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Los resultados de las recientes elecciones a gobernador de Puerto Rico y el plebiscito no vinculante sobre el estatus muestran un creciente descontento con la situación actual de la isla: las intolerables condiciones impuestas por la subyugación colonial. Todos los aspectos de la vida cotidiana, ya sea la energía, la vivienda, la salud o la educación, están dictados por el imperialismo estadounidense. Las masas están cansadas de su subyugación y buscan una respuesta. Aunque había cinco candidatos en la papeleta, la carrera estaba realmente entre Jenniffer González y Juan Dalmau, de La Alianza, quienes se presentaban como una ruptura con el statu quo.

Aunque González, partidaria de la estadidad y de Trump, ganó con el 39 por ciento de los votos, lo que hizo a estas elecciones inusuales fue que Dalmau obtuviera el 33 por ciento. En el plebiscito sobre el estatus, el 58 por ciento de los votos válidos fueron a favor de la estadidad, mientras la independencia recibió su nivel de apoyo más alto en décadas. Está claro que las masas boricuas están desesperadas por un cambio. Igual de claro es que para avanzar en cualquier frente se requerirá una confrontación con los intereses imperialistas de Estados Unidos. Pero ninguna de las opciones ofrecidas en las elecciones proponía hacer esto.

Las medias tintas de La Alianza abren la puerta a la derecha

El apagón de 24 horas de LUMA en enero y el anuncio de recortes educativos en la UPR son sólo un par de ejemplos de cómo se han agudizado los devastadores ataques contra las masas boricuas. No caben medias tintas cuando sólo una lucha seria contra el imperialismo puede detener la devastación. La persuasión amable no va a convencer a los amos coloniales de actuar en contra de sus intereses y ceder en su sometimiento de la isla, y mucho menos dejar que Puerto Rico sea libre.

Puerto Rico tiene importancia financiera y militar como colonia del coloso estadounidense. Washington mantiene un control férreo sobre la isla para contrarrestar a Cuba y apuntalar su debilitada posición global en declive mediante el saqueo de Puerto Rico. Esto le da a EE.UU. una mayor capacidad para perseguir sus apetitos imperialistas en el resto de América Latina y el Tercer Mundo. EE.UU. no dará ninguna concesión significativa a menos que una fuerza opositora se movilice para apoderarse de lo que se necesita y romper las cadenas coloniales de Borikén.

La pregunta más general es: ¿luchará Puerto Rico contra la opresión colonial o se someterá a ella? Los resultados de las elecciones indican una creciente polarización en la isla. Pero los que querían luchar no tenían una alternativa antiimperialista real en las papeletas. Dado que Dalmau quería arrancar concesiones a Estados Unidos sin un plan decidido y realista para enfrentarse al imperialismo estadounidense y conseguir la victoria, la opción que se planteaba era entre una lucha a medias (Dalmau) y la sumisión total (González). González salió vencedora porque tenía los contactos y el compromiso para convencer a los votantes de que su reaccionaria vía de sumisión podría conseguirles algunas migajas más de Washington.

La izquierda promovió ampliamente a Dalmau como candidato independentista, pero éste abandonó la causa para formar La Alianza con el MVC. Dalmau abogaba por una serie de reformas sociales progresistas: seguro médico universal, jubilaciones, echar atrás la privatización de la educación, etc. La mayoría de los puertorriqueños saben en algún nivel que conseguir cualquiera de estas reformas requeriría luchar contra EE.UU. Una lucha sostenida por las necesidades candentes de las masas boricuas se toparía tarde o temprano con pilares del imperialismo estadounidense, como los buitres de Wall Street, los promotores inmobiliarios y las grandes farmacéuticas. Pero lejos de intentar preparar esa lucha, la estrategia de Dalmau no representa amenaza alguna para los intereses estadounidenses.

Para Dalmau, todo, desde el financiamiento de las reformas que propone hasta el proceso de “descolonización”, depende de que el Congreso de Estados Unidos esté de acuerdo. Pero buscar un oído comprensivo en esta institución central del imperialismo estadounidense a través de la persuasión moral es una garantía de fracaso. Es imposible aflojar el dominio del imperialismo mientras se abraza calurosamente a sus propios representantes. Aunque los crecientes números de Dalmau en las encuestas reflejan una creciente presión a impulsar la lucha antiimperialista, él canaliza ese descontento hacia la colaboración con la misma fuerza responsable del empobrecimiento y la opresión de las masas boricuas.

Por ejemplo, La Alianza aboga por la “descolonización” mediante la negociación y el diálogo con EE.UU. Esta perspectiva socava por completo la lucha por la independencia. Estados Unidos no va a “descolonizar” Puerto Rico. La potencia imperialista mantiene a la isla en la esclavitud colonial debido a la clara ventaja material que obtiene al hacerlo. No se encuentra dispuesto a sentarse a la mesa para negociar la libertad de sus súbditos.

Dalmau es consciente de ello, pero prefiere continuar dentro del callejón sin salida de la descolonización liberal, que sólo puede frenar el impulso progresista de las masas puertorriqueñas en vez de hacerlo avanzar. El vago término “descolonización” se utiliza a propósito para encubrir el abandono de la lucha por la independencia. Al mismo tiempo, demuestra a los imperialistas que La Alianza no desafiará su dominio absoluto sobre la isla, mientras engaña a las masas puertorriqueñas haciéndoles creer que la coalición va a luchar contra su subyugación colonial.

La incapacidad de La Alianza y de la izquierda para presentar una opción antiimperialista fue lo que inclinó la balanza a favor de González. Como resultado, una parte considerable de la población la consideraba más capaz de aliviar su empobrecimiento y a la estadidad más viable que la independencia. En el pasado, González ha sido capaz de conseguir financiamiento federal al mismo tiempo que hacía tratos para que las empresas invirtieran en Puerto Rico. Ella se convirtió en una opción más atractiva a medida que la probabilidad de una presidencia de Trump se hacía más evidente. La esperanza de quienes votaron por González era que una gobernadora pro-Trump en el cargo durante la segunda presidencia de Trump podría traer la ayuda que se necesita desesperadamente.

Pero tener esperanzas en Trump resultará desastroso para Puerto Rico. Ni siquiera ha afirmado que vaya a proporcionar algún tipo de ayuda a la isla. De hecho, sus planes están totalmente orientados a “hacer a EE.UU. grande de nuevo”, lo cual sólo puede venir a expensas de las masas boricuas y latinoamericanas en su conjunto. La opresión nacional de Puerto Rico sólo va a empeorar con el imperialismo estadounidense en declive, ya que éste busca apretar aún más las tuercas de la isla para frenar su propia caída. Trump ya está amenazando con imponer aranceles del 25 por ciento a México, un gran ataque contra los obreros y las masas trabajadoras de la principal neocolonia del imperialismo estadounidense y un anticipo de lo que les espera a los puertorriqueños.

Una victoria de La Alianza no habría sido mejor

La izquierda y los jóvenes activistas han rechazado la elección de González, que prometió acabar con servicios básicos como Medicaid y mantener privatizada la red eléctrica. Hay que luchar contra estos ataques inminentes. Pero para librar una lucha eficaz, la izquierda debe extraer las lecciones adecuadas de las elecciones para seguir un rumbo que pueda llegar a la raíz del problema: el imperialismo estadounidense.

La mayoría de los grupos de izquierda han hecho su propio análisis de las elecciones, y lo que está absolutamente claro es su enorme desorientación. Se han puesto histéricos, diciendo que la victoria de González señala un auge del fascismo en Puerto Rico. Llamar fascista a González es una forma de ocultar el hecho de que el programa de Dalmau es un obstáculo para luchar tanto contra la reacción derechista como contra la subyugación colonial, y la razón misma de su derrota. La Alianza no está a favor de la independencia, pero muchos en la izquierda promovieron la coalición de todos modos como “un paso en la dirección correcta” y un mal menor que podría detener al PNP. Dalmau es un mal menor, pero está lejos de ser un paso en la dirección correcta.

Una victoria de La Alianza no habría puesto a las masas en mejor situación. La victoria de Dalmau podría alterar el statu quo, pero su elección habría llevado a las masas por un camino ilusorio de colaboración con Estados Unidos y descolonización liberal. Sus intentos de reforma social chocarían contra un muro, y lanzar una batalla a medias contra el imperialismo estadounidense sin tener como objetivo ganar es una invitación al desastre. Es como pensar en David provocando a Goliat, a pesar de que éste hubiera dejado la honda en casa. No va a terminar bien para David. Las inevitables derrotas de este programa—el reforzamiento de la opresión nacional o incluso la represión sangrienta contra los que no están preparados para luchar—sólo desmoralizarían a la izquierda y envalentonarían a la derecha.

Dalmau ni siquiera busca deshacerse de La Junta. Su plan para gestionar la deuda de la AEE es presionar a La Junta para que reparta la ayuda financiera prometida en el acuerdo de fideicomiso de la AEE a los trabajadores puertorriqueños. La Alianza quiere que La Junta cumpla su promesa de pagar las pensiones a los jubilados y las obligaciones de reconstrucción y sólo después de eso pagar a los bonistas. La coalición alega que “este enfoque, basado en la justicia y la racionalidad financiera bajo el derecho de quiebras”, es la forma de equilibrar las responsabilidades fiscales de la AEE y las necesidades de la población.

La Junta y la deuda que pesa sobre las masas boricuas son un freno para el desarrollo nacional de la isla. Es una necesidad ampliamente sentida echar a estos parásitos. Pero el programa de Dalmau es mantenerlos cerca y asegurarse de que reciban su dinero. Las medidas de austeridad impuestas por La Junta han canalizado millones fuera de Puerto Rico hacia los bolsillos de los bonistas y los fondos de cobertura estadounidenses, que han estado desangrando la isla. La deuda no sólo paraliza e impide cualquier avance del pueblo trabajador, sino que cada centavo pagado profundiza la subordinación de Borikén a los gobernantes imperialistas y debilita aún más a las masas boricuas. Cualquier organización que carezca totalmente de una perspectiva para expulsar a La Junta y derrotar al imperialismo yanqui no es un “paso en la dirección correcta”.

De hecho, Dalmau y La Alianza son obstáculos para la lucha antiimperialista. Puerto Rico no necesita medidas a medias, necesita un partido y una dirección con un plan que vincule las luchas cotidianas de la clase obrera a la lucha por la independencia. Esto requiere confrontar al imperialismo yanqui y sus lacayos en el gobierno puertorriqueño, en vez de conciliarlos como hace La Alianza. Este paso —y sólo este paso— llevará a Puerto Rico en la dirección correcta. La Alianza entiende que una verdadera lucha por la independencia requerirá desatar la energía revolucionaria de las masas y el proletariado boricuas, lo que amenazaría las propias aspiraciones de clase de la coalición de administrar la voluntad colonial de Estados Unidos.

La izquierda impulsa a los aspirantes a administradores coloniales

Los socialistas deberían aprovechar la oportunidad que brindan las elecciones para impulsar la construcción de un auténtico partido independentista. Para ello, se podría considerar apoyar críticamente a candidatos que no sean marxistas revolucionarios. Pero la base mínima para apoyar a cualquier candidato debe ser que esté a favor de la independencia y comprometido a desafiar radicalmente los intereses económicos y políticos de EE.UU. Si Dalmau y La Alianza no están organizando ninguna lucha real contra la subyugación de la isla, ¿entonces qué había que apoyar? Cualquier izquierdista serio sabe que Estados Unidos nunca descolonizará voluntariamente a Puerto Rico, pero la mayoría apoya a Dalmau de todos modos.

Democracia Socialista-Cuarta Internacional tiene un programa de once puntos que dice que están por el socialismo, la independencia, el internacionalismo y el Programa de Transición. Pero están entre los principales actores detrás de la creación de La Alianza y han estado totalmente desorientados sobre cuáles deben ser los próximos pasos para las masas boricuas. Su artículo “Un duelo colectivo: Reflexión ante las elecciones del 2024” dice: “La Alianza fue ese buque que reflejó ante el pueblo puertorriqueño su deseo de comenzar a desmantelar las estructuras políticas y administrativas antiguas, corruptas y en desuso”. Cierto, los deseos del pueblo puertorriqueño eran reales, pero La Alianza no fue más que un buque para frustrar esos deseos ante la imposibilidad de desmantelar esas estructuras mediante el Congreso de Estados Unidos.

Aunque reivindica el manto de la IV Internacional, el programa de Democracia Socialista no dice nada de la necesidad de fusionar las luchas por la independencia y el socialismo para romper la maquinaria imperialista estadounidense. La IV Internacional de Trotsky hizo de esta tarea un elemento central de su programa, según el cual la lucha por la liberación nacional requiere una lucha sin cuartel contra el imperialismo con la clase obrera a la cabeza. Trotsky, en su entrevista con el camarada Fossa, dice: “Me parece claro, que las tareas internas de estos países no se pueden resolver sin una lucha revolucionaria simultánea contra el imperialismo”. La tarea de los revolucionarios boricuas durante las elecciones no era impulsar medias tintas, sino movilizar oposición a la dominación yanqui.

Otros grupos de izquierda, como el MST, son más críticos de La Alianza, pero aun así acaban apoyando a la coalición. En su artículo “La campaña anti-comunista de Jenniffer González”, el MST reconoce que “Dalmau, el PIP, MVC y sus candidaturas no buscan implantar una república comunista en Puerto Rico, sino más bien administrar las pocas e ínfimas instancias de poder que tiene un gobierno colonial”. El MST sabe exactamente de qué van Dalmau y La Alianza y aun así le dio apoyo crítico como forma de “arrancarle al neoliberalismo los derechos que nos ha arrebatado”. Pero cualquier apoyo a La Alianza, por muy crítico que sea, sólo puede desviar la necesaria lucha contra el neoliberalismo.

Las tareas de la izquierda en Puerto Rico

Los recientes acontecimientos en la UPR han obligado a Dalmau a salir de nuevo a la luz pública. Es muy evidente que planea canalizar aún más hacia La Alianza la ira justificada de la juventud, que siente que no tiene futuro en Puerto Rico. Dalmau también quiere llevar a cabo una reorientación hacia los sindicatos. Pero su objetivo no es utilizar su peso social para asegurar una lucha contra los ataques de la UPR, González y el imperialismo, ¡sino simplemente construir apoyo electoral para las próximas elecciones en 2028!

La iniciativa de eliminar sesenta y cuatro programas en la UPR es un enorme ataque contra la clase obrera y las masas oprimidas de Puerto Rico. El objetivo es desmantelar aún más las universidades y destruir la educación pública. Cientos de estudiantes, profesores y trabajadores han protestado, y los estudiantes han llevado a cabo reuniones masivas y aprobado mociones para rechazar los recortes. Sus demandas de autonomía universitaria, reducción del costo de la matrícula, restablecimiento de las residencias de estudiantes y destitución del presidente de la universidad responden a las necesidades de los jóvenes que no quieren tener que abandonar Puerto Rico en busca de educación superior.

El desmantelamiento y la privatización de la educación, las medidas de austeridad de La Junta y el asalto a las condiciones de vida y de trabajo son dictados por el imperialismo estadounidense y ejecutados por sus lacayos en el gobierno de Puerto Rico. No podría estar más claro que las necesidades tanto de los estudiantes como de los trabajadores chocan con los intereses de Estados Unidos. Ambos deben unir sus fuerzas para tener éxito en la lucha contra los amos imperialistas.

Una lucha exitosa en la UPR podría ser el primer paso para revertir años de devastación en la isla. Esto fortalecería la posición de todos los trabajadores boricuas contra González y los imperialistas. Pero, ¿cómo tener éxito? La única manera de avanzar es atacar la fuente del problema: la subyugación colonial de Borikén. Muchos grupos de izquierda apoyan a los estudiantes y sus demandas, pero no les señalan la dirección correcta.

Para que los estudiantes consigan sus reivindicaciones, las protestas de la UPR deben convertirse en una huelga organizada para atraer a capas más amplias de la sociedad como parte de un movimiento antiimperialista. Tal huelga podría asestar un golpe muy necesario contra los imperialistas. Pero esto nunca ocurrirá mientras se intente construir La Alianza. Por el contrario, la coalición se debe escindir abriendo una brecha entre los auténticos luchadores antiimperialistas en ella y quienes están comprometidos con la conciliación. Mediante la cohesión de un movimiento antiimperialista, los luchadores más consecuentes contra la opresión colonial de Borikén pueden empezar a ser agrupados en un partido que combata por avanzar la lucha por la liberación nacional en dirección de la revolución socialista.

Para lograrlo, la izquierda también debe mirar a la clase obrera, que tiene motivos de sobra para repeler a la derecha y acabar con el imperialismo. En los últimos años, los sindicatos de Puerto Rico han sido sistemáticamente desmantelados mediante acuerdos a puerta cerrada entre los líderes sindicales y los patrones estadounidenses y locales. Donde antes había sindicatos fuertes como la UTIER y la FMPR, ahora hay sindicatos debilitados y un alto desempleo, que ha obligado a muchos a huir de la isla. A su vez, la ausencia de un contrapeso de la clase obrera ha impulsado la privatización de la educación, la energía y algunos puertos y el recorte de muchas pensiones, todo ello en nombre del pago de la deuda. Se acaparan enormes ganancias y se desvían hacia las oficinas centrales en Estados Unidos. Como parte de la lucha contra el imperialismo estadounidense, lo que se necesita es la reindustrialización, campañas de empleo y organización sindical en todas las industrias.

A la clase obrera de Puerto Rico se le debe presentar un camino hacia delante, uno que no sólo mejore su situación inmediata, sino que también traiga su plena liberación. Con esto en mente, la izquierda debe tratar de vincular las luchas de las masas boricuas a las del proletariado en Estados Unidos, donde los trabajadores también están en la mira de fuertes ataques. Trump ya se está moviendo para recortar los empleos federales y deportar a los inmigrantes en masa. Los demócratas allanaron el camino para estos ataques sembrando divisiones raciales y de otro tipo en la clase obrera estadounidense para así mantener bajas las condiciones de todos. Estas divisiones se extienden internacionalmente, ya que los trabajadores puertorriqueños desconfían de sus hermanos de clase en EE.UU. y no creen que se les pueda ganar para luchar por la liberación de Borikén. El fracaso de la izquierda tanto en EE.UU. como en Puerto Rico de llamar a la unidad revolucionaria de la clase obrera sólo ha contribuido a esta división.

La clase obrera boricua también comparte un enemigo común en el imperialismo estadounidense con el resto de los obreros y las masas trabajadoras de América Latina. Desde que tomó el poder, Trump se ha dedicado a intimidar a un país latinoamericano tras otro. Para defenderse de estos ataques y soltar el control del amo sobre la región, es esencial una alianza antiimperialista de América Latina. Una lucha de las masas oprimidas latinoamericanas para deshacerse de la dominación imperialista inspiraría a los trabajadores estadounidenses a luchar contra sus propios gobernantes, quienes también los están jodiendo. Una lucha en las entrañas de la bestia provocaría una crisis en el ya inestable EE.UU., dando más respiro a Puerto Rico y a toda América Latina. Por eso, no sólo está en el interés material de estos proletariados apoyarse mutuamente en sus luchas, sino que es también la única manera de acabar con las divisiones que existen entre ellos. La lucha antiimperialista es la fuerza motriz de la revolución.

  • ¡Fuera LUMA! ¡Nacionalizar la industria eléctrica y todas las demás!
  • ¡Derrotar los ataques a la UPR! ¡Abolir el costo de la matrícula!
  • ¡Repudiar la deuda y expropiar los bancos!
  • ¡Fuera La Junta y los imperialistas yanquis!