los últimos años. Las tensiones en Cachemira están en ebullición. Hace sólo unos meses, Pakistán y la India estaban en guerra y, recientemente, Afganistán y Pakistán se enzarzaron en hostilidades. Ahora las tensiones están aumentando de nuevo tras los atentados con bomba en Nueva Delhi e Islamabad. En la medida en que los distintos gobiernos de la región sienten el peso creciente de las tensiones geopolíticas y la presión económica imperialista, se hace difícil predecir lo que sucederá a continuación. Sin embargo, es seguro que se producirán nuevas conmociones. Dado el peso demográfico y económico del subcontinente indio, estas conmociones tendrán sin duda importantes consecuencias para la situación mundial.
El aumento de las tensiones en Asia del Sur es en gran medida el resultado de un contexto internacional cada vez más tenso. La India, el poder hegemónico y el país más estable de la región, se ve cada vez más presionada. El rápido deterioro de las relaciones entre Trump y el primer ministro Modi sorprendió y conmocionó a la clase política india. Muchos han especulado que la India buscará un acercamiento con China y se alejará de EE.UU. No hay que dar mucho crédito a estas ideas. La clase capitalista india sigue profundamente integrada a Occidente. Se necesitará una crisis mucho más profunda para romper esos lazos, sobre todo porque las relaciones entre China y la India han sido históricamente muy hostiles.
Con las tensiones amenazando la región, la izquierda debe superar los debates históricos sobre detalles nimios en los que se encuentra inmersa y dedicarse a organizar una lucha unificada contra el imperialismo y los capitalistas venales que venden sus países y enfrentan a sus pueblos entre sí (ver “South Asia Powder Keg” [El polvorín de Asia del Sur], Spartacist No. 70, Edición en inglés, mayo de 2025).
El factor decisivo: la economía global
El factor más importante en el desarrollo de la política mundial es la economía global. Es la base fundamental de todo lo demás y su evolución será decisiva para configurar el curso de los acontecimientos. Si bien es imposible predecir con exactitud cuándo se producirá la próxima gran crisis económica, no hay duda de que se avecina y de que tendrá consecuencias devastadoras.
La economía global nunca se recuperó completamente de la crisis de 2008. El crecimiento general de la economía real ha sido moderado y el nivel de vida en la mayoría de los países se ha estancado o ha retrocedido. Los principales factores que han impulsado el crecimiento mundial han sido las enormes inversiones en infraestructura y vivienda en China, los gigantescos estímulos monetarios y fiscales de los gobiernos occidentales a sus economías y el frenesí especulativo en los precios de los activos, centrado en Estados Unidos. De estos tres factores, sólo el tercero continúa hasta la fecha.
El PCCh ha ralentizado el ritmo de inversión en infraestructura y ha reventado la burbuja inmobiliaria, lo que ha llevado al mercado a una depresión. En respuesta, el régimen ha invertido masivamente en “nuevas fuerzas productivas”, lo que ha provocado la caída del precio de muchos productos industriales, incluidos los coches eléctricos y los paneles solares. Esta inversión masiva ha creado un ciclo deflacionario en China y ha acelerado la tendencia a la desindustrialización en otras partes del mundo. Globalmente, se observa una desaceleración de la producción y un exceso de oferta de productos industriales.
En el aspecto monetario, la mayoría de las principales economías registraron un aumento en la tasa de interés en respuesta al repunte de la inflación tras la pandemia de Covid-19. Esto supuso una ruptura con las muy mínimas condiciones de crédito que existían desde 2008. El resultado es que el crédito es cada vez más caro, lo que empuja a muchos gobiernos a intentar limitar sus déficits. La mayoría de los países imperialistas se encuentran ahora con una carga de deuda históricamente alta, lo que amenaza con provocar una gran inestabilidad política y económica en el futuro. Todos estos problemas se ven agravados por la tendencia a aumentar drásticamente el gasto militar.
En cuanto a la burbuja bursátil centrada en el mercado estadounidense, ésta ha seguido expandiéndose tras la corrección de los primeros días de la presidencia de Trump. Esto ha permitido a los propietarios de acciones seguir consumiendo a niveles elevados. Mientras tanto, el resto de la población tiene cada vez más dificultades para llegar a fin de mes. El enorme repunte de las acciones tecnológicas debido a la supuesta revolución de la inteligencia artificial (IA) ha seguido siendo el principal, y cada vez más el único, motor de las ganancias del mercado de valores. La valoración bursátil del diseñador de chips Nvidia alcanzó recientemente los cinco billones de dólares, lo que significa que la empresa vale tanto como la producción anual total de la economía alemana. Es evidente que esto es una locura. Hasta ahora, la burbuja ha podido seguir creciendo aprovechando el aumento del valor de las empresas de IA para comprar más productos de IA, lo que ha provocado una espiral ascendente en las valoraciones. Esto terminará necesariamente en un colapso catastrófico. No se puede predecir cuándo ocurrirá exactamente. Pero podemos ver que hay un número cada vez menor de factores que sostienen la burbuja bursátil, la cual depende del crecimiento continuo de un número cada vez menor de acciones.
Cuando la música se detenga, podremos vislumbrar el verdadero estado de la economía mundial y el equilibrio real del poder económico entre las grandes potencias. En un primer momento, es probable que una gran conmoción no provoque un aumento de la combatividad de la clase obrera. Probablemente prevalecerán el miedo al futuro y el instinto de supervivencia individual, lo que permitirá a los gobiernos seguir presionando a los trabajadores a pesar de su creciente impopularidad. Las dificultades económicas que se avecinan son una de las principales razones por las que insistimos en la necesidad de que la clase obrera adopte una postura defensiva (ver “What Union Militants Should Do” [Qué deben hacer los militantes sindicales], Workers Vanguard No. 1186, agosto de 2025).
Sin embargo, hay ciertos límites a la hora de maltratar a la clase obrera, y ésta acabará dándose cuenta de que la lucha colectiva es necesaria para sobrevivir. Especialmente cuando la economía se recupere, podríamos ver el auge de las luchas de la clase obrera a gran escala.
Los revolucionarios en un periodo reaccionario
Como comunistas, reconocemos la importancia del elemento subjetivo, es decir, la capacidad de los individuos y los partidos para moldear la historia a través de sus acciones. En determinados momentos, como la Revolución de Octubre de 1917, la acción consciente de una vanguardia revolucionaria puede ser decisiva. Pero el papel de los individuos sólo es decisivo en la medida en que se sitúan dentro del desarrollo de los procesos históricos objetivos. Para trasladar esto al ámbito de la navegación, es obvio que saber cómo colocar una vela es decisivo para que un barco capte el viento, pero sin viento no hay navegación.
Entonces, ¿qué deben hacer los revolucionarios en un periodo en el que los vientos de la lucha de clases no soplan en nuestra dirección? Sin duda, esto limita en gran medida el impacto directo que podemos tener sobre las masas. No podemos, mediante nuestros propios esfuerzos subjetivos, empujar a las masas a la lucha. Pero esto no significa que seamos irrelevantes. Todo lo contrario. En condiciones objetivas difíciles, es aún más importante ser reflexivos y conscientes a la hora de decidir dónde ponemos nuestras energías. Debemos anticipar los futuros sucesos políticos y posicionarnos para enfrentarlos con éxito (ver “La crisis de la izquierda marxista y las tareas de la LCI”, Spartacist No. 44, junio de 2025).
Sin duda, la mayoría considerará nuestro análisis demasiado pesimista, incluso derrotista. Sólo podemos encogernos de hombros ante tales críticas. Su optimismo ciego ante la creciente reacción es una burda caricatura del marxismo. Más bien, nos apoyamos en la experiencia del Partido Bolchevique descrita por Trotsky:
“De esos grandes acontecimientos, los ‘trotskistas’ aprendieron el ritmo de la historia o, en otros términos, la dialéctica de la lucha de clases. Aprendieron —y parece que hasta cierto punto con éxito— cómo subordinar a ese ritmo objetivo sus planes y programas subjetivos. Aprendieron a no desesperar porque las leyes de la historia no dependen de nuestros gustos individuales o no se someten a nuestros criterios morales. Aprendieron a subordinar sus gustos individuales a las leyes de la historia. Aprendieron a no temer ni a los enemigos más poderosos, si su poder se halla en contradicción con las necesidades del desenvolvimiento histórico. Saben nadar contra la corriente, con la honda convicción de que el nuevo flujo histórico de impulso poderoso los llevará hasta la otra orilla. No todos llegarán: muchos se ahogarán. Pero tomar parte en ese movimiento con los ojos abiertos y con la voluntad intensa—¡sólo esto puede brindar la satisfacción moral suprema a un ser pensante!”
—Su moral y la nuestra (1938)

