https://iclfi.org/spartacist/es/44/oct7
Las condiciones en Palestina antes del 7 de Octubre eran relativamente estables, aunque “estables” no significa “buenas”. De hecho, las condiciones llevaban años deteriorándose, mientras que el gobierno de Netanyahu se daba a conocer por su política de “gestión del conflicto”, que rechazaba cualquier intento de negociación. En su lugar, Israel aplicó una política de zanahoria y garrote: como zanahoria, proporcionaba dinero a la Autoridad Palestina en Cisjordania y a Hamás en Gaza para garantizar servicios gubernamentales estables; como garrote, militarizaba cada vez más Cisjordania y Jerusalén Oriental, y autorizaba a los colonos invadir más territorio palestino. En estas zonas, cada año entre 2021 y 2023 se batió el récord de palestinos asesinados por el ejército israelí fuera de “tiempos de guerra”. En Gaza, “gestionar el conflicto” también significaba “arrancar la hierba” cada ciertos años, cuando Israel cometía masacres para sembrar desmoralización. Lo hicieron con creciente intensidad en 2008, 2012, 2014 y 2021.
Durante este periodo de “gestión del conflicto”, Israel empezó a atravesar crisis internas relacionadas con la corrupción de Netanyahu y su intento de hacerse con el control del poder judicial. Esto culminó en una huelga general contra Netanyahu dominada por las fuerzas liberales. Al nivel regional, la guerra siria llevaba años congelada, con el régimen de Assad aparentemente saliendo victorioso. A pesar de la impopularidad de la intervención de Hezbolá e Irán en el bando de Assad, mantenían una posición militar relativamente fuerte.
El 7 de Octubre y la estrategia de Hamás
El 7 de Octubre sacudió el statu quo de la región. El asalto dirigido por Hamás —que rompió la valla de Gaza, se enfrentó a las FDI y masacró a cientos de civiles— representó el ataque más serio contra Israel desde la Guerra de Yom Kipur de 1973. El régimen israelí pasó de “gestionar el conflicto” a “resolverlo”. ¿Cómo? “Eliminando a Hamás”, es decir, eliminando toda resistencia palestina y obligando a los palestinos a someterse mediante la muerte, la limpieza étnica y la rendición.
Año y medio después, el equilibrio de fuerzas se ha inclinado hacia el estado israelí y el imperialismo estadounidense. Gaza yace en ruinas, más de 50 mil palestinos han sido asesinados (muchos estiman una cifra mucho mayor) y el camino está ahora despejado para que Israel intensifique su guerra genocida y mate de hambre a la Franja. Esta terrible situación no se debe únicamente a la superioridad militar de Israel. También se debe a la propia estrategia de Hamás, que se basaba en una serie de expectativas falsas:
- Que el imperialismo estadounidense intervendría y obligaría a Israel a hacer concesiones a los palestinos.
- Que Estados Unidos se vería obligado a hacerlo por la presión de la “comunidad internacional”, la opinión pública y los movimientos de protesta.
- Que Irán y el resto del Eje de la Resistencia se verían obligados a declarar una guerra regional contra Israel.
- Que el caos en Israel sería tan grande que el ejército se desmoronaría desde dentro.
La primera expectativa muestra las ilusiones de Hamás en el imperialismo estadounidense. Creía que el debilitamiento del poder de Estados Unidos significaría que éste estaría más dispuesto a ceder y retirarse de sus esferas de influencia. En realidad, ocurre todo lo contrario. Con su hegemonía amenazada, Estados Unidos debe confiar aún más en su perro de ataque israelí.
Las esperanzas expresadas en la segunda expectativa pasan por alto el hecho de que Estados Unidos lidera la comunidad internacional. Era ilusorio creer que los países occidentales o los serviles regímenes árabes desafiarían los dictados de EE.UU. En cuanto a los movimientos de protesta, en Occidente seguían dominados por la política liberal, lo que garantizaba su impotencia. En el Medio Oriente, los movimientos estaban patrocinados por los regímenes como forma de liberar presión y cubrir su propia inacción y/o estaban dirigidos por islamistas cuya política era similar a la de Hamás. En ambos casos, se frenó el ímpetu de las masas.
El tercer supuesto mostraba una fe ciega en el régimen islámico iraní y en Hezbolá. El régimen clerical de Teherán y los dirigentes del movimiento chiíta libanés siempre han antepuesto su propia estabilidad interna y sus intereses estrechos a los de los palestinos. Esto es lo que hay detrás de su doctrina de “paciencia estratégica”: la idea de que el Eje de la Resistencia libraría una guerra de desgaste a largo plazo contra Israel y Estados Unidos, lo que agotaría gradualmente su poder militar, junto con apelaciones diplomáticas basadas en el “derecho internacional” y los principios liberales. En realidad, la “paciencia estratégica” permitió que Israel y EE.UU. tomaran la iniciativa. EE.UU. e Israel estaban totalmente dispuestos a escalar de manera constante la agresión, asestar los golpes más fuertes posibles y violar todas las normas de conflictos anteriores. Mientras tanto, el Eje de la Resistencia, a pesar de su considerable capacidad militar, permaneció políticamente paralizado y en constante retirada.
El cuarto supuesto mostraba la incomprensión de Hamás de la crisis dentro de Israel. Las divisiones dentro de la sociedad israelí son ciertamente profundas. Sin embargo, un golpe como el del 7 de Octubre, con la masacre indiscriminada en kibutz y en festivales, no iba a exacerbar esas divisiones, sino a contribuir a superarlas. Este tipo de acción envalentona a la clase dominante y a todas las alas del sionismo, las cuales presentan al estado israelí como el único baluarte contra un nuevo holocausto. Por eso la idea —ampliamente extendida en el movimiento palestino— de que la sociedad israelí se desmoronará ante cualquier golpe serio es errónea y profundamente desorientadora. Asimismo, Hamás actuó con la ilusión de que los palestinos obtendrían concesiones si los sionistas liberales ponían presión para continuar las negociaciones por un cese al fuego. Sin embargo, los liberales no llevan la batuta; la lleva el gobierno derechista de Netanyahu. Éste ha dejado claro que la principal prioridad es destruir a Hamás, y si los rehenes mueren, como ha sido el caso de muchos, que así sea. Los liberales israelíes están horrorizados por esta política, pero no tienen forma de desafiarla porque comparten con Netanyahu la premisa subyacente de la guerra.
Por lo tanto, a pesar de que el 7 de Octubre asestó serios golpes a Israel, la estrategia detrás de la operación estaba sumida en problemas políticos que sólo podían llevar la lucha por la liberación al desastre. Hamás sabía perfectamente que el 7 de Octubre abriría una nueva y devastadora guerra contra Gaza. Sabían que no podrían ganar. Su estrategia consistía en ofrecer Gaza para la matanza con la esperanza de que el Eje de la Resistencia entrara en la guerra y eso obligara a la comunidad internacional y a Estados Unidos a intervenir contra Israel.
En lugar de ello, el gobierno israelí aprovechó la masacre indiscriminada de civiles para proceder abiertamente al genocidio con el pleno apoyo de Estados Unidos. Irán y Hezbolá se pasaron la guerra contemporizando y vacilando, una debilidad que Israel explotó con efectos devastadores. En cuanto a la comunidad internacional, Estados Unidos se aseguró de que no hiciera nada más que emitir vacías declaraciones y resoluciones de la ONU. Ahora, con el retroceso del movimiento palestino en Occidente, los políticos reaccionarios están reprimiendo fuertemente a los activistas. Al final, el lema pro iraní de “hervir lentamente la rana israelí” resultó fatal comparado con el dicho del Talmud: “Si alguien viene a matarte, levántate y mátalo primero”.
El Eje de la Resistencia
Hamás no ha desaparecido e Israel no ha salido indemne. Pero está claro que Israel tiene la sartén por el mango y que cualquier capacidad que aún tenga Hamás no será suficiente para mejorar el equilibrio de fuerzas para los palestinos. Los dirigentes de Hamás ya han cedido el control de Gaza, declarando únicamente que “las armas de la resistencia son una línea roja”.
En el Líbano, Israel logró disuadir a Hezbolá, uno de los mayores desafíos para las FDI en la región. Toda la intervención de Hezbolá en la guerra consistió en mantener activo el frente libanés mientras duraran los combates en Gaza. En su discurso final, el líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah, dijo que “el frente libanés no se detendrá antes de que cese la agresión a Gaza” y que Netanyahu “no podrá ‘regresar’ a los colonos al norte y hacer lo que [quiera]”. Días después, Nasrallah estaba dispuesto a firmar un acuerdo de cese al fuego. Poco después, el 27 de septiembre de 2024, fue asesinado. El objetivo bélico de Hezbolá se vio frustrado y la organización quedó decapitada. Por supuesto, Hezbolá sigue en pie: el multitudinario funeral por Nasrallah fue una enorme demostración de fuerza y la mayor concentración en la historia del Líbano. No obstante, Israel sigue ocupando cinco puntos de observación en el Líbano y continúa atacando objetivos de Hezbolá.
Irán, la fuerza central detrás del Eje de la Resistencia, ha salido de esta guerra mal parado. Los palestinos y los libaneses dicen que Irán debería haber intervenido con más fuerza desde el principio. En lugar de ello, pasó la mayor parte de la guerra intentando ejercer presión diplomática para lograr un cese al fuego. Irán sólo intervino cuando se vio absolutamente obligado a ello, tras innumerables provocaciones israelíes, desde el bombardeo de su consulado en Siria hasta el asesinato de casi toda la cúpula de Hezbolá. Los ataques de Irán contra Israel, en particular el segundo en octubre de 2024, que incluyó 180 misiles balísticos y se llevó a cabo sin previo aviso, mostraron sus capacidades militares. Múltiples misiles de nueva generación perforaron los sistemas de defensa antiaérea de Israel y alcanzaron bases israelíes con precisión. Esto frenó a algunos en Israel que abogaban por la guerra con Irán.
El ataque con misiles de Irán puso de manifiesto que su principal problema estratégico en el conflicto no era militar, sino político. El régimen islámico, temeroso en todo momento de las masas iraníes y sumido en una crisis económica, sigue buscando acomodarse a Estados Unidos, lo que el ayatolá Jamenei procura amparándose en la fracción reformista. Esta situación fue el origen de sus constantes vacilaciones e inacción durante todo el genocidio. Tras los intercambios de misiles, la iniciativa volvió directamente a Israel, que siguió masacrando a palestinos, militantes de Hamás y Hezbolá, y otros.
Otro duro golpe para Hezbolá e Irán ha sido la caída de la odiada dictadura de Assad en Siria, que solía garantizarles rutas de suministro de armas (ver “Sólo el antiimperialismo puede unir a los pueblos de Siria”, Workers Hammer No. 255, invierno de 2025). El nuevo gobierno sirio ha dejado muy claro desde el principio que se opone al “proyecto iraní” y ha apelado al imperialismo occidental, incluso después de que Israel invadiera el sur de Siria y se apoderara del punto más alto del país.
Dicho esto, la actitud del nuevo régimen puede cambiar. Israel ha hecho varias declaraciones en las que afirma que quiere “desmilitarizar” la zona al sur de Damasco y afirma que está dispuesto a invadirla para defender a la minoría drusa de Damasco. A medida que aumenten estas amenazas, el nuevo régimen podría verse presionado para organizar algún tipo de respuesta, aunque ésta sería increíblemente débil dadas las divisiones existentes en el nuevo estado. A principios de abril, el régimen emitió declaraciones en las que atacaba la presencia israelí, y las milicias locales de la provincia de Daraa (que no forman parte de la milicia HTS que tomó el poder en Damasco) se enfrentaron a las fuerzas de ocupación israelíes en el sur. Queda por ver hasta dónde llegará Israel en su expansión. Sea como fuere, las milicias locales sirias no representan una amenaza seria.
Israel está avivando las llamas del sectarismo en Siria, tratando de acercarse a las minorías alauita, cristiana y drusa que fueron pilares del régimen de Assad. Los recientes asesinatos masivos de alauitas en la costa excluyen cualquier perspectiva de unidad siria bajo el nuevo régimen. Hasta el derrocamiento de Assad, el 7 de Octubre parecía unificar a suníes y chiítas de la región contra la agresión de Israel. Su caída ha eliminado esta fachada: la política sectaria suní está resurgiendo en el Líbano, Hamás y el Eje están divididos respecto a Siria, y el régimen sirio colisiona con Hezbolá y el Eje.
Los hutíes son la única fuerza del Eje de la Resistencia cuya autoridad se ha visto reforzada. A pesar de los constantes bombardeos de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, han sido capaces de interrumpir continuamente el comercio en el Mar Rojo e incluso de atacar directamente a Israel. Mientras Trump intenta bombardearlos hasta someterlos una vez más, hay pocos indicios de que esto vaya a tener más éxito que la fallida campaña de Biden. No obstante, los hutíes están ahora mucho más aislados. Las negociaciones de Irán con Estados Unidos no auguran nada bueno para ellos.
Israel
La situación interna de Israel es compleja. La clase dominante no es una fuerza independiente y, desde la crisis de Suez de 1956 y sobre todo desde la guerra de 1967, ha estado ligada al imperialismo estadounidense. Lo decisivo en Israel son los vientos que soplan desde EE.UU. La importancia primordial de Israel nunca ha residido en sus recursos naturales ni en sus industrias, sino en su utilidad como puesto militar de avanzada que sirve para garantizar la división y explotación imperialistas del Medio Oriente. El sionismo proporciona la superestructura para racionalizar este papel.
Durante años, en la clase gobernante israelí se ha librado una lucha de fracciones entre los sionistas liberales vinculados al establishment de inteligencia militar y las grandes empresas tecnológicas y los sionistas de derecha liderados por Netanyahu y apoyados por organizaciones de colonos. El 7 de Octubre puso fin a las manifestaciones masivas de estas fracciones en competencia. Pero el peso de la guerra, el empeoramiento de la crisis económica, la reelección de Trump y el renovado impulso de Netanyahu para reorganizar el poder judicial y el aparato de seguridad han vuelto a sacar a la luz la polarización. Una expresión de esto son las protestas periódicas a favor de un acuerdo sobre los rehenes y las manifestaciones semirregulares de la extrema derecha en apoyo a la continuación del genocidio. Las recientes protestas contra el despido por Netanyahu del jefe del Shin Bet, Ronan Bar, son otra.
Netanyahu se ha presentado como defensor de la democracia frente al estado profundo, luchando contra el poder judicial y el aparato de seguridad, que siguen dominados por sionistas liberales y asquenazíes (judíos de ascendencia europea). Ha explotado con éxito las frustraciones de los mizrajíes (judíos de ascendencia del Medio Oriente y el norte de África), que constituyen aproximadamente la mitad de la sociedad israelí y para quienes el sionismo liberal y el control asquenazí han significado desprecio y discriminación en cuanto a la vivienda y el empleo. (Esto ayuda a explicar por qué muchos mizrajíes se han convertido en colonos en Cisjordania.) Mientras que toda la población israelí se vio empujada a un frenesí genocida tras el 7 de Octubre, la ira contra el establishment liberal ha facilitado al gobierno argumentar que la única solución al “problema” palestino es la solución definitiva.
Los sionistas liberales siempre han apoyado la limpieza étnica de los palestinos y los objetivos de Eretz Israel, pero han tratado de hacerlo con una cobertura democrática (al menos para los judíos dentro de la Línea Verde). Pero desde el 7 de Octubre, la farsa de Israel como “la única democracia del Medio Oriente” ha sido desacreditada rotundamente al nivel internacional. La fracción de Netanyahu considera que ya no necesita mantener la farsa, ni siquiera para los judíos, a medida que avanza hacia la consolidación de una teocracia bonapartista militarizada. Mediante la apropiación de tierras, la limpieza étnica y los golpes al Eje de la Resistencia, Netanyahu ha conseguido realinear la política israelí, con lo que el espacio político para el sionismo liberal se desmorona. Así, aunque los liberales volvieran al poder, sería en un contexto político diferente. La agenda de Netanyahu se llevaría a cabo, sólo que presentada en una envoltura diferente.
La burocracia sindical de la Histadrut sigue totalmente en el campo de la burguesía liberal israelí, con sus dirigentes comprometidos con el genocidio. Al principio de la guerra, el dirigente de la Histadrut Arnon Bar-David firmó con orgullo una bomba en nombre del sindicato para que fuera lanzada sobre Gaza. En los últimos años, cada vez que la Histadrut ha estallado una huelga general, ha contado con el respaldo de sectores de la clase dominante. Dicho esto, el movimiento huelguístico es contradictorio: aunque la conciencia de los trabajadores sigue siendo liberal sionista, chovinista y hostil a la liberación palestina, también refleja el enojo con la continuación de la guerra. Los comunistas deben intervenir en estas huelgas para demostrar que el chovinismo nacional es un callejón sin salida en el avance de la lucha por liberar a los rehenes, derrocar al gobierno y mejorar las condiciones de vida, y que los mayores aliados de los trabajadores en esta lucha son las masas palestinas y árabes que luchan contra el imperialismo estadounidense y los gobernantes sionistas.
La izquierda en Israel
La izquierda israelí sigue siendo muy pequeña y está sumida en el liquidacionismo liberal. Los más destacados son el Partido Comunista Israelí (PCI) y el recientemente formado movimiento Juntos, muchos de cuyos dirigentes proceden del PCI. Ambos tienen una afiliación mixta árabe y judía, siendo el PCI predominantemente árabe. Ambos grupos tienen una fuerte tradición de colaboración de clases y sionismo liberal, promoviendo la farsa de que la igualdad para los palestinos puede venir a través de una solución de dos estados. El PCI incluso capitula ante las fuerzas sionistas centristas, como se vio cuando su grupo parlamentario respaldó a Benny Gantz como primer ministro en 2019.
Juntos, por su parte, trata de construir un movimiento populista de izquierda al estilo de las formaciones de izquierda europeas posteriores a 2008, con una política totalmente liberal y moralista diseñada para hacer la cuestión palestina aceptable a los sionistas. Por ejemplo, equipararon grotescamente a Yahya Sinwar de Hamás y a Netanyahu como “políticos cínicos a los que no les importan las vidas humanas”. Sin embargo, a pesar de sus historias de capitulación, ambos grupos, y en particular el PCI, son a menudo las primeras organizaciones a las que acuden los jóvenes árabes y antisionistas que buscan luchar, sobre todo en las universidades. Para ganarse a sus mejores elementos, los marxistas deben intervenir en esas organizaciones motivando la necesidad de una ruptura con el sionismo y el imperialismo estadounidense e insistiendo en el deber de apoyar la liberación de Palestina como esencial para la liberación de los trabajadores israelíes.
La vanguardia del centrismo en Israel/Palestina es el Movimiento de Lucha Socialista (MLS) de Alternativa Socialista Internacional. Mientras que el MLS, en el papel, se opone a que Juntos “sucumba a las presiones del chovinismo/nacionalismo israelí”, su propio programa capitula ante el sionismo liberal. Las demandas del MLS son prácticamente las mismas consignas liberales de Juntos, como “parar la guerra”, “todo para todos” (todos los rehenes/prisioneros de ambos bandos deben ser liberados) y por una “vida digna”. Todo ello sin tomar lado directamente con la lucha de la resistencia palestina. También capitulan completamente ante la podrida burocracia de Histadrut. Durante la huelga general israelí de 2024, su principal crítica a los burócratas sionistas totalmente pro capitalistas es que deberían haber organizado una huelga antes, y que la huelga de un día (apoyada por un ala de la clase dominante) debería convertirse en una de 48 horas. Los comunistas deben buscar oportunidades para el trabajo en común con el MLS al tiempo que desenmascaran sus concesiones al sionismo y el carácter liberal de sus intervenciones.
Otra tendencia está representada por la Liga Socialista Internacionalista, sección de la Corriente Comunista Revolucionaria Internacional (CCRI) en Israel/Palestina Ocupada. La CCRI apoya la resistencia palestina y llama a la destrucción del estado israelí mediante una revolución árabe dirigida por un partido de la clase obrera. Pero sus intervenciones se limitan con demasiada frecuencia a denunciar los crímenes de Israel y a declarar el apoyo militar a la resistencia palestina. Como muchos otros izquierdistas, la CCRI nunca plantea una estrategia marxista alternativa de lucha para avanzar la liberación palestina en contraposición a la de los nacionalistas. La otra cara de esta política es abandonar cualquier perspectiva para escindir la sociedad israelí sobre líneas de clase. De esta manera, la CCRI liquida el papel de vanguardia de los comunistas en el campo nacionalista, al hacer de los revolucionarios meros porristas de fuerzas no comunistas (ver “Polémicas con la Corriente Comunista Revolucionaria Internacional sobre Israel/Palestina”, Spartacist Letters No. 1, noviembre de 2024).
Por último, entre los izquierdistas explícitamente liberales y moralistas, encontramos el fenómeno de los objetores de conciencia, quienes intentan convencer a los jóvenes israelíes de que se nieguen a servir en el ejército. Lo que esto significa, en concreto, es sacrificar la lucha para debilitar a las FDI desde dentro mediante la lucha de clases. A pesar del carácter pequeño y marginal de estas fuerzas, no deben ser ignoradas. Los comunistas deben defenderlas contra la represión, al tiempo que muestran que la única forma de destruir la maquinaria bélica sionista es escindiendo al ejército sobre líneas de clase y formando una alianza con los trabajadores de toda la región.
Perspectivas
Está claro que el equilibrio de fuerzas se ha inclinado a favor de Israel. El Eje de la Resistencia ha recibido duros golpes y el movimiento internacional de solidaridad con Palestina está siendo aplastado por varios gobiernos occidentales, con Trump a la cabeza. Con casi ninguna fuerza capaz de hacerle frente a Israel, podemos esperar un largo periodo de agresión continua en diferentes esferas, desde Gaza y Cisjordania hasta el Líbano y Siria. Esto preparará el terreno para una explosión popular, aunque no se puede predecir cuándo sucederá. Hasta entonces, sin embargo, las fuerzas burguesas nacionales en el Medio Oriente se dirigen a la aceptación de esta nueva normalidad: Irán está negociando con Estados Unidos, los Emiratos Árabes Unidos (EAU) intentan aumentar su influencia tras los reveses de Hamás, Egipto sigue manteniendo cerrada su frontera con Gaza, y el Líbano y Siria renuncian a defenderse de los continuos ataques israelíes.
El acuerdo de cese al fuego resultó ser sólo un trozo de papel, y poco se interpone en el camino de Netanyahu para aplicar el “plan Trump” de limpieza étnica de Gaza. A pesar de que Israel ha reanudado su campaña militar, Trump y su enviado Steve Witkoff han insinuado un nuevo acuerdo de cese al fuego. Es probable que si surge una “calma sostenible” en Gaza, el gobierno israelí intente reducir la población ofreciendo la “migración voluntaria” al mayor número posible de residentes. Ir demasiado lejos con una limpieza étnica completa podría amenazar la existencia de los serviles regímenes árabes, concretamente Jordania y Egipto, que se enfrentan a la presión de sus poblaciones y de las tropas para declarar la guerra a Israel. Hasta ahora, Arabia Saudita también considera que la normalización con Israel en el contexto actual podría no ser beneficiosa para sus intereses.
En medio de la aparente unidad temporal de los regímenes árabes, los EAU son la excepción. Al competir por su influencia en la Franja de Gaza, están montando una campaña para marginar a Hamás. La estrategia sin salida de Hamás ha envalentonado a esta oposición pro imperialista. Dentro de Gaza, las recientes protestas han hecho eco de las consignas de la fracción Fatah de Mohammad Dahlan, que está a favor de los EAU, denuncia a Hamás como “terrorista” y fomenta el sectarismo antichiíta. En los últimos episodios de Arab Cast, un nuevo podcast financiado por los EAU, han aparecido destacados intelectuales y políticos árabes pidiendo negociaciones con Israel y apoyando el plan de los EAU contra Hamás en Gaza. Si la administración estadounidense y el régimen israelí consideran que el “plan Trump” original es demasiado costoso, podrían conformarse con un acuerdo con los EAU y Mohammad Dahlan para administrar alguna versión de Gaza durante cierto tiempo. Sin embargo, cualquier acuerdo estaría plagado de inestabilidad.
Las tareas de los comunistas
Con Estados Unidos e Israel a la ofensiva y el movimiento palestino a la defensiva en todas partes, las tareas primordiales de los comunistas deben ser luchar para poner al movimiento en una posición defensiva más fuerte. Mientras que muchos militantes pro palestinos siguen ciegos ante el estado lamentable del movimiento, otros están decepcionados y desilusionados. Debemos llegar a estas dos capas y luchar con ellas para que extraigan las lecciones del último periodo, ayudarles a ver los orígenes de clase de las estrategias fallidas de los dirigentes y presentar un programa revolucionario internacionalista para la liberación nacional.
En Gaza, la situación es extremadamente difícil. Con la renovada campaña genocida de Israel, los comunistas deben estar al frente de la defensa de Gaza, en un frente unido con otras organizaciones de resistencia. Es crucial luchar contra el creciente sentimiento derrotista y oponerse al movimiento pro EAU, pro imperialista y anti-Hamás en la Franja. Mientras sus representantes explotan el cansancio real de las masas, están sentando las bases para una rendición ante Israel que sólo puede ser una catástrofe para el pueblo palestino. Al combatir a esas fuerzas y resistir a las FDI, los comunistas no deben dar ni un ápice de apoyo político a Hamás, sino que deben desenmascarar constantemente el fracaso de su estrategia y tácticas militares. Contra viento y marea, los comunistas deben tratar de mantener viva la resistencia y mantener la presión sobre las FDI para limitar los daños de su devastadora campaña.
Las victorias en esta lucha no vendrán únicamente de Gaza. La única manera de socavar el creciente sentimiento derrotista y avanzar es con una perspectiva que abarque toda la región. Se necesita urgentemente un frente unido antiimperialista en todo el Medio Oriente para hacer frente a la nueva campaña genocida. Aunque esta necesidad siempre ha sido imperativa, el hecho de que no se haya materializado se debe enteramente a la traición de los diversos regímenes de la región y a los dirigentes del movimiento palestino que miran hacia ellos. Desde los corruptos gobernantes árabes hasta los clérigos iraníes y Erdoğan en Türkiye, todos han demostrado que su prioridad es mantener su brutal dominio. No se arriesgarán a una intervención significativa en favor de los palestinos.
Por lo tanto, los revolucionarios deben buscar construir un frente unido antiimperialista para llegar directamente a las masas del Medio Oriente y en oposición a sus gobernantes, independientemente de la verborrea pro Palestina que éstos puedan tener. Es conectando el apoyo masivo a Palestina en la región con la lucha por las necesidades más sentidas de las masas —contra sus odiados gobernantes, Estados Unidos e Israel— que el movimiento puede realmente empezar a romper el statu quo. Así es como también pueden superarse las divisiones sectarias, étnicas y nacionales.
Este frente debe extenderse a los trabajadores israelíes. Sin una ruptura clasista en la sociedad israelí, la liberación palestina seguirá siendo una perspectiva lejana. Los comunistas deben librar una lucha resuelta contra el resto de la izquierda dejando claro que la emancipación de los trabajadores israelíes exige una ruptura con las fuerzas y la ideología sionistas. La capitulación de la mayor parte de la izquierda ante el sionismo liberal es el mayor peligro para el movimiento revolucionario. Los comunistas también deben llegar a los mizrajíes y tratar de demostrar que su opresión no se resolverá abrazando aún más el sionismo —como para demostrar que son “buenos” judíos— sino rechazándolo. Para todos los trabajadores israelíes —los mizrajíes en particular— la mejora de sus condiciones de vida pasa en realidad por una alianza con los árabes contra los gobernantes sionistas.
El trabajo en las FDI es primordial. El ejército se enfrenta a su peor crisis en décadas, con más de cien mil reservistas que rechazan el servicio. Esto muestra cómo la oposición a una guerra prolongada está fermentando en sus filas. Los comunistas deben entrar en el ejército y tratar de canalizar el descontento de los soldados sobre líneas de clase exponiendo la verdadera naturaleza de esta guerra genocida.
En Occidente, la primera tarea de los comunistas es darse cuenta de que el movimiento está derrotado y aislado y comprender por qué es así. El movimiento ha estado dirigido por liberales y, a veces, por representantes directos de los imperialistas (demócratas en EE.UU., laboristas en Gran Bretaña, melenchonistas en Francia, etc.). Con tales dirigentes y dominado por la política liberal, el movimiento no logró conectarse con la clase obrera, al presentarse como una postura moral para ilustrados más que como un polo de lucha obrera. Esto explica por qué no hubo avances significativos. También permitió que la mayoría de los líderes sindicales no hicieran casi nada por el movimiento, salvo discursos ocasionales de solidaridad. Es urgente que los comunistas intervengan para reconstruir el movimiento palestino, pero sobre una base claramente obrera y antiimperialista. Es conectando la cuestión de Palestina y el imperialismo con la lucha por las condiciones de vida básicas de los trabajadores como el movimiento puede convertirse en una fuerza real. Los militantes deben comprender que complacer a los políticos liberales y a los burócratas sindicales que protegen a la clase dominante sólo obstaculiza el movimiento.
A medida que soplan los vientos de la reacción en Occidente, aumenta la represión contra los activistas. Desde Anasse Kazib en Francia y Michael Pröbsting en Austria hasta Mahmoud Khalil en Estados Unidos, la clase dominante quiere hacer un ejemplo con los militantes prominentes. La reconstrucción del movimiento debe comenzar con la organización de campañas contra esta represión, que no es más que un aspecto de la ofensiva más amplia de la clase dominante para regimentar la sociedad tras un statu quo reaccionario.
Desde el inicio de la guerra, la LCI ha luchado constantemente por que el movimiento palestino tenga una estrategia marxista, en contra de sus callejones sin salida liberales y nacionalistas. Nuestra intervención, desgraciadamente limitada sobre todo al mundo occidental, ha advertido incansablemente que sin una reorientación fundamental, el movimiento se enfrentaría a la derrota. En particular, hemos centrado nuestro fuego en la mayor parte de la izquierda socialista. En nuestro artículo “Los marxistas y Palestina: Cien años de fracasos—Lecciones y perspectivas” (Spartacist No. 43, septiembre de 2024), escribimos:
“Lo que los palestinos afrontan no es su liberación, sino su exterminio. Para ofrecer un camino a la lucha palestina, es necesario empezar por decir la verdad sobre la situación actual. Lejos de hacer esto, la mayoría de los grupos marxistas al nivel internacional vitorean al movimiento mientras avanza hacia la derrota. En vez de luchar por cambiar su curso, se ponen a la cola de su dirección, ya sea liberal o nacionalista. En consecuencia, aunque los supuestos marxistas han sido omnipresentes en la lucha, prácticamente no han incidido en su resultado”.
Nuestras advertencias fueron recibidas con acusaciones de pesimismo y rebatidas con argumentos sobre la cantidad de gente que se estaba uniendo al movimiento, que parecía navegar sobre una inquebrantable marea ascendente. Desgraciadamente, la grave situación actual nos ha dado la razón. El primer deber de todo luchador pro palestino serio debe ser enfrentar directamente las causas del fracaso hasta ahora. Éste es el primer paso para seguir adelante.