https://iclfi.org/pubs/ai/1/refundacion
La siguiente moción fue aprobada por la IX Conferencia Nacional del GEM.
En los países coloniales y semicoloniales, la lucha por la emancipación nacional contra el imperialismo no es un mero aspecto más del programa revolucionario; es la cuestión estratégica fundamental para la revolución. Sin embargo, el programa del Grupo Espartaquista de México (GEM) desde su fundación ha sido lo opuesto: una capitulación al imperialismo estadounidense, sobre la base de que la tarea principal y el objetivo estratégico para los marxistas en un país expoliado y devastado por la depredación imperialista es la lucha contra el nacionalismo burgués y que el enemigo principal es la burguesía mexicana. Básicamente, al rechazar que el país entero, incluyendo a la burguesía nacional, es oprimido por los imperialistas y al rechazar la naturaleza estratégica de la lucha por la liberación nacional, se tomaba lado con el imperialismo. Esta línea, made in USA e impuesta al GEM, era un repudio absoluto de la revolución permanente trotskista en servicio del socialchovinismo. Como explicó Trotsky:
La línea de Espartaco necesariamente requería repudiar la distinción leninista entre naciones oprimidas y naciones opresoras y, por ende, la distinción entre el nacionalismo de los opresores y el nacionalismo de los oprimidos, el cual es un reflejo ideológico de la opresión y la humillación cotidiana por parte de los imperialistas. Es profundamente reaccionario negar esta distinción. En los países oprimidos, el nacionalismo tiene un carácter progresista en tanto que impulsa a las masas trabajadoras a la lucha contra el imperialismo; tiene también un carácter reaccionario en tanto que se le utiliza para subordinar a estas masas a la burguesía nacional populista, como único combatiente por la liberación nacional. Pero nosotros denunciábamos cada manifestación de resistencia al imperialismo como una desviación nacionalista burguesa de la lucha por la dictadura del proletariado. De manera centrista, esgrimíamos fórmulas de apariencia ortodoxa, como el “internacionalismo proletario” y la “dictadura de la clase obrera”, como arietes contra el nacionalismo de los oprimidos, traicionando sus aspiraciones nacionales y renunciando, en los hechos, a la lucha antiimperialista.
Ello significa en el último análisis renunciar a la revolución. Es menchevismo encubierto con fraseología roja: partiendo de la proposición de que el estado-nación en todas sus manifestaciones es reaccionario, que nuestra lucha es por el socialismo mundial, cedíamos de manera perfectamente natural la dirección de la lucha antiimperialista a la burguesía nacional, capitulando así también al populismo. Esto está completamente contrapuesto al trotskismo:
A instancias del camarada Jim Robertson en 2002, repudiamos la consigna para México de que “¡El enemigo principal está en casa!”, sin embargo, el contenido de esa lucha fue sostener la esencia de esa consigna. Cuando el fallecido camarada Ed C. hizo la afirmación evidente de que en México “la tarea principal...[es] dirigir a la nación en lucha contra la dominación imperialista”, la dirección de la internacional, particularmente en EE.UU., se levantó en armas contra él. Como símbolo del carácter socialimperialista de la línea de la LCI, fue el Buró Político de la SL/U.S. que codificó esa lucha a través de una moción que afirma: “En relación a México, un partido obrero que no se guíe por una perspectiva revolucionaria, internacionalista y proletaria, sino que acoja como su tarea principal ‘dirigir a la nación en lucha contra la dominación imperialista’ sería un partido que se negaría a llevar a cabo su programa revolucionario—es decir, sería al menos tácitamente menchevique”. ¿Quién es el menchevique? Contrario a esta afirmación del BP de la SL/U.S., el combate contra el imperialismo significa una lucha constante y prolongada para arrebatar de manos de la burguesía la dirección de las masas obreras y campesinas, la lucha para demostrar en la práctica que no somos sólo los mejores sino, de hecho, los únicos combatientes consecuentes por la liberación nacional al exponer a cada paso las vacilaciones y las capitulaciones de la burguesía nacional. Ésta es la única manera de romper la influencia del populismo y el nacionalismo burgués sobre las masas trabajadoras mexicanas.
Los artículos “Un análisis marxista de la Revolución Mexicana de 1910” (Espartaco No. 12, primavera-verano de 1999) y “¡Romper con todos los partidos burgueses: PRI, PAN, PRD!” (Espartaco No. 14, otoño-invierno de 2000), considerados documentos seminales de la sección, escupían en las aspiraciones de emancipación nacional de las masas y presentaban a la Revolución Mexicana como una orgía de reacción. El artículo de Espartaco No. 12 afirma que “El nacionalismo fomentado por la burguesía —que busca atar a los explotados a sus explotadores— emborracha a las masas”, denigra incluso la Independencia de México como un suceso que “tuvo un tufo distintivo a contrarrevolución” y denuncia el reparto agrario cardenista como: “una forma de desactivar las luchas obreras, ofreciendo un pedazo de tierra para que los obreros descontentos se volvieran pequeños campesinos propietarios”.
El artículo de Espartaco No. 14 afirma: “Desde la Revolución Mexicana, la burguesía ha empleado el nacionalismo, el anticlericalismo oportunista y un matiz socialista en su retórica populista como ariete ideológico para consolidar su poder contra las fracciones en competencia y justificar su represión contra luchas obreras y sublevaciones campesinas”. Así, despotrica contra el nacionalismo de los oprimidos y la separación de la iglesia y el estado y presenta al populismo que surgió de la Revolución Mexicana como puramente reaccionario y nada más que una estratagema ideológica para “reprimir” a los obreros y los campesinos. Así mismo, niega totalmente las contradicciones del populismo y que también se dirige en contra de los imperialistas.
Ambos artículos denunciaban a Cárdenas porque su “intención fue modernizar al país para beneficio de la burguesía mexicana” y porque su legado “consistió en la consolidación del régimen burgués mexicano”. Lejos de ser reaccionarias, estas medidas fueron históricamente progresistas en la medida en que estuvieron dirigidas contra los imperialistas. Sólo se puede negar el carácter progresista del desarrollo nacional de México si se rechaza la lucha de los obreros y los campesinos contra la opresión imperialista.
Para dar un aire de autoridad a nuestra posición reaccionaria tergiversábamos la cita de Trotsky:
Ciertamente, la Revolución Mexicana terminó en un baño de sangre campesina y Cárdenas sometió a las masas trabajadoras. El problema con Espartaco no es que denunciara el resultado reaccionario de dichos procesos, sino que utilizó esta cita para oponerse a las medidas y objetivos progresistas que Trotsky mismo defendió de manera enfática durante su estancia en México. El contenido real de esta cita es que el verdadero crimen y la expresión de la naturaleza reaccionaria de la burguesía nacional son suprimir a cada paso a la única fuerza capaz de conseguir la liberación nacional. Sólo el proletariado, a la cabeza del campesinado pobre, puede hacer realidad esta meta en una lucha ininterrumpida que conduzca a su propia dictadura y, a fin de cuentas, mediante toda una serie de convulsiones revolucionarias al nivel global, a la abolición de las clases sociales mismas. En la medida en que la burguesía nacional mantenga su hegemonía, entonces, como Trotsky escribió “la lucha por la emancipación nacional dará resultados muy exiguos, dirigidos enteramente contra las masas trabajadoras”. Al repudiar la lucha antiimperialista, Espartaco contribuyó a perpetuar la hegemonía de la burguesía nacional.
Esta línea se mantuvo hasta el último número de Espartaco. El artículo “Revolución permanente vs. populismo burgués” (Espartaco No. 51, abril de 2019) es una larga denuncia del nacionalismo que traza una línea estéril contra la burguesía nacional mientras rechaza el carácter progresista de la lucha por la emancipación nacional. No sólo nos remontábamos al periodo de Cárdenas para presentar los mismos argumentos reaccionarios contra AMLO, sino que llegamos a denunciar cualquier reforma dirigida contra los imperialistas, por más limitada que fuera, y, al menos implícitamente, denunciamos la nacionalización petrolera cardenista al escribir:
Dado que la base programática entera de cada artículo sobre México aparecido en Espartaco era contraria al trotskismo, terminamos su publicación. Lanzamos a partir de hoy una nueva publicación bajo el rótulo de El Antiimperialista con el lema “¡Por la emancipación obrera y nacional!”, lo cual evoca de manera condensada la genuina revolución permanente. Como Trotsky afirmó, la lucha antiimperialista es la clave de la liberación.