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5 de noviembre de 2022: Desde que se publicó este artículo, el GI ha cambiado su línea. Ver La guerra en Ucrania: El GI le apuesta todo a Rusia.
Traducido de Spartacist (Edición en inglés) No. 67, agosto de 2022.
En la guerra actual entre Rusia y Ucrania, la Liga Comunista Internacional está por el derrotismo revolucionario y llama por “convertir esta guerra entre dos clases capitalistas en guerras civiles donde los obreros derroquen a ambas clases capitalistas” (ver artículo en página 3). El Grupo Internacionalista (GI) es una de las únicas otras organizaciones de izquierda que parece tener la misma línea. Su declaración del 28 de febrero proclama que ellos están “a favor del derrotismo revolucionario en los dos bandos de esta reaccionaria guerra nacionalista” y después explica:
La mayoría de los lectores podría pensar razonablemente que la LCI y el GI tienen la misma posición y que ambos siguen la tradición del bolchevismo al sostener el derrotismo revolucionario. En realidad, si bien el GI puede decir que está por el “derrotismo revolucionario”, vacía por completo el leninismo de todo su contenido revolucionario y rechaza en la práctica la lucha por un desenlace revolucionario de esta guerra. Para poder ver esto de manera clara, uno debe primero entender el programa leninista contra el imperialismo y en qué consiste realmente el derrotismo revolucionario en la situación actual.
El derrotismo revolucionario era el programa por el que luchaban Lenin y los bolcheviques durante la Primera Guerra Mundial, en oposición a los líderes de la II Internacional, quienes traicionaron al proletariado y apoyaron a sus “propias” burguesías en la guerra. Los bolcheviques proclamaban: 1) que los revolucionarios auténticos deben estar por la derrota de su “propio” gobierno en la guerra y trabajar para transformar esta guerra reaccionaria entre naciones en una guerra civil revolucionaria contra los capitalistas; 2) que la II Internacional había muerto, destruida por el chovinismo, y que se tenía que construir una nueva internacional revolucionaria sobre la base del marxismo revolucionario; y 3) para hacer esto, los revolucionarios debían luchar por una escisión con los partidarios abiertos de la burguesía en el movimiento obrero —los socialchovinistas— y también en contra de los oportunistas y los centristas que usaban fraseología “marxista” para preservar la unidad con los socialchovinistas y engañar al proletariado con soluciones reformistas, pacifistas y otras no revolucionarias.
Este programa siguió siendo central a todas las actividades de Lenin hasta la Revolución de Octubre, la cual representó la consecución de esta perspectiva en la realidad. En uno de sus primeros artículos al inicio de la guerra, Lenin resumió la perspectiva bolchevique:
El programa de la LCI en la guerra actual fluye directamente de esta perspectiva. La guerra en Ucrania no es una guerra imperialista, sino un conflicto regional entre dos clases capitalistas, no imperialistas, para decidir qué banda de matones saqueará Ucrania. De un lado, el gobierno ucraniano está luchando por esclavizar el país a los imperialistas de la UE y la OTAN. Por el otro, la burguesía rusa está luchando por poner a Ucrania nuevamente bajo su bota. En una guerra como ésta, es criminal para el proletariado llamar por la victoria de una banda de matones contra la otra, y los comunistas revolucionarios deben luchar —igual que Lenin lo hizo— por transformar esta guerra entre capitalistas en una guerra civil revolucionaria contra todos los opresores. Es por esto que la LCI levanta el llamado por que los obreros y los soldados ucranianos y rusos fraternicen y volteen las armas contra sus gobernantes.
Si bien las potencias imperialistas de la OTAN y la UE —EE.UU., Gran Bretaña, Alemania y Francia— no se están enfrentando militarmente a Rusia en el terreno, esta guerra plantea la necesidad urgente de derrocar a estos bandidos, cuyos saqueo de Europa Oriental y campaña de guerra contra Rusia provocaron este conflicto y que amenazan al mundo con la aniquilación nuclear. Pero la dirección del movimiento obrero en los centros imperialistas ha hecho suyas las ambiciones depredadoras de los imperialistas y está desarmando a la clase obrera, movilizándola tras la OTAN y la UE. Por esa razón, es imposible luchar contra el imperialismo sin una lucha implacable contra aquéllos en el movimiento obrero que están tratando de reconciliar los intereses del proletariado con los intereses de sus “propios” explotadores imperialistas.
Por tanto, la misma tarea por la que propugnó Lenin en 1914 sigue siendo urgente el día de hoy: los revolucionarios deben luchar por escindir al proletariado de sus falsos dirigentes traidores para forjar un partido internacionalista revolucionario. Esto es lo que significa ser un revolucionario en la guerra actual. Y esto es lo que distingue a los auténticos revolucionarios de los centristas, que están dispuestos a aceptar todo del marxismo excepto su contenido y métodos revolucionarios y la educación de la clase obrera en esta dirección.
El GI se encuentra en esta corriente centrista, al decir que están por el derrotismo revolucionario mientras rechazan en la práctica todas sus implicaciones revolucionarias. Lenin decía con frecuencia que, en la política, aquéllos que creen en palabras e intenciones por sobre los hechos y las acciones son idiotas sin remedio. El GI dice luchar por la revolución, por lo que uno debe mirar lo que hace para entender plenamente el carácter no revolucionario de su programa.
Periodismo liberal radical vs. marxismo revolucionario
Un vistazo rápido a la propaganda del GI sobre la guerra muestra claramente que la perspectiva entera y el contenido de su intervención tienen como propósito confundir a los aspirantes a revolucionarios mediante un derivado marxistoide del periodismo liberal. Desde la declaración del 28 de febrero antes citada, el GI ha publicado unos cuantos artículos sobre Ucrania. Entre ellos se encuentran un “reportaje desde Alemania”, que documenta el trato diferencial racista entre los refugiados de piel oscura y los refugiados blancos que llegan de Ucrania (“Imperialist Racism and the Russia-Ukraine War” [El racismo imperialista y la guerra entre Rusia y Ucrania], 19 de marzo) y dos artículos largos y ampulosos que documentan hasta qué punto el ejército y el gobierno ucranianos están plagados de fascistas (“The Truth About Ukraine’s Fascist Infestation” [La verdad sobre la infestación fascista en Ucrania], 4 de abril y “Question Answered: Who Was Behind the 2014 Maidan Massacre?” [Pregunta resuelta: ¿Quién estuvo tras la masacre de Maidan en 2014?], 10 de abril). Ésta es la manera en que el GI piensa que hace labor “revolucionaria” en la guerra actual: producir periodismo de investigación liberal radical sobre cuestiones que han sido mejor documentadas miles de veces en las páginas de la prensa burguesa liberal.
El deber de los revolucionarios es revelar a los obreros y la juventud el carácter real de esta guerra para impulsar la lucha por la revolución socialista al desenmascarar los engaños reformistas, pacifistas y pro imperialistas. La razón por la que los obreros no deben apoyar a Ucrania en la guerra no es porque haya elementos fascistas entre sus tropas o porque (¡oh, sorpresa!) los aliados imperialistas de Zelensky son racistas contra los refugiados de piel oscura. Es porque el gobierno ucraniano está luchando por esclavizar Ucrania a los imperialistas. Escribir artículos extensos sobre el batallón Azov, el fascismo y las políticas migratorias racistas es simplemente una manera de evadir esta cuestión crucial, que inevitablemente repelería a los liberales pequeñoburgueses pro UE en Estados Unidos y Alemania con los que el GI quiere congraciarse.
Ninguna variante de los liberales de izquierda tiene problema alguno con hablar en detalle sobre la discriminación contra refugiados o sobre el fascismo en Ucrania, al mismo tiempo que adoptan los objetivos bélicos de los imperialistas en la región. Los liberales agitan sobre estas cuestiones porque constituyen una mancha en la campaña de guerra, por lo demás “noble”, de los “democráticos” ladrones imperialistas. Así, estos liberales están motivados no por el odio a sus “propios” carniceros imperialistas, sino por querer hacer sus reclamos de guerra más convincentes y menos hipócritas. El GI simplemente ayuda a darle una cobertura “marxista” a este liberalismo reaccionario.
Dice mucho el que, en todos los artículos del GI sobre Ucrania, no haya ni una sola polémica contra el pacifismo, que es la ilusión central actualmente promovida por la izquierda reformista y los dirigentes obreros, particularmente en los países imperialistas donde tanto la LCI como el GI tenemos a la mayoría de nuestros miembros. Los llamados por la “paz”, el “desarme” y por una “solución diplomática” y, en general, la ilusión de que los imperialistas pueden brindar una solución justa y pacífica a la guerra son la principal herramienta usada para mantener a los obreros avanzados y la juventud desarmados y encadenados a sus explotadores. Rehusarse a decir una sola palabra contra esto es un rechazo del marxismo.
En contraste, todo el contenido de la propaganda e intervenciones de la LCI sobre la guerra en Ucrania está explícitamente dirigido a desenmascarar a aquellos “socialistas” que usan consignas pacifistas y “antiimperialistas” para encubrir su total servilismo a la burguesía. En esto consiste hacer labor revolucionaria, y esto es lo que rechaza el GI.
El GI no lucha por el derrotismo revolucionario
Las demás consignas que levanta el GI contradicen su llamado por el “derrotismo revolucionario”. Por ejemplo, el GI llama por “¡Defender el autogobierno en el suroriente de Ucrania!” y “¡Aplastar a los fascistas!”. En el contexto de la guerra actual, levantar estas demandas simplemente fomenta ilusiones en la posibilidad de una solución justa para las masas ucranianas y rusas sin una revolución socialista.
La demanda por autogobierno en el oriente de Ucrania era correcta antes de la guerra. Pero, desde entonces, esta lucha ha quedado totalmente subordinada a los objetivos bélicos de Rusia, que son anexar regiones enteras de Ucrania y potencialmente todo el país. La única manera en que se podría lograr el autogobierno en este momento es mediante la victoria de Rusia. Llamar ahora a los obreros a “defender el autogobierno en el suroriente de Ucrania” es meramente una forma de apoyo tácito a este desenlace, el cual es irreconciliable con una posición de derrotismo revolucionario.
La victoria del ejército ruso significaría la opresión nacional de los ucranianos a manos de Rusia, un hecho que el GI desaparece. Pero la derrota de Rusia condenaría a la minoría rusoparlante de Ucrania a una opresión nacional sin precedentes. El meollo de la cuestión es que ningún lado en esta guerra está librando una lucha de liberación nacional justa.
El deber de los revolucionarios es explicar que, en la situación actual, la resolución progresista de la cuestión nacional en Ucrania es imposible sin el derrocamiento de los capitalistas rusos y ucranianos. Sólo el poder obrero puede proporcionar una solución verdaderamente democrática para los ucranianos y las masas de habla rusa. Al levantar “defender el autogobierno en el suroriente de Ucrania”, el GI está engañando a la clase obrera.
El llamado del GI por “¡Aplastar a los fascistas!”, el cual es una de sus consignas centrales en la guerra actual, tiene un papel similar. La tarea central de los obreros rusos y ucranianos no es luchar contra el fascismo. No puede haber una lucha independiente para combatir el fascismo en Ucrania sin una lucha revolucionaria por transformar esta guerra en una guerra civil contra todos los explotadores. La tarea candente e inmediata que enfrentan los comunistas rusos y ucranianos es luchar por la fraternización de soldados y obreros y por un combate revolucionario común en contra de la guerra librada por sus “propios” gobernantes capitalistas. En vez de luchar por hacer que los obreros rusos y ucranianos rompan con sus dirigentes nacionalistas traidores, quienes los entregan como carne de cañón a sus explotadores, el GI engaña a los obreros ucranianos y rusos al decirles que su tarea central es purgar de fascistas al ejército de Zelensky.
Es más, plantear la lucha contra el fascismo ucraniano como la tarea central en esta guerra da credibilidad al objetivo de guerra declarado por Rusia de “desnazificación”. En efecto, ¿qué más puede significar “aplastar a los fascistas” en esta guerra, si no un apoyo tácito a Rusia? Los artículos del GI reflejan constantemente esta inclinación pro rusa. Por ejemplo, en “The Truth About Ukraine’s Fascist Infestation”, el GI escribe: “Si bien Putin proclamó como su objetivo bélico la ‘desmilitarización y desnazificación de Ucrania’, esto deben realizarlo los trabajadores mismos sobre una base internacionalista para tener un impacto duradero” (énfasis en el original). ¡Qué ridículo! Los oligarcas rusos no están librando una guerra antifascista en Ucrania. Apoyar la guerra de Rusia va en contra de los intereses del proletariado no porque no tendrá un “impacto duradero” en erradicar el fascismo, ¡sino porque su objetivo es esclavizar Ucrania a la clase capitalista rusa! La pretensión del GI de estar por el derrotismo revolucionario se muestra como un puro fraude al presentar la guerra de los capitalistas rusos como si tuviera un carácter semiprogresista.
Fundamentalmente, no pensamos que lo que impulsa al GI a respaldar implícitamente las pretensiones de la burguesía rusa sobre la “desnazificación” o a levantar llamados como “autogobierno en el suroriente de Ucrania” sea algún tipo de entusiasmo por la Rusia de Putin. No es sino el resultado lógico de la negativa a basarse en el proletariado como un factor revolucionario independiente, lo que lleva únicamente a confiar en una u otra fuerza burguesa. Algunos en los países imperialistas, y muchos en el mundo neocolonial, son inducidos a apoyar a Rusia debido al odio a los imperialistas. Esencialmente, esto está motivado por la desmoralización, por la incapacidad de concebir un resultado revolucionario y por la ilusión de que la Rusia capitalista es algún tipo de alternativa a los imperialistas. Esto es lo que el GI refleja.
¿Pero podría el GI señalar sus otras consignas “revolucionarias” para refutar nuestros argumentos? Junto con las demandas que citamos antes, el GI también levanta “¡Oponerse a la guerra entre Rusia y Ucrania provocada por los imperialistas!” y “¡Lucha revolucionaria contra los gobernantes capitalistas de Moscú y Kiev!”, y seguido llama por lucha de clases revolucionaria contra los imperialistas. ¡Qué hermosas palabras! Pero, en contraste con nuestra consigna —el llamado por que los soldados y los obreros ucranianos y rusos fraternicen y volteen las armas—, el llamado “revolucionario” del GI es totalmente abstracto y está diseñado para ser compatible con el reformismo y el socialpacifismo.
Incontables oportunistas no tienen problema alguno con “oponerse a la guerra provocada por los imperialistas” y hacer proclamas huecas sobre la necesidad de “lucha de clases revolucionaria” en Kiev, Moscú y cualquier otro lugar, mientras que al mismo tiempo luchan por la victoria de Ucrania y la derrota de Rusia, lo que los convierte en lacayos de sus “propios” gobernantes imperialistas. Lo que ninguno de estos reformistas y oportunistas levantará —y lo que el GI se rehúsa a levantar— es la consigna histórica del bolchevismo, esto es, por guerra civil contra la burguesía. Ésta es la única consigna que traza concretamente un camino claro para la revolución y toma una posición revolucionaria de manera frontal contra la unidad nacional pro imperialista en apoyo a Ucrania.
La tarea de los revolucionarios no es levantar llamados vagos y vacíos por “lucha revolucionaria”, sino proveer un programa revolucionario claro para tal lucha. La Unione Sindacale di Base (USB) en Italia y los sindicatos de PAME vinculados al Partido Comunista griego han dirigido acciones contra el envío de armas a Ucrania y contra la OTAN y los imperialistas. Ciertamente, los revolucionarios deben apoyar y abogar por tales acciones y participar activamente en ellas. Sin embargo, es también crucial señalar que estas acciones se realizaron bajo consignas socialpacifistas y con dirigentes reformistas. Estos dirigentes son un obstáculo a la movilización revolucionaria del proletariado tanto como los lamebotas pro imperialistas abiertos. Por ejemplo, en Italia los dirigentes de la USB han estado trabajando constantemente para subordinar las acciones obreras contra la guerra a la Iglesia Católica y a políticos burgueses “antiguerra”.
Pero ni pío acerca de esto por parte del GI, cuyo artículo, “NATO Socialists in Italy” (Socialistas de la OTAN en Italia, Internationalist, abril de 2022) alaba estas acciones acríticamente. Esto muestra el verdadero contenido del llamado del GI por “lucha revolucionaria”. No significa la lucha de clases basada en el derrotismo revolucionario sino acción sindical bajo una dirección pacifista. Si no, ¿por qué omitirían cualquier polémica contra el pacifismo? Lo que rechaza el GI es la lucha por una dirección revolucionaria, lo que requiere hacer que la clase obrera rompa con todos los dirigentes socialchovinistas, incluyendo a los pacifistas anti-OTAN.
El centrismo conduce al socialchovinismo
Como hemos expuesto, la lucha contra el imperialismo es imposible sin una lucha contra los agentes pro imperialistas en el movimiento obrero. Esto es absolutamente crucial en los centros imperialistas, cuyos gobernantes son el bastión internacional de la reacción. Nuevamente, este entendimiento fluye directamente de la lucha de Lenin durante la Primera Guerra Mundial. La lección central del leninismo es que la precondición para forjar un partido revolucionario —la herramienta esencial para lograr la revolución obrera— es que la vanguardia proletaria se escinda del socialchovinismo y el centrismo y se una bajo una bandera verdaderamente revolucionaria. En El socialismo y la guerra (1915), uno de los documentos programáticos cruciales de los bolcheviques, Lenin y Grigorii Zinóviev explicaron:
Luego continuaron:
Desde hace décadas, los traidores que dirigen a la clase obrera en todos los países capitalistas avanzados —en los sindicatos y los partidos obreros— sólo han traído derrota tras derrota al movimiento obrero, gestionando el declive de los sindicatos y el empobrecimiento de la clase obrera. Durante la pandemia, los lugartenientes del capital en el movimiento obrero se sumergieron en una orgía de unidad nacional con la burguesía, apoyaron los devastadores confinamientos, llamaron por unos más duros y fueron clave para desarmar al proletariado mientras la patronal lo aporreaba. (El GI traicionó a la clase obrera al apoyar estas medidas reaccionarias.)
Y ahora que la inflación masiva está destruyendo el nivel de vida de los obreros a un ritmo acelerado, los dirigentes de la clase obrera no sólo no hacen casi nada contra ello, sino que están muy ocupados en ayudar a los carniceros imperialistas a promover su campaña de guerra contra Rusia en el movimiento obrero. Lograr que la clase obrera rompa con estos traidores y reforjar la IV Internacional —es decir, una nueva dirección revolucionaria de la clase obrera internacional— sigue siendo la tarea más candente y vital que enfrentan los revolucionarios y el propósito central de la LCI. De hecho, trabajar para lograr tal ruptura es la única forma de luchar verdaderamente contra el imperialismo ahora. El abandono del GI del leninismo en la práctica se ve de la manera más clara en su rechazo a la lucha por la dirección revolucionaria del proletariado.
En su declaración del 28 de febrero, el GI dirige múltiples polémicas contra la izquierda reformista y los seudotrotskistas. El contenido de sus polémicas puede resumirse en la siguiente frase: “la mayor parte de la izquierda occidental se ha alineado con los imperialistas de la OTAN al oponerse unilateralmente a los rusos”. Lo que molesta al GI es que Die Linke (Partido de Izquierda) en Alemania, el Partido Comunista Francés, la organización Socialist Alternative (SAlt) de EE.UU. y cía. son demasiado “unilaterales”.
Esto oculta la traición central de los reformistas: ¡su oposición al derrotismo revolucionario y su apoyo a Ucrania contra Rusia, lo cual constituye apoyo a sus “propios” amos imperialistas! ¡Una posición de derrotismo revolucionario no vale nada si no se denuncia a los reformistas sobre esta base! Pero eso requiere luchar por el “derrotismo revolucionario” concretamente y en la acción, en lugar de una declaración hueca en papel en la que realmente no se cree y se usa sólo para evitar tomar partido abiertamente con Rusia. Al criticar a la izquierda por todo excepto por su oposición al derrotismo revolucionario, el GI capitula al socialchovinismo.
Daremos a nuestros lectores un ejemplo de tales “polémicas”. El GI ataca a SAlt diciendo que “llamó a favor de ‘plena solidaridad con el pueblo de Ucrania’ y exigió que las ‘tropas rusas se retiren inmediatamente de Ucrania’”. El GI responde: “Ni una palabra dijeron en contra del envío de armas de la OTAN a Kiev”. ¡Qué grotesca capitulación al socialchovinismo! “Tropas rusas fuera” es la consigna que enarbola toda la izquierda socialchovinista en concierto con los imperialistas de la OTAN/UE. El GI está en desacuerdo con este llamado no por ser una demanda pro imperialista, sino porque contradice el llamado del GI por el “autogobierno”, es decir, está por “tropas rusas dentro”.
Al contrario del GI, los revolucionarios nos oponemos a llamar por “¡Tropas rusas fuera!” porque significa abogar por la victoria de Ucrania, lo cual es incompatible con una posición de derrotismo revolucionario. La retirada del ejército ruso sólo es posible mediante una derrota militar de Rusia. Tal resultado significaría el mantenimiento de Ucrania bajo el dominio de los imperialistas. Con esta consigna, SAlt no defiende a las masas ucranianas, sino que defiende el “derecho” exclusivo de “sus” imperialistas a saquear Ucrania como un mal menor al saqueo por parte de los capitalistas rusos. Así que la crítica del GI a SAlt es una coartada total y una capitulación al socialchovinismo. Incluso si SAlt agregara un llamado para oponerse a los envíos de armas de la OTAN a Kiev —una posición barata entre los pacifistas—, esto no cambiaría en absoluto el hecho de que su posición es completamente socialchovinista.
Los bolcheviques en la Primera Guerra Mundial no exigieron “tropas alemanas fuera de Rusia”, que era la consigna del zar (y más tarde del Gobierno Provisional burgués de Kerensky). Lucharon por movilizar a los soldados alemanes en fraternidad revolucionaria con los obreros y los campesinos rusos, contra los capitalistas rusos y alemanes. Pero, crucialmente, los bolcheviques denunciaron a los socialdemócratas precisamente por rechazar este programa revolucionario. ¡Esto es lo que el GI se niega a hacer!
Oportunismo en acción en el terreno alemán
La manera en la cual el centrismo del GI conduce directamente al socialchovinismo se ve aún más claramente en el terreno alemán. Desde el comienzo de la guerra, la izquierda alemana ha estado en una crisis intensa, y en reacción a esto nuestros camaradas del Spartakist-Arbeiterpartei Deutschlands (SpAD, Partido Obrero Espartaquista de Alemania) han lanzado una campaña entre la izquierda bajo la consigna “echar de la izquierda a los partidarios de la UE y la OTAN”, combinada con nuestro llamado “Obreros ucranianos y rusos: ¡volteen las armas!” (ver artículo, página 9). En el foro público del SpAD en Berlín el 12 de mayo, el GI intervino en la discusión para denunciar esta perspectiva como reformista porque supuestamente alimenta ilusiones en una socialdemocracia “reformada”. Para comprender el carácter revolucionario de las consignas de nuestros camaradas alemanes y cómo la crítica del GI es una defensa del socialchovinismo, primero debemos explicar con cierto detalle la situación actual en Alemania.
La guerra en Ucrania ha obligado al imperialismo alemán a realizar un cambio brusco y repentino en su orientación estratégica. Desde la contrarrevolución que destruyó a la URSS, Alemania ha equilibrado cuidadosamente su compromiso con la alianza transatlántica de la UE/OTAN, dominada por Estados Unidos, y el desarrollo de importantes lazos económicos con Rusia. Pero la invasión rusa de Ucrania ha hecho que esta situación sea insostenible, y la burguesía alemana ahora se ve obligada a romper con Rusia, comprometerse plenamente con la campaña de guerra de EE.UU. y la OTAN, y enviar armas pesadas a Ucrania.
Un aspecto de este cambio importante es el anuncio del canciller Olaf Scholz, del Partido Socialdemócrata (SPD), de un rearme masivo del ejército alemán. Alemania reforzó masivamente su dominio económico de Europa a través del saqueo “pacífico” de Europa Oriental y del Sur, utilizando la UE y el euro. Con los estadounidenses y la OTAN como garantes de la estabilidad en el continente, Alemania no necesitaba incurrir en gastos militares de gran envergadura. Durante décadas, el pacifismo de la izquierda reformista alemana, con su compromiso con el “desarme” y su oposición a las intervenciones en el extranjero por parte del ejército alemán, estaba en plena consonancia con la política de los imperialistas alemanes. Pero esta feliz luna de miel ahora ha llegado a un final repentino, con la burguesía solicitando el divorcio a través de sus abogados del SPD, quienes están llevando a cabo este cambio, rearmando al imperialismo alemán y alineando al movimiento obrero detrás de ello.
Ante este giro brusco, la izquierda alemana ha estado en una crisis que no se ha visto en otros países imperialistas, con casi todas las organizaciones envueltas en luchas internas. Hay mucho descontento en la base del SPD. Scholz fue abucheado e insultado por una multitud de sindicalistas reunidos para su discurso del Primero de Mayo en Düsseldorf. En el reformista Die Linke, una parte importante de la dirección quiere desechar su llamado histórico por “disolver la OTAN” y abrazar por completo la campaña de guerra imperialista. Pero una oposición considerable se resiste a este curso y quiere aferrarse al pacifismo del periodo pasado mientras busca evitar a toda costa una escisión. Las organizaciones de la extrema izquierda (Partido Comunista Alemán, Partido Marxista-Leninista de Alemania, Oposición Comunista, etc.) no tienen ni idea de qué hacer y están profundamente divididas, con fracciones pro OTAN/UE/Ucrania en un lado, fracciones pro rusas en el otro, y un centro tratando desesperadamente de mantener la unidad. En cierto sentido, la crisis de la izquierda alemana es un reflejo de la crisis de la clase dominante alemana.
Es en contra de la postración de toda la izquierda pacifista-reformista frente a los socialdemócratas, secuaces de los imperialistas, que nuestros camaradas alemanes lanzaron la consigna: “¡Echar de la izquierda a los partidarios de la UE y la OTAN!”. Decimos que quienes apoyan abiertamente las herramientas imperialistas de explotación deben ser expulsados del movimiento obrero. Pero nuestro llamado está centralmente dirigido contra los reformistas y pacifistas que inevitablemente traicionarán y capitularán ante los apologistas abiertos del imperialismo en nombre de la “unidad”, cuyo programa pacifista es tanto la fuente de la crisis en la izquierda como el obstáculo central para el desarrollo de un polo marxista revolucionario contra el imperialismo alemán.
Entonces, ¿estamos tratando de “reformar” a Die Linke en lugar de construir un partido revolucionario, como alega el GI? Como enseña Lenin, la única forma de forjar un partido revolucionario es escindir la base obrera de la socialdemocracia de su dirección reformista y traicionera. Nuestro objetivo es profundizar la polarización en Die Linke —y en todas las demás organizaciones de izquierda— para impulsar más la polarización y darle claridad al mostrar que la única forma de combatir al imperialismo consecuentemente es sobre la base de un programa revolucionario, con el objetivo de escindir a Die Linke sobre esta base.
Para hacerlo, estamos efectivamente exigiendo que el ala izquierda de Die Linke expulse a quienes abrazan abiertamente a la OTAN, la UE y el imperialismo alemán. El resultado más probable es que se nieguen a hacerlo y trabajen para mantener la unidad con el pro imperialista Gregor Gysi y cía., revelándose así como agentes del imperialismo. Sin embargo, si expulsan a la derecha, también sería algo bueno. Echar del movimiento obrero a Gysi, Bodo Ramelow y todos los demás lamebotas de los imperialistas es un acto básico de higiene política al que sólo los oportunistas pusilánimes se oponen.
Tal escisión no convertiría a Die Linke en un partido revolucionario. No sería nuestra escisión. Pero la favoreceríamos porque pondría a Sahra Wagenknecht y sus acólitos pacifistas a cargo del partido. Ya sin la posibilidad de esconderse detrás del ala derecha, la bancarrota de su programa de “desarme”, “paz” y defensa del “derecho internacional” sería mucho más fácil de revelar como un callejón sin salida completamente pro imperialista. La aplicación exitosa de nuestra táctica abriría la oportunidad de una escisión en Die Linke sobre la base de reforma contra revolución, destruyéndolo como un obstáculo reformista y sentando las bases para forjar un partido obrero revolucionario en Alemania.
Bajo la fachada de acusaciones que suenan de izquierda de que estamos tratando de reformar a la socialdemocracia, lo que el GI denuncia es simplemente la aplicación del leninismo a la realidad viva. El deber de los revolucionarios no es quedarse al margen predicando de manera abstracta la “lucha de clases revolucionaria”, como lo considera el GI, sino intervenir en las fisuras que sacuden a la clase obrera y la izquierda de una manera que objetivamente haga avanzar la lucha por la revolución.
En el foro de Berlín, un portavoz del GI que insistía en el mismo punto falso sobre “reformar” a la socialdemocracia, dijo que esto era particularmente criminal ya que la Tercera Guerra Mundial estaba a la vuelta de la esquina. Pero en realidad, lo que el GI denuncia es la lucha por exponer ante la clase obrera a ambas alas de la socialdemocracia: los lamebotas pro imperialistas y los conciliadores pacifistas. Al denunciar nuestro llamado por echar a los primeros, el GI ayuda a los segundos. La verdadera lógica de esta “pureza” sectaria es dejar de luchar contra la socialdemocracia, en particular su ala izquierda. Éste es el verdadero crimen, esté cerca la Tercera Guerra Mundial o no.
Cuando la guerra mundial era inminente, León Trotsky luchó incansablemente para cohesionar una internacional revolucionaria a través de la lucha contra el estalinismo, el principal engaño de su época. Trotsky explicó:
En Alemania, en la actualidad, el principal obstáculo para la unificación de la vanguardia revolucionaria es el veneno del reformismo liberal y el pacifismo, introducido en el movimiento obrero por los socialdemócratas. Esos “socialistas” como el GI que, en el papel, dicen estar por la dirección revolucionaria pero que denuncian la lucha para depurar el movimiento obrero de los agentes del imperialismo están ayudando objetivamente a mantener la paz y la unidad con los traidores pro imperialistas que actualmente dirigen a la clase obrera. Por más que se cubran con frases altisonantes sobre la “lucha de clases”, de hecho refuerzan la subordinación del proletariado a sus explotadores al dejar intacto el control de los dirigentes socialchovinistas sobre el movimiento obrero.
“Derrotismo revolucionario” en el papel, socialchovinismo en acción: eso es lo que caracteriza la posición del GI sobre la guerra en Ucrania.
La lucha por la revolución obrera está planteada
El argumento central que muchos falsos marxistas han presentado en contra de la posición de la LCI sobre la guerra en Ucrania es que nuestro llamado a convertir esta guerra reaccionaria en una guerra civil revolucionaria es incorrecto porque no existe una situación revolucionaria en Ucrania o Rusia en este momento. Otros lo han condenado por imposible y utópico, que en realidad es una forma más honesta de decir lo mismo.
Decir que tal perspectiva es utópica es pura desmoralización, y uno simplemente tiene que mirar los hechos para darse cuenta. Los obreros rusos y ucranianos están siendo golpeados y exprimidos cada día más por sus propios gobernantes para sostener el esfuerzo bélico. En Rusia, los hijos de las madres obreras regresan en bolsas para cadáveres al servicio de las ambiciones de los oligarcas. En Ucrania, Zelensky y sus amos imperialistas no quieren un fin al conflicto porque la guerra debilita a Rusia, y si Ucrania ha de inundarse en ríos de sangre, que así sea —todo para unirse a los rapaces clubes de la UE y la OTAN y trabajar como mano de obra barata para empresas alemanas, estadounidenses y británicas—. En ambos lados, a los obreros en uniforme se les dice que se maten entre sí, aun si comparten una historia común a través de la Unión Soviética y, a menudo, incluso parientes comunes. Mientras tanto, la población trabajadora es reclutada por la fuerza al ejército y entrenada en el uso de las armas. En los países imperialistas, los obreros se desangran por la creciente inflación y el gran incremento de las tarifas de energía, y se les dice que aguanten el ataque masivo a sus niveles de vida en nombre de la lucha por la “libertad” contra el “autoritarismo”. Habría que obstinarse en no ver para rechazar la posibilidad de que surja una situación revolucionaria.
La historia muestra que las fuerzas reaccionarias del nacionalismo y el chovinismo, que nublan temporalmente las mentes de los obreros al inicio de la guerra, no duran bajo una presión creciente. No podemos saber si de esto saldrá una revolución. Pero sabemos que lo que impide que la furia descarnada de los explotados se canalice contra sus explotadores son los dirigentes socialchovinistas y reformistas de la clase obrera, que los están engañando. Sabemos que objetivamente existen todos los elementos necesarios para una revolución excepto un partido revolucionario capaz de dirigirla. Y lo cierto es que son quienes luchan por la revolución los que construyen los partidos revolucionarios, no los que piensan que la revolución es imposible.
Constantemente durante la Primera Guerra Mundial, Lenin fue atacado por socialchovinistas con exactamente los mismos argumentos. “Las esperanzas puestas en la revolución han resultado ilusorias, y los marxistas no se dedican a defender ilusiones”, dice el falso socialista que sólo justifica pasarse al lado de la burguesía. Lenin respondió:
Es precisamente la renuncia a este mismo deber de lo que son culpables el GI, así como todos los demás centristas y socialchovinistas.