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La elección en 2023 del libertario de derecha Javier Milei en Argentina anticipó el brusco giro derechista que se está produciendo ahora de forma más generalizada. Los imperialistas ven a Argentina como un modelo para el tipo de “terapia de choque” que Trump quiere imponer a las neocolonias para apuntalar la hegemonía estadounidense: estrangular al país mediante la deuda, exprimir a la clase obrera hasta dejarla seca y abrir aún más la economía a la explotación imperialista. Los ataques de Milei han provocado niveles de pobreza y hambre sin precedentes, una drástica caída de las condiciones de vida y recortes de los servicios sociales. En respuesta, ha habido una serie de manifestaciones masivas y tres huelgas nacionales de un día convocadas por las principales federaciones sindicales. Esto demuestra que hay voluntad de lucha, pero estas movilizaciones no han impedido que Milei blanda con éxito su motosierra.

La responsabilidad de esta pésima situación recae en la miserable dirección de la clase obrera. Los peronistas, responsables de llevar al país al actual abismo económico, cuentan con la lealtad de la mayoría de la membresía sindical. Han traicionado abiertamente los intereses de los trabajadores, negándose a librar una lucha seria contra el gobierno. Su estrategia consiste en convocar (muy infrecuentemente) huelgas limitadas de un día mientras predican el diálogo social con el gobierno. La movilización del 30 de abril hasta incluyó un homenaje al Papa recientemente fallecido. Al mismo tiempo, los peronistas aprovechan la legítima indignación por la venta de los recursos del país a los imperialistas para presentarse como los mejores defensores de la soberanía argentina.

El grueso de la izquierda se niega a desafiar a los peronistas en este terreno, ya sea con el ridículo pretexto de que Argentina no está oprimida por el imperialismo o con el argumento de que la lucha por la liberación nacional es burguesa (porque actualmente la abanderan los peronistas, que son una fuerza burguesa). También hay un sector de la izquierda que no ve ningún camino independiente para luchar contra la subyugación imperialista y simplemente voltea hacia los peronistas para liberar a Argentina. De cualquier forma, la lucha queda en manos de los peronistas, cuyos lazos con la burguesía argentina los hace incapaces de luchar contra la opresión imperialista del país.

La izquierda socialista, incluyendo las organizaciones trotskistas que cuentan con decenas de miles de miembros y que realmente tienen el potencial de proporcionar una dirección política diferente, se niega a luchar por una alternativa a esta dirección traidora en los sindicatos. En su lugar, están impulsando organizaciones y asambleas paralelas y/o alternas, mientras dejan a la burocracia sindical peronista sin desafíos y la presionan para que sea un poco más combativa con base en la misma estrategia perdedora. El hecho de que se deje a los jubilados y a los futbolistas el papel de vanguardia en la lucha contra Milei es una señal inequívoca del fracaso total de la dirección de la clase obrera. Tras un año de Milei en el poder, la izquierda embellece burdamente la situación, al pintar una falsa imagen de un gobierno contra las cuerdas junto con una creciente ola de lucha social. Consideran que su papel es animar todas las manifestaciones en las calles, sin presentar ningún programa para impulsar la lucha que aborde los obstáculos reales que se interponen en el camino.

Es urgente cerrar la brecha entre los trabajadores y la izquierda, la única manera de luchar con éxito contra Milei y sus patrocinadores imperialistas. Un pilar de nuestra intervención ha sido el llamado por un gobierno del FIT-U, la CGT y las CTA como forma de ofrecer una alternativa política real tanto al neoliberalismo como a los odiados peronistas. La izquierda ha reaccionado abrumadoramente de forma negativa a este llamado por un gobierno obrero, y ellos mismos no ofrecen ninguna perspectiva de lucha política por el poder proletario. Es necesaria una seria reorientación tanto entre los trotskistas como en los sindicatos. Sin esto, los trabajadores argentinos se enfrentan a una derrota histórica. Sin embargo, si los trabajadores pueden cambiar el rumbo en Argentina, esto sería electrizante para las masas trabajadoras de América Latina, las cuales se enfrentan a la misma embestida reaccionaria del imperialismo estadounidense.